La presa de la larga marcha
Zipingpu, uno de los 391 embalses dañados por el terremoto, amenaza a una localidad de 600.000 residentes - La cifra de muertos se eleva ya a 50.000
"Hay que desarrollar la energía eléctrica en el río Min, promover el desarrollo del oeste de China y construir la felicidad del pueblo de Sichuan". El eslogan, escrito en un cartel gigantesco en la falda de una de las laderas del embalse de Zipingpu, golpea los ojos cuando se ven destrozadas las vallas de hormigón que flanqueaban la carretera que corona la presa, las piedras desencajadas en el muro de aguas abajo, y los desprendimientos de tierra en la lejanía. Porque a la tragedia de los más de 50.000 muertos que, probablemente, causó el devastador terremoto que el pasado lunes sacudió el centro y suroeste de China, se ha sumado otra amenaza. El seísmo dañó 391 embalses -algunos tienen grietas y fugas de agua-, y los esfuerzos para comprobar su estado se han visto ralentizados por las dificultades de acceso y los pobres sistemas de información y de gestión.
Miles de personas caminan días enteros en busca de refugio y comida
"Hay muchas presas, especialmente en Sichuan; los daños debidos al terremoto son extensos, y los peligros no están claros", dijo Chen Lei, ministro de Recursos Hidrológicos, el pasado miércoles en una reunión con sus colaboradores. "El bloqueo de los cauces puede ser repentino, y drenarlos, extremadamente difícil", añadió.
De especial preocupación es la presa de Zipingpu, situada a 75 kilómetros al noroeste de Chengdu (capital de la provincia de Sichuan), ya que nueve kilómetros aguas abajo se encuentra la ciudad de Dujiangyan, donde viven 600.000 personas, aunque las autoridades han afirmado, tras inspeccionarla, que es segura. Pero Wang Guojun, un voluntario de 22 años que ha venido para ayudar a las víctimas del terremoto, no está muy convencido: "Hay muchas piedras sueltas, no me da confianza". Tras el seísmo, la instalación fue paralizada por las grietas y por el hundimiento parcial de algunos de sus edificios.
La presa de Zipingpu, que tiene una altura de 156 metros y una longitud de más de 500 metros, fue muy polémica. Sismólogos del Centro Nacional de Terremotos advirtieron en 2000 que estaba situada demasiado cerca de una falla, que podría provocar seísmos desastrosos. Pero se comenzó en 2001 y se finalizó cinco años después. Su construcción obligó a desplazar a 40.000 personas, en parte de la etnia tibetana. En 1933, un temblor de tierra en la parte alta del río Min causó graves corrimientos de tierras y mató a 9.000 personas. La región montañosa de la zona occidental de Sichuan ha sido un imán para los proyectos hidroeléctricos, debido a las grandes necesidades de energía que ha generado el rápido crecimiento chino.
A un centenar de metros de Wang, tres hombres inspeccionan la estructura, mientras toman notas y hacen fotos. Cuando se les pregunta sobre el estado de la instalación, el responsable del equipo, que declina dar su nombre, dice: "El terremoto ha hecho que la presa se mueva y asiente, pero no hay daños estructurales importantes". Al fondo del barranco, el canal de desagüe lanza una gigantesca cascada de espuma blanca. El Ministerio de Recursos Hidrológicos ha asegurado que se está bajando el nivel para evitar un "desastre" en Dujiangyan en caso de que la estructura ceda.
Una segunda amenaza viene de los deslizamientos de tierra. Al menos dos ríos -el Jialing, en la vecina Gansu, y el Jian, cerca de Beichuan (ciudad devastada por el seísmo)- han sido bloqueados por la caída de piedras y tierra.
Yu Wengang, de 40 años, un hombre que huyó hace dos días de una aldea cercana a Yingxiu, en el condado de Wenchuan, epicentro del terremoto y donde sólo han sobrevivido 2.300 de sus 10.000 habitantes, ha visto uno de estos cauces bloqueados en su largo viaje a pie para huir de la muerte. "La tierra había caído de las dos laderas hasta juntarse en el agua", dice, con el rostro deshecho por el cansancio. "Y en algunos ríos, el agua pasaba por encima de las esclusas".
Como Yu, miles de personas han caminado días enteros, dejando atrás los cadáveres de amigos y familiares, en busca de refugio, agua y comida. "Mi hermana de 18 años ha muerto, pero no encontramos su cuerpo", asegura Jiang Feng, de 16 años, rodeada de cientos de desplazados.
Mientras, miles de militares y policías se dirigían ayer, a pie, por la carretera que corona la presa hacia los pueblos cercanos al epicentro. Un total de 130.000 han sido desplegados en la provincia. En el embalse, bajo el gigantesco eslogan de la ladera, algunas embarcaciones descargaban refugiados huidos del horror.
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