Las calles que inspiraron 'Blade runner'
Atracón de 'takoyaki', deliciosas bolas de pulpo, en la avenida Dotombori, de donde surgieron los decorados de la película de Ridley Scott. Y visita a un 'cat café', donde los gatos ejercen de anfitriones
En Japón, al subir por las escaleras mecánicas, uno debe colocarse al revés que en Occidente; el que va sin prisa debe situarse siempre a la izquierda. Menos en Osaka. Aquí, por razones que no acaban de justificarse del todo, hay que arrimarse a la derecha. Un buen ejemplo de lo que al viajero le aguarda en esta ciudad, una de las mayores capitales económicas del mundo y, a la vez, una urbe que se enorgullece enormemente de su carácter provinciano: la perfecta contradicción en el país de las contradicciones. Una ciudad que ha sido retratada de manera mucho más escueta que Tokio o Kioto, generosamente plasmadas en el cine o la literatura de figuras que van desde Haruki Murakami a Sofia Coppola o Yasujiro Ozu. En cambio, si Osaka ha llegado a ojos foráneos es por filmes como Black rain -estampa tenebrosa y postiza a cargo de un Ridley Scott que encontró enormes trabas para rodar en la ciudad- o en forma de maqueta arrasada por el legendario Godzilla en largometrajes como El Rey de los monstruos o Godzilla contra Biollante. Ignoremos de momento su estela de destrucción y adentrémonos sin más dilación en esta amable y enigmática ciudad.
10.00 El disfraz del emperador
La puerta de entrada a Osaka suele ser la estación de tren bala de Shin-Osaka o el Aeropuerto Internacional de Kansai (1), liviano y elegante conjunto proyectado por Renzo Piano sobre una isla artificial. Traspasado el umbral, el museo de historia de la ciudad (2) (www.mus-his.city.osaka.jp. Entrada, 5 euros) puede ser la mejor toma de contacto. Además de explicar la importancia de Osaka como puerto comercial y centro mercantil a través de maquetas y decorados del periodo Edo o los años veinte, en el décimo piso se recrean el palacio y la corte de Naniwa (primer nombre de la ciudad). Aquí uno puede inmortalizarse disfrazado de emperador o emperatriz del siglo VII (el museo provee las suntuosas ropas), aunque los que más disfruten sacándonos fotos de esta guisa sean sin duda los visitantes japoneses del museo. Desde los ventanales de esta planta se aprecian el yacimiento arqueológico del propio palacio de Naniwa y el cercano y omnipresente castillo, nuestra siguiente parada.
11.00 Un salón de oro para tomar el té
Que nadie espere encontrar una fortaleza del medievo intacta. Arrasado por los bombardeos estadounidenses durante la II Guerra Mundial, el castillo de Osaka (3) (www.osakacastle.net. Entrada, 5 euros) fue reconstruido en hormigón armado y su interior es hoy un interesante museo, donde se contempla el impresionante biombo pintado (incluye más de 5.000 personajes) que narra el sangriento asedio y la toma del castillo en 1615 a cargo de la casa Tokugawa, la de los sogunes del periodo Edo. También existe una reproducción de la legendaria sala de té desmontable y portátil del señor feudal Hideyoshi Toyotomi. En su interior, lo único no bañado en oro (hasta las tazas lo estaban) era el propio Toyotomi. Si esta visita no logra saciar el antojo de feudalismo nipón, siempre se puede visitar el castillo de Himeji (a una hora en tren), el mejor conservado del país.
13.00 "Café y minino, por favor"
Para degustar la rabiosa y extravagante modernidad japonesa hay que parar en Neko No Jikan (4) (www.nekonojikan.com), uno de los muchos cat cafés que existen en Japón, donde uno puede tomarse algo mientras acaricia y juega con los gatitos que pululan libremente por el local. Entrar en uno es la mejor manera de certificar la devoción simpática (y un tanto obsesiva) que los japoneses sienten por estos felinos. Desde aquí se puede poner rumbo a la enorme (y, cuidado, laberíntica) estación de Umeda, donde en sus cientos de restaurantes se puede disfrutar de especialidades de Osaka -la capital gastronómica de Japón- como el okonimiyaki (una especie de tortilla a la plancha) o el takoyaki (bolitas de pulpo fritas). Cerca de este epicentro urbano -como casi todas las ciudades niponas, Osaka se articula en torno a sus estaciones ferroviarias- queda el Umeda Sky (5), edificio colosal y efectista firmado por Hiyoshi Hara.
