"El diálogo resolverá la tensión nuclear"
Hace ya tres años que dejó la presidencia de Irán, pero conserva los aires patricios y la sonrisa franca que le granjearon el mayor apoyo popular a un político en la República Islámica. Ahora, desde la Fundación para el Diálogo de Civilizaciones, Mohamed Jatamí (Ardakán, 1943) sigue defendiendo sus convicciones a pesar del cambio de rumbo que ha dado el Gobierno de su país. "La religión no se opone a la modernidad", "los humanos tenemos que encontrar lo que nos une y no lo que nos separa", declara en vísperas del I Foro de la Alianza de Civilizaciones, al que no va a poder asistir a pesar de que él sembró la semilla y ha colaborado con los expertos que lo han preparado.
"El ser humano no ha sufrido nunca tanto como ahora"
"Las religiones son el elemento más importante de cada cultura"
"La modernidad ha traído muchos beneficios, pero también problemas"
"Antes de 2003 tampoco tuvimos un programa nuclear militar"
Pregunta. Desde que dejó la presidencia trabaja para promover el diálogo de civilizaciones. ¿Cuáles han sido los resultados?
Respuesta. Hemos establecido dos centros para promover ese diálogo en Ginebra y Teherán. Además del eco en libros y periódicos, universidades de todo el mundo organizan seminarios y tanto centros gubernamentales como no gubernamentales lo promocionan. Los primeros ministros de España y Turquía han lanzado la Alianza de Civilizaciones que en los próximos días se reunirá en Madrid. Y nuestra época necesita ese diálogo porque el ser humano no ha sufrido nunca tanto como ahora. Sólo a través del diálogo puede alcanzarse un mejor entendimiento y convivencia.
P. ¿Qué peso atribuye a las ideas religiosas en la configuración de esos sistemas de valores compartidos que llamamos civilizaciones o culturas?
R. Las religiones son el elemento más importante que hay en cada cultura y en cada país, de ahí que la interacción entre ellas resulte fundamental para resolver los problemas. Por ejemplo, en la Fundación, nos reunimos con representantes del Vaticano, de la Catedral Nacional de Washington y de la Universidad Islámica de Al Azhar, para debatir el camino que hay que seguir. Naturalmente, otras religiones pueden ir incorporándose. Es muy importante ese diálogo interreligioso.
P. Que los doctos de las distintas religiones se pongan de acuerdo parece más sencillo que éstos lo hagan con los ateos. ¿No es mayor el abismo entre los religiosos militantes (cualquiera que sea su credo) y quienes defienden la laicidad?
R. Sin duda, pero el diálogo no se termina en los religiosos. Tenemos muchos problemas humanitarios en los que podemos llegar a un acuerdo [con los ateos], como por ejemplo la pobreza -el más importante de todos- o la grave crisis del medio ambiente. Debemos pensar las cosas que tenemos en común como seres humanos y no dejar que nos separen las diferencias.
P. En el trasfondo de esas diferencias están las relaciones entre religión y Estado. ¿Cuáles son en su opinión las normas que deben regirlas?
R. Es un problema del mundo moderno. En la Edad Media no se planeaba. Hoy triunfa la idea de que debe separarse Gobierno y religión. Se dice a menudo que la secularización acabó con las guerras de religión, pero ha habido otras, como la primera y la segunda guerras mundiales, o numerosos conflictos regionales, que no tienen nada que ver con la religión. No se puede afirmar que la separación de Gobierno y religión pone fin a todos los problemas. Para que no haya guerra, el ser humano tiene que dejar atrás su egoísmo y no verse como el centro del mundo. La religión no se opone a la libertad, el desarrollo y la democracia. Ya no es como en la época medieval.
P. En la República Islámica la combinación de instituciones republicanas y religiosas produce algunos roces. ¿Llegarán a ser insostenibles?
R. Las bases de la República Islámica son republicanas y el chiismo, la rama del islam que seguimos en Irán, permite la ijthad, la interpretación. Eso evita que ambas normas (islámicas y republicanas) se contradigan. En la práctica puede haber algún problema, pero se puede resolver y que la sociedad respete las normas religiosas. El imán Jomeini dijo que en una sociedad islámica si las normas religiosas contradicen a la sociedad, deben cambiarse. Ése es uno de los objetivos principales de los reformistas. Así que no veo contradicción entre ambas.
P. ¿Considera que se ha desandado parte del camino que usted hizo en Irán?
R. Debo precisar que el reformismo no empezó conmigo ni ha terminado conmigo. El reformismo iraní tiene un siglo de historia. Hace 100 años que los iraníes quieren tres cosas: libertad, independencia y desarrollo. La Revolución tuvo el mismo objetivo. Por ello va a continuar. Pero la sociedad tiene altibajos. A veces va más deprisa y a veces más despacio, aunque no deja de avanzar. Las comparaciones sobre el Gobierno actual y el que yo presidí, se las dejo a la gente.
P. ¿Piensa usted ayudar a la lista reformista en las legislativas de marzo?
R. Voy a darles ánimos. He tenido contactos con Rafsanyani, con Karrubí y con otros políticos. Tenemos muchas ideas comunes: lo más importante es que nos coordinemos y que no dejemos resquicios entre nosotros.
P. ¿Hay alguna diferencia práctica entre que ganen los reformistas o los conservadores?
R. Nuestros objetivos no han cambiado. Nos oponemos a la intervención extranjera y creemos que hay que defender a la gente. Pedimos más libertad y la defendemos; queremos mejorar nuestras relaciones con otros países; mejorar nuestro nivel científico y tecnológico; obtener la inversión extranjera que exige el desarrollo económico; potenciar el sector privado... Confiamos en el país. El programa que los reformistas harán público en los próximos días incluirá esos puntos. Y si llegan al poder, los pondrán en práctica. Ése es nuestro deseo. En cuanto a las comparaciones, se las dejo a otros.
P. Fuera de Irán preocupa su ambición nuclear. Durante su mandato, parecía que el entendimiento era posible. ¿Por qué cambió con su sucesor?
R. La crisis estalló cuando yo era presidente. Creíamos en la necesidad de tener energía nuclear (...) y como miembros del Tratado de No Proliferación tenemos derecho a ella. La preocupación de las potencias es comprensible, pero sus formas, no. Irán no tiene armas nucleares ni lo pretende. Lo hemos dicho muchas veces. Lo han comprobado los inspectores de la ONU y lo ratifican 16 organizaciones de inteligencia de EE UU...
P. Sí, pero dicen que el programa se suspendió en 2003...
R. En eso tenemos que corregirles. Antes de 2003 tampoco tuvimos un programa nuclear militar. Si hay preocupación sobre las armas atómicas, hay que mirar a quienes las tienen: nuestros dos vecinos del Este e Israel, que tiene el mayor arsenal de todos. ¿Por qué se presiona a Irán por querer energía atómica? Es una cuestión política. Estados Unidos ha saboteado la vía amistosa. Para volver a ella se requiere que todo el mundo reconozca el derecho de Irán a la energía nuclear y que Irán dé garantías objetivas de que no desvía esa tecnología hacia un programa militar. Irán no ha cambiado a ese respecto. Sigue dispuesto a colaborar con otros países y con los inspectores. Confío en que se llegue a una solución por la vía del diálogo. Un diálogo justo resolverá la tensión nuclear.
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