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Columna
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El 'Sputnik' y el taikonauta

Jordi Soler

Aquella célebre técnica stalinista de borrar de las fotografías a los enemigos del régimen fue refundada, a nivel artístico, por Joan Fontcuberta en su, no menos célebre, Proyecto Sputnik, en el que él mismo, con su nombre debidamente rusificado (Ivan Stochnikov), se transfigura en cosmonauta borrado de las fotografías. Este proyecto, que puede verse ahora en Barcelona, en el Palau de la Virreina, engañó hace no mucho a un programa de televisión que creyó que el cosmonauta Istochnikov era, en efecto, un funcionario soviético caído en desgracia, y no el personaje del que se sirvió Fontcuberta para darle cuerpo y sustancia a su obra.

"Hemos de superar la idea de que realidad y ficción son categorías que están en los antípodas una de otra. Son maleables y tienden a fundirse. En toda realidad hay ficción, y al revés", dice el mismo Fontcuberta de su obra y añade, en una entrevista que hace dos años le hizo Jacinto Antón en estas mismas páginas: "Mi trabajo tiene mucho que ver con el ilusionismo; la principal técnica del ilusionista es desviar la atención, cuando miras a un lado te la cuela por el otro". Como eco involuntario de la retrospectiva de Fontcuberta, se ha puesto en duda estos días la primera caminata espacial china que tuvo lugar, y el modesto espacio en la prensa internacional, hace muy pocos meses.

Como eco del 'Proyecto Sputnik' de Fontcuberta, estos días se ha puesto en duda la caminata espacial china

Los astronautas, que en Rusia son cosmonautas, en China son taikonautas. La televisión oficial de aquel lejano país transmitió en directo el momento en que un taikonauta emergía trabajosamente por la escotilla de la nave Shenzhou-7, y eso de "caminata espacial", como bien sabe usted, es un decir, pues lo que normalmente hemos visto en astronautas y cosmonautas que han caminado por el espacio se parece más a un hombre que se sujeta desesperadamente, con cuerdas, arneses y garras, al corpus de la estación espacial; pues el taikonauta no hizo ni más ni menos, se dejó mangonear, bien sujeto al arnés, por las corrientes espaciales, mientras era contemplado, en un salón lleno de monitores y de trabajadores del cosmos, que parecía una réplica de esos salones de la NASA que sirven para el mismo menester. Además, la caminata del taikonauta fue apoyada desde el salón por el primer ministro chino y, para sellar el compromiso de la república popular con la carrera espacial, intercambió unas palabras, cuatro fruslerías, con el taikonauta que flotaba en la pantalla.

Los chinos tienen planes espaciales bastante ambiciosos. Este año lanzarán el Shenzhou-8 y en 2010 el 9; se trata de misiones que servirán para ultimar los detalles científicos del gran proyecto que es tener una base lunar habitada en el año 2017, es decir, unos años antes de que la NASA plante la suya.

La carrera espacial china, por el secretismo con que se ha manejado y por ciertas maniobras espaciales de limpieza cuestionable, ha sido tradicionalmente mirada con recelo por las potencias del mundo occidental. Baste explicar escuetamente la primera piedra de aquel programa espacial: en julio de 1969, ningún chino de los que gozaban de la revolución cultural tuvo noticia ni de que el Apolo XII había llegado a la Luna, ni de que el astronauta Armstrong había puesto su bota en la superficie lunar. Para los chinos, la noticia de la conquista del espacio llegó casi un año después, en abril de 1970, ligeramente sesgada: quienes lo habían conquistado eran ellos mismos, con el lanzamiento del Dongfanghong-1, su primer satélite, que contaba con el lujo de unos altavoces que emitían, para cualquier habitante del vacío espacial que quisiera oírlo, el himno favorito de Mao: El oriente es rojo.

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La gesta del taikonauta fue transmitida por la televisión estatal china y los noticiarios de Occidente aprovecharon algunas imágenes para ilustrar la nota y, cosa de estos tiempos, la transmisión completa fue subida inmediatamente a YouTube. Al día siguiente, varios internautas ya le habían visto las puntadas a la caminata del taikonauta; las facilidades de visión que permite YouTube (repetir, poner pausa, ampliar la imagen, etcétera) los hizo descubrir un movimiento raro de la bandera que agita el taikonauta y esto, más otros detalles, como una serie de burbujas de aire que escapan del casco del taikonauta, los ha hecho concluir que la caminata no fue en el espacio, sino en el fondo oscuro de una piscina.

Mírelo usted mismo y saque su propia conclusión. Escriba en el buscador de YouTube: "China's space walk was fake". Esta idea de que la realidad y la ficción "son maleables y tienden a fundirse", que queda tan bien para la obra de Fontcuberta, resulta monstruosa cuando se aplica al taikonauta (concediendo que el vacío espacial chino sea, efectivamente, el fondo de una piscina); lo que es arte en el proyecto del fotógrafo es fraude en la caminata del taikonauta; la coincidencia de estos dos eventos espaciales, en esta temporada, dejan al descubierto la delicada frontera que hay entre la ficción y la mentira.

Jordi Soler es escritor

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