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La 'caja negra' del AF447 está en un área como la provincia de Zaragoza

Un submarino y dos buques rastrean una zona de 17.000 kilómetros cuadrados en el fondo del océano Atlántico

Antonio Jiménez Barca

En medio del océano Atlántico, dos barcos cargados con micrófonos finísimos y un submarino equipado con un sónar rastrean una zona del tamaño de la provincia de Zaragoza en busca de un sonido parecido a un martillazo. Paul-Louis Arslanian, director de la Oficina de Análisis e Investigaciones, el organismo oficial francés encargado de investigar el accidente del Airbus, sigue sin conclusiones sobre las causas del siniestro del vuelo AF447, que viajaba de Río de Janeiro a París con 228 personas a bordo. Pero ayer describió en rueda de prensa los detalles de la búsqueda de la caja negra en un área de 17.000 kilómetros cuadrados.

Mostró por el sistema de megafonía de la sala una señal idéntica a la que, desde el 1 de junio, día del accidente, emite la baliza adherida a la caja negra del avión, hundida en el mar, entre montañas submarinas, a una profundidad probablemente de más de 4.500 metros. El sonido que emite es un toc-toc-toc, parecido al de un martillazo seco en una madera. Si la baliza no se ha dañado, empezó a emitir desde el momento en que entró en contacto con el agua. El toc-toc-toc estará sonando hasta que se le agote la batería. Como mínimo, tiene energía para un mes. Hasta el 1 de julio.

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La señal tiene un alcance de dos kilómetros. Más allá, es inaudible, incluso para los finísimos receptores enviados allí por Estados Unidos y Francia. Para calibrar el alcance, el tamaño y la dificultad de la búsqueda, el director del organismo francés recordó que la zona rastreada cae de lleno en lo que se denomina la Dorsal Atlántica, esto es, una cordillera que atraviesa el océano Atlántico de arriba abajo, con unas simas a 4.500 metros y otras crestas a 800.

En su busca participa un submarino nuclear francés equipado con un sónar y dos remolcadores, también franceses, que, atados a cables de más de 6.000 metros, pasean unos ultrasensibles hidrófonos cedidos por el Pentágono capaces de escuchar ese toc-toc-toc a más de un kilómetro y medio de distancia. Arslanian precisó que es una búsqueda difícil, sujeta a decisiones arriesgadas: "Si acotamos una zona pequeña de rastreo, corremos el riesgo de dejar de lado la baliza; si abarcamos una zona muy amplia, a lo mejor no llegamos a tiempo". Arslanian no defendió ninguna hipótesis sobre la causa del accidente: "Aún estamos recogiendo datos. Y es mejor hacerlo sin ideas preconcebidas. Así se abren más los ojos". Con respecto a los últimos descubrimientos de las autopsias, que descartan en principio una explosión debido a la falta de quemaduras en los cadáveres, Arslanian fue claro: "No hablaré de eso porque no hemos tenido acceso al resultado de las autopsias, hechas por personal brasileño. Tenemos un médico en Recife, pero no le han permitido sumarse al equipo".

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Paul-Louis Arslanian, director de la Oficina de Investigaciones.
Paul-Louis Arslanian, director de la Oficina de Investigaciones.EFE

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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