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Reportaje:breakingviews.com | Laboratorio de ideas

Zona peligrosa

El apetito por la deuda pública cae y aumenta la presión sobre los Gobiernos

Los bonos gubernamentales están entrando en una zona peligrosa. Ahora que vuelve el apetito por el riesgo, los inversores ya no acuden en masa a la seguridad de la deuda pública, justo en un momento en el que un torrente de nuevas emisiones llega al mercado para financiar los déficit por las nubes. Sortear la zona peligrosa requerirá habilidad y suerte.

La aparición de brotes verdes en la mente de los inversores ya ha hecho subir la rentabilidad de la deuda pública. En Estados Unidos, el rendimiento a 10 años subía desde un mínimo del 2,1% en diciembre hasta el 3,7%. El miércoles se producía una subida especialmente pronunciada. Mientras tanto, los Gobiernos de todo el mundo están viendo subir vertiginosamente el déficit presupuestario como consecuencia de sus intentos de proteger de la crisis sus respectivas economías. En Estados Unidos y el Reino Unido, el deterioro fiscal es especialmente grave, con un déficit en cada uno de ellos que este año ronda el 12%.

Algunos expertos quieren que los bancos centrales controlen la subida del rendimiento de los bonos aumentando su compra de deuda pública. La teoría es que una expansión cuantitativa más audaz ayudaría a limpiar la inundación de bonos del Tesoro. Es una mala idea que podría resultar contraproducente. Los inversores podrían llegar a la conclusión de que las autoridades se están dedicando a acuñar dinero indisciplinadamente, lo cual provocará una devaluación de la moneda y acabará estimulando la inflación. El resultado sería una nueva subida de la tasa de rendimiento de los bonos, porque los inversores incluirían una prima por inflación.

El modo menos malo de seguir adelante es que los Gobiernos soporten el aumento de los costes de financiación y esperen que los compradores no se pongan en huelga. De momento, ese supuesto apocalíptico es improbable, pero sigue habiendo motivos de preocupación. En primer lugar, existe la posibilidad de que se rebaje la calificación crediticia de los países. La semana pasada,

Standard & Poor advertía de que el Reino Unido puede perder su calificación AAA, aunque esta semana Moody's confirmó la calificación de Estados Unidos. En segundo lugar, el Gobierno chino empieza a preocuparse por el hecho de tener una parte tan elevada de su riqueza en bonos estadounidenses. Por ahora, Pekín sigue comprando deuda, pero se ha pasado a títulos con vencimiento a corto plazo. Eso significa que Estados Unidos tendrá que refinanciar sus deudas a un ritmo más rápido.

Por último están los bancos. En todo el mundo han sido los grandes compradores de deuda pública durante la crisis. En muchos aspectos, era el modo más sencillo de reconstruir sus balances. Han podido comprar bonos, que pagan un interés, pongamos, del 3%, y financiarse por menos del 1% con préstamos de dinero a corto plazo de sus bancos centrales. Parecía una buena especulación que no acarreaba riesgos.

La pega es que las recientes pérdidas de capital derivadas de la tenencia de bonos podrían haber eliminado el pequeño beneficio obtenido mediante esta especulación. Si los bancos dejan ahora de ser compradores de deuda pública y empiezan a venderla, aumentará la rentabilidad y también aumentarán las dificultades de las autoridades para obtener financiación. La zona de peligro de la deuda pública no tiene por qué ser un desastre. Si los brotes verdes se convierten en una recuperación real, la recaudación fiscal aumentará y el déficit presupuestario disminuirá. Pero hasta que el dinero empiece a circular, existe el riesgo de que las cosas acaben torciéndose. Los Gobiernos deben garantizar a los inversores que disponen de planes creíbles para equilibrar el presupuesto público. -

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