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"Vicente nos dio confianza y ahora podemos seguir"

Miles de desheredados asisten en India al entierro del filántropo español

El cuerpo del cooperante Vicente Ferrer yace bajo tierra india después de tres días de emotiva despedida. Fue enterrado ayer en Bathalapalli, uno de los centros más importantes de su obra humanitaria. Al entierro, como a la capilla ardiente, asistieron decenas de miles de personas: la mayoría, gente que quería agradecerle que haya hecho su vida más digna. Su viuda, Anna Ferrer, se besó las manos y cariñosamente las puso en la cara de su esposo. Después cerró el féretro.

El cuerpo del filántropo fue transportado en una larguísima caravana fúnebre que recorrió lentamente los 25 kilómetros que separan Anantapur -donde murió el viernes pasado- de Bathalapalli. Gente de piel oscura y vestida de mil colores salía a verlo por última vez. En Bathalapalli, su hijo Moncho Ferrer, su yerno y cuatro trabajadores de la fundación cargaron el féretro hasta el lugar del entierro. Una vez allí, el hijo agradeció en telugu (lengua de la región) el cariño de la gente a su padre y prometió seguir su camino. "Vicente: trabajaste toda tu vida para devolver la dignidad a quienes estaban privados de ella. Eres un ejemplo para la humanidad, y no por lo que dijiste, sino por lo que has hecho", dijo en representación española el presidente del Congreso, José Bono.

"Él me demostró que cambiar el mundo es posible", dice una cooperante

Uno, dos, tres puñados de tierra de Moncho llegaron al féretro; después, Anna Ferrer y Jordi Folgado (director general de la fundación y sobrino de Vicente Ferrer) repitieron la acción. Se lanzaron coronas y se puso una cruz con la leyenda "Father Vincent Ferrer" y las fechas de su nacimiento y de su muerte. Después, amigos y colaboradores comenzaron a poner pétalos, flores y guirnaldas hasta que la tumba quedó completamente llena de colores.

Miles de parias expresaron su cariño a Ferrer con su presencia, viniendo de pueblos lejanos y soportando un sol y un calor de extremo rigor.

"Vicente ya no está, pero nos dio confianza en nosotros mismos y ahora podemos seguir", aseguraba Nagamani, una jornalera que gana 40 rupias diarias (0,6 euros) y está en un proyecto de microcréditos. Kullayappa, sin zapatos y vestido con un humilde dhoti (un trozo de tela a modo de falda para hombres), dice que gracias al trabajo del catalán la vida de su hijo será más prometedora que la suya: está estudiando farmacia. "Con mi sueldo de 100 rupias diarias -1,5 euros- no hubiera soñado siquiera en pagarle los estudios. Estoy aquí en agradecimiento, pero sé que lo que ha hecho no se puede corresponder".

Una delegación de españoles llegó también por su propia cuenta a la despedida. Entre ellos, el periodista Ginés Llorca, admirador del filántropo porque era "un creador de pensamiento, de esos a los que los demás se podían referir". Erica Barbancho, en su momento asistente de Ferrer, sentenció: "Yo ya tenía vocación, pero viendo el trabajo de Vicente me motivé más porque me he dado cuenta de que es posible cambiar el mundo y la pobreza, como él decía", afirma.

Después de la exaltación de la capilla ardiente y el funeral, ayer el campus de Anantapur parecía desierto. Era muy extraño caminar por sus calles sin oír un sorpresivo: "¡Hola, ¿cómo estás?!". Anoche ya sólo algún que otro grillo rompía el silencio.

Anna Ferrer llora a su marido, Vicente, ayer durante el entierro.
Anna Ferrer llora a su marido, Vicente, ayer durante el entierro.A. G. R.

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