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Reportaje:

Ámsterdam se rinde a las tres décadas prodigiosas del Modernismo catalán

El Museo Van Gogh propone un paseo por la Barcelona de inicios del siglo XX

La puerta grande de Cataluña para mostrarse al mundo sigue siendo el Modernismo. A la gran exposición sobre este periodo inaugurada en marzo pasado en Nueva York, le sigue ahora otra en el Museo Van Gogh de Ámsterdam, menos espectacular tal vez, pero no menos intensa (hasta el 20 de enero, www.vangoghmuseum.com/barcelona). La muestra, que se inscribe en un ciclo que el museo dedicada a las ciudades en el cambio del siglo XX -hasta ahora, Glasgow, Praga y Viena-, lleva por título Barcelona 1900 y se centra en la historia de la capital catalana durante el arco que va de 1880 a 1909, 30 años en los que la sociedad catalana protagonizó un hervor de ideas, proyectos y realizaciones como no ha vuelto a conocer desde entonces. Todo ello asociado naturalmente a la Renaixença, cuando surge un sentido de identidad profundamente ligado a la lengua y la cultura.

La ciudad se siente entonces la París del sur, la rosa de fuego, la