Rotterdam elige al primer alcalde musulmán inmigrante de Holanda
Ahmed Aboutaleb nació en Marruecos y es hijo de un imán
Impecable en su atuendo y exquisito en maneras, el socialdemócrata Ahmed Aboutaleb, de 47 años y secretario de Estado de Asuntos Sociales, se ha convertido en el primer alcalde musulmán de origen inmigrante de Holanda. Hijo de un imán marroquí que llegó en 1976 con su familia, y apodado El Unificador, ha sido elegido en Rotterdam, la segunda urbe holandesa. Una ciudad que acoge al mayor puerto de Europa y con casi la mitad de su población (el 46% de sus 600.000 habitantes) originaria de 174 países.
Rotterdam es también la ciudad desde la que el asesinado líder ultraderechista Pim Fortuyn lanzó en 2002 su campaña contra el islam. Sus herederos políticos, hoy en la oposición en un Consistorio encabezado por la socialdemocracia, se han revuelto. "Es un tipo de Ámsterdam y un arribista que encima apoya al Ajax [equipo de fútbol de la capital] y no al Feyenoord local", dicen.
De momento, Aboutaleb mantiene intacta su sonrisa ante un reto para el que le apoya el 45% de los holandeses. Pero su ascenso no sólo ha hecho historia por sus orígenes y biografía: aprendió enseguida holandés, estudió ingeniería de telecomunicaciones y trabajó en la televisión antes de ser portavoz ministerial y concejal en Ámsterdam.
Lo que le hace aún más especial es haber demostrado que el secretismo con que eran nombrados los alcaldes en Holanda ya es cosa del pasado. Hasta 2002, el concejo municipal elegía a su regidor previa presentación de una terna. En una negociación a puerta cerrada, el cargo solía repartirse entre los grandes partidos para mantener el equilibrio entre el Gobierno y el poder local. Al permitirse desde hace seis años la presentación de candidaturas libres, el mapa municipal nacional ha dado un vuelco. Aunque el ciudadano sigue sin poder votar en unas elecciones abiertas, de las grandes ciudades, Ámsterdam, Rotterdam, Utrecht y La Haya, sólo la última está en manos liberales. En las demás hay un alcalde socialdemócrata. La democracia cristiana, que sí lidera un Ejecutivo de centro-izquierda, se ha desdibujado en los consistorios.
A pesar de este entorno en apariencia proclive, Aboutaleb, defensor de la negociación como método de trabajo, "una característica esencial del islam", como dice, no lo tendrá fácil. En cuanto se supo que había sido elegido, la extrema derecha nacional, con nueve escaños en un Parlamento de 150, le rechazó por "poco fiable". Según Geert Wilders, su jefe, Aboutaleb no debería ejercer una función pública mientras mantenga su doble pasaporte holandés y marroquí. La crítica no es nueva ni exclusiva, aunque sí difícil de resolver. Marruecos no permite a ninguno de sus emigrantes renunciar a la nacionalidad del reino.
En pleno revuelo por su designación, Aboutaleb ha aludido a la singularidad de la ciudad portuaria y a su población multicultural. "Es muy especial, con gente diversa y una gran historia", ha dicho. Y ha tranquilizado a los que le han criticado por abandonar el Gobierno en plena legislatura. "Terminaré mi mandato de seis años en Rotterdam", promete.
Para la comunidad marroquí holandesa, su victoria "es excepcional y bien venida", sobre todo porque se reconoce como un musulmán practicante sin miedo a criticar a su propia comunidad. Un estilo que quedó claro en 2004, tras el asesinato del cineasta Theo van Gogh a manos de un joven radical de origen marroquí. Durante unos días de duelo, nerviosismo y desconcierto generales, él pateó la calle como concejal de Educación de Ámsterdam, animando a la ciudadanía a mantener la calma sin dejarse llevar por el odio étnico.
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