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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Llora por mí, Argentina

La batalla que enfrenta a los agricultores y al Gobierno argentinos puede hacer que muchos ciudadanos europeos se alineen rápidamente con la causa de unos pobres campesinos contra el Gobierno de un país con antecedentes de totalitarismo, populismo y corrupción.

Lo primero es radicalmente falso. El Cono Sur está concentrando los mayores propietarios de tierra y de riqueza del mundo, que transforman un lugar privilegiado (abençoado por Deus, se dice en Brasil) en un foco de miseria, desigualdad, deterioro ambiental, enfermedad y violencia.

Buenos Aires ha llegado en pocos años a niveles de delincuencia y marginalidad iguales a los de São Paulo y Río. La principal causa es el desempleo rural, que empuja a miles de familias a la capital. La ganadería de leche ha retrocedido en estos últimos años, la soja ha avanzado imparablemente. La leche genera, por unidad de terreno, 30 veces más empleo que la soja. El Gobierno quiere aumentar los impuestos a la exportación de soja para frenar este avance, pero los grandes propietarios argentinos, apoyados por las multinacionales de semillas y abonos, se oponen ferozmente.

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La soja argentina (y brasileña) viaja miles de kilómetros para alimentar las vacas europeas, que inundan de leche el mercado internacional. Europa subsidia a sus ganaderos con tres céntimos por cada litro.

Un ganadero de mil vacas recibe subvenciones por valor de 300.000 euros por año (50 millones de pesetas). Las vacas argentinas pastaban para producir leche (es la forma evolutiva correcta), abonaban estos pastos de forma natural, pero la leche argentina se enfrenta a los aranceles europeos, que la hacen no competitiva, mientras que la soja entra en Europa sin cargas.

La soja hoy es producida con abonos químicos que liberan gases de efecto invernadero y contaminan las aguas, produciendo al límite de lo conocido gracias a las semillas transgénicas.

El uso masivo de glifosato (herbicida que mata todo menos la soja transgénica) está cegando (aplicado desde avionetas), intoxicando y generando malformaciones en los niños argentinos. Argentina llora por ti, europeo.

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