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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Adiós a Oriente Próximo

Bush ha hecho la que puede ser su última visita a Israel, con el proceso de paz paralizado

George W. Bush concluyó ayer la que puede ser su última visita a Oriente Próximo, con previsibles propósitos: animar el letárgico proceso de paz palestino-israelí; reforzar la convicción entre sus aliados árabes e islámicos de que Irán es el enemigo común, y como remate, obtener de Arabia Saudí un aumento (mínimo) de su producción petrolífera. Los resultados han sido francamente modestos.

El presidente de EE UU -que, significativamente, ha visitado Israel, Arabia Saudí y Egipto, pero no los territorios palestinos- habló el jueves ante el Parlamento israelí en la conmemoración del 60º aniversario de la fundación del Estado sionista, en retórica celebración de sus éxitos, y sin apenas mencionar el proceso de paz; no parece lo más adecuado en quien defienda el compromiso asumido por las partes en noviembre pasado para crear un Estado palestino antes de que expire en enero el mandato presidencial.

Y, para compensar, aunque ya un tanto a trasmano, Bush pedía ayer en el foro económico de Sharm el Sheik, Egipto, que Jerusalén hiciera los sacrificios necesarios para la paz, que sólo pueden ser la renuncia a parte de sus conquistas territoriales, y aquí, sí que hubo equilibrio, porque no dejó de recordar a la Autoridad Palestina que debía acabar con el terror de Hamás, y adoptar como panacea universal, al igual que para el Irak devastado por la guerra, la democracia.

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En el apartado del frente unificado contra Irán, a quien de nuevo acusó de querer dotarse del arma nuclear, halló la educada comprensión de sus interlocutores como el rey jordano, el primer ministro paquistaní, aquí también el de la AP palestina, y el vicepresidente iraquí, que se hallaban presentes en el foro. Pero eso no significa que ninguno sea partidario de la mano dura, puesto que el que menos teme las consecuencias en toda la zona de una acción contra Teherán. Y, por fin, Arabia Saudí, que sí que ve con gran aprensión el crecimiento iraní en Oriente Próximo, se negó en cambio a aumentar sustancialmente su producción de crudo, que pasa ya de nueve millones de barriles diarios.

Al regreso de Bush a Washington, uno de sus asesores aseguró que había habido "progresos tangibles" en el proceso de paz, si bien admitió que no podía concretar. Lo malo será, como se teme la diplomacia mundial, que en 2009, para cuando Bush se haya ido, los progresos aún no sean ni visibles, ni tampoco audibles.

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