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Reportaje:CINTA BARBERÀ | Vivió cuatro meses con un corazón artificial

"Con la mano en el corazón notaba el motor, como si fuera una corriente"

Ana Pantaleoni

Sobre la mesa de la habitación 412, un calendario escrito a mano. Maria Cinta Barberà, 43 años y madre de mellizos, pone los números y después los tacha. Han sido muchos meses de hospital. En agosto de 2006, tras superar el tratamiento de quimioterapia, Cinta se sentía muy mal. Le detectaron una insuficiencia cardiaca terminal.

El pasado 5 de junio le colocaron una innovadora turbina para bombear la sangre de su corazón enfermo. Cardiólogos del Hospital Universitario de Bellvitge, en L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona), apostaron por este mecanismo con unas baterías externas que le daban una autonomía de 16 horas. Era, en principio, un implante permanente. Eso fue la teoría médica.

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Cuatro meses y diez días después, el corazón de Cinta se ha recuperado. A un ritmo veloz. Y los médicos le han extraído el implante. "Nadie esperaba que me recuperaría en tan poco tiempo", afirma con orgullo. El dispositivo de asistencia mecánica fue retirado durante una operación el pasado 15 de octubre que los médicos califican de pionera en España.

Cinta comienza a relatar su historia, la de una mujer dinámica y decidida a la que le gusta ser autónoma. "La realidad de lo que tenía no la supe hasta que llegué al hospital de Bellvitge. El doctor Roca me pidió tres cosas: tiempo, confianza y paciencia", dice Cinta.

Los médicos le explicaron el sistema y Cinta se leyó el manual con detenimiento: turbina colocada en la cavidad torácica y, en el interior de su cuerpo, 200 gramos de peso extra. El aparato dispone de una cánula incorporada que aspira la sangre desde el ventrículo izquierdo hasta la arteria aorta. La máquina trabaja a 5.000-6.000 revoluciones por minuto y se conecta con el exterior con un cable que sale por la piel del vientre hacia la unidad de control y las baterías.

"Sabía que tenía muy pocas oportunidades para tirar adelante. Me mentalicé y me preparé para la muerte. El cáncer impedía el transplante de corazón. Gracias a la máquina estoy viva. De la otra forma no hubiera aguantado: era incapaz de ponerme en pie, de mantener una conversación, de comer...".

La operación fue un éxito. Y su historia salió en todos los medios de comunicación. "La primera sensación al despertar fue ver que me salía un cable del cuerpo y un aparato negro colgado de un gotero. Me consideré un bicho muy raro. Con la mano en el corazón, notaba el motor, como si fuera una corriente". La expectativa de vida de la enferma era de pocas semanas antes de este implante.

En los cuatro meses que ha llevado la turbina en su interior, sólo ha hecho dos excursiones a la cafetería del hospital. No ha resultado nada fácil. En la cesta del taca taca colocaba las baterías y el portátil. Un peso de unos tres kilos. "Me acoplé bien, incluso aprendí a hacer la cama con la máquina". Lo peor fueron los fuertes dolores y algún descuido: "Estaba muy mentalizada. Ya me veía en casa capaz de hacer la comida. Tuve algún percance, sacando el polvo apagué un par de veces el portátil", añade.

¿El corazón se ha recuperado para siempre? Cinta responde tranquila: "La verdad es que no me preocupa. Tampoco sé si lo quiero preguntar".

La paciente, vestida con una bata de flores diminutas y pulsera de oro en el tobillo, prepara un libro sobre su experiencia con la colaboración de su fisioterapeuta, Esteban Bosch. Las primeras líneas servirán para agradecer a su marido, familia, amigos y personal médico del hospital. Todos le han ayudado. "Desde un celador hasta el médico. Todo el mundo me ha apoyado. El objetivo es explicar todo lo que ha pasado pero desde un punto de vista positivo. Quiero contar cómo he ido asimilando todo lo que ha ido pasando, tanto en el cáncer como en el tema del corazón".

En Navidad, volverá a su pueblo, Els Reguers. Mientras tanto, se someterá a recuperación y dormirá en un piso que ha conseguido cerca del hospital con ayuda de la Liga Contra el Cáncer de Tarragona y Terres de l'Ebre. "Tengo ganas de hacer cosas que me hagan sentir viva".

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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