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CENIZAS DE FÚTBOL | Violencia en el fútbol
Columna
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Una divergencia filosófica

Enric González

Aristóteles no se dedicó, por fortuna, a la crónica futbolística: habría fracasado miserablemente. Aristóteles pensaba que la realidad es obvia, porque la tenemos ante nuestros ojos y podemos verificarla de forma empírica. Según Platón, por el contrario, lo que vemos es sólo apariencia, una deformación de las ideas abstractas que constituyen la auténtica realidad.

No hay mucho que discutir: Platón tenía razón. Pongan frente a frente a un culé y un periquito y háganles hablar del partido del sábado. ¿Realidad? ¿Qué realidad?

La continua colisión de pseudorealidades ha generado, desde siempre, interesantísimos debates intelectuales. En la ingente producción metafísica del fútbol español existe un episodio clásico, aunque poco conocido, que vale la pena rescatar.

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El 19 de enero de 1964, CE Tortosa y CE Sabadell, líder de la categoría, disputan un partido de la Tercera División. Ganan los tortosinos, locales, por 3-1.

El 21 de enero, en el periódico Sabadell, el periodista José Cabeza ofrece su visión de los hechos. Tras referirse al público de Tortosa, "que conserva el criterio del aficionado del Paleolítico", califica al "colegiado de turno" de "gran vencedor", por su "impecable manera de darle la vuelta al marcador mediante el sencillo expediente de señalar dos absurdos penaltis contra el equipo arlequinado", después de que éste se adelantara en el marcador. Un nuevo repaso por la vía shakespeariana a "los públicos de la ribera del Ebro, un asunto que, como diría el príncipe de Dinamarca, huele a podrido", una nueva referencia al "fanatismo troglodita" en las gradas y al "coaccionado colegiado", y un suspiro: "Al menos esta temporada no hay que volver".

El mismo 21 de enero, en La Voz del Bajo Ebro, una crónica firmada por Arxhivero habla del mismo partido, pero desde otra galaxia mental, próxima al mecanicismo y por tanto antiplatónica: "El triunfo del Tortosa sobre el líder se basó en un concepto exacto, fue un triunfo forjado en la técnica y la concepción estratégica". El Tortosa "acabó por arrollar al líder" y fue "el indiscutible merecedor de la victoria con dos penaltis claros a su favor". El árbitro, correcto, salvo por un lunar: el gol del Sabadell fue ilegal, por "haber levantado el linier la bandera, señalando fuera de juego del arlequinado".

Las autoridades franquistas consideraron potencialmente peligrosas las divergencias filosóficas entre Cabeza y Arxhivero. El 24 de enero, el Ayuntamiento de Tortosa encarga a sus servicios jurídicos que estudien si el platonismo sabadellense constituye "materia delictiva". El director de Sabadell, José Palau, que no desea judicializar una simple polémica intelectual, intenta conciliar posiciones ante el Ministerio de Información y Turismo, pero aprovecha para resaltar ciertas hipótesis adicionales sobre el público tortosino, "el cual, no contento con agredir incluso a las señoras, se ensañaron [audaz desdoblamiento sintáctico] reventando neumáticos de los coches de los visitantes".

El 28 de enero, La Voz del Bajo Ebro critica las tesis "confusionistas" de la escuela platónica sabadellense y, como cierre del debate, formula una interesante apelación al relativismo, que trasciende a Platón y nos lleva al menos hasta Spengler, si no al mismísimo Wittgenstein: "¿Que hubo pasión en el ambiente? De acuerdo. ¿Acaso no es ello natural?".

[Este artículo se ha confeccionado con los materiales de la época, recopilados por el periodista Pere Font].

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