15.00 Granjas en el parque
Teniendo en cuenta que en muchos entornos urbanos japoneses es difícil dar con edificios levantados antes de los bombardeos que arrasaron el país durante la guerra, el museo de granjas al aire libre (6) (www.occh.or.jp/minka. Entrada, 4 euros) conforma una excelente muestra de arquitectura tradicional en madera. Se trata de una decena de antiguas granjas, la mayoría concebidas en torno al fogón tradicional (irori), transplantadas desde diversos puntos del país hasta el agradable parque de Hattori-Ryokuchi (cruzando el río Yodo). Desde aquí habrá que atravesar la ciudad para alcanzar el área de ocio de Tempozan (7), cerca del puerto. Una zona ideal si se va con niños, ya que se puede visitar el acuario (www.kaiyukan.com. Entrada, 4 euros) o el Museo Suntory (www.suntory.com), cuyo edificio ha proyectado Tadao Ando. Es recomendable subirse a la enorme noria, especialmente de noche, cuando Osaka y la cercana Kobe tiñen con sus luces el suelo hasta donde alcanza la vista.
18.00 Camisetas en miniatura
Aunque Osaka no destaque por sus templos y jardines, valen la pena el hermoso parque Tenno-Ji y el cercano Shitenno-Ji (8), uno de los templos budistas más antiguos (data del siglo VI) de Japón, cuya pagoda puede visitarse. De ahí a Den Den Town (9), avenida plagada de tiendas tecnológicas de varios pisos (es el equivalente al Akihabara de Tokio), donde uno encuentra todo tipo de aparatos electrónicos, merchandising manga y anime o miniaturas de cualquier cosa imaginable, desde muebles hasta camisetas. Si aún le quedan fuerzas, asómese a Namba Parks (10) (www.nambaparks.com), un original complejo formado por una torre de 30 pisos y un centro comercial al aire libre con varios niveles escalonados y ajardinados que se superponen.
21.00 Un sótano 'beatlemaniaco'
Dotombori es, junto al castillo, la estampa más conocida de la ciudad. Se dice que esta avenida atiborrada de carteles luminosos fue la que inspiró los decorados de Blade runner, y, de hecho, el director del filme, Ridley Scott, rodó aquí varias secuencias nocturnas de Black rain años después. Y sin duda es de noche cuando hay que visitarla y dejarse tentar por su copiosa oferta culinaria. Ganko Sushi (11) (cerca de la esquina con la avenida Mido-suji) o los izakaya (taberna japonesa) que la franquicia Torikizoku (12) (www.torikizoku.co.jp) tiene en los alrededores ofrecen una excelente relación calidad-precio. Para tomar una copa se puede cruzar Mido-suji y penetrar en Amerika-mura, barrio de la moda juvenil cuajado de tiendas de ropa y discos donde se encuentra Grand Café (13) (www.grandcafeosaka.com), uno de los mejores clubes de electrónica de Osaka. A un paso está el Merseyside Mojo Bar (14), un recoleto y agradable sótano con los Beatles como leitmotiv y regentado por el productor y músico Ryo Chihara. A Chihara le gusta que los foráneos escriban en su insólito libro de visitas y deleitar a los españoles con una selección de música patria que incluye la sintonía del programa de Félix Rodríguez de la Fuente. Es en momentos como éste cuando uno siente que empieza a entender la esquiva y misteriosa esencia de Osaka. Aunque da igual, a la mañana siguiente se nos volverá a escurrir entre los dedos como una gota de agua.
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