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La peligrosa fragilidad de los paquidermos

Jacinto Antón

Los elefantes son unos seres tan complejos como grandes y eso los hace potencialmente muy peligrosos, sobre todo en situaciones de abuso o estrés. Un gran tusker -macho de enormes defensas- hizo papilla al célebre white hunter Bill Judd arrodillándosele encima (una forma clásica de ensañarse que tienen los paquidermos y que no salía en Dumbo). John Hunter y su escopetero Saseeta acecharon durante días al quisquilloso elefante de la selva de Aberdare, en Kenia, que había hecho estragos con el bambú y los nativos. Quien firma estas líneas, sin ir más lejos, observó hace años los efectos -tipo La senda de los elefantes- de un paquidermo loco en su campamento en el lago Manyara (Tanzania) y aún no se ha recuperado de la impresión. Pero no hace falta recurrir a los clásicos. Los accidentes con elefantes en zoos y circos son continuos. Abu mató al supervisor de estos animales en el zoo de Viena en 2005. Una elefanta nerviosa se cargó de un trompazo a su cuidador en el de Moscú en 2007. Inexplicablemente, un elefante que a lo mejor lleva 10 años dejándose montar pacíficamente por los niños y fotografiar por los padres toma a un pequeño con la trompa, lo estampa contra el suelo y luego lo pisotea con encono. Es difícil discernir por qué. El frenesí sexual de los machos los hace muy irascibles. A ambos sexos a veces se les cruzan los cables, igual que a nosotros pero con varias toneladas más de mal rollo. Criaturas muy sociales y jerarquizadas, la soledad les afecta enormemente. Los casos históricos de elefantes locos son muchos y muy tristes (pero aleccionadores). A Murderous Mary, que mató rabiosa a su cuidador, la ahorcaron (como lo oyen) colgada de una grúa en 1916 en Tennessee; hubo que izarla dos veces. Sólo algo menos atroz fue la ejecución de Topsy, que mató a tres tipos del Forepaugh Circus y murió electrocutada en 1903. A Chunee, que se volvió asesina por miedo al dentista, le metieron 152 balas y la remataron con un arpón. Es conocido el episodio de Orwell, que mató a un elefante criminal en Birmania. Los elefantes pueden resultar entrañables. En Barcelona, desde los legendarios de Aníbal al de las atracciones Caspolino, pasando por L'Avi y el Elefant Blau, les tenemos apego. Pero sería un error desdeñar su lado oscuro y su fragilidad mental, y el peligro que comportan.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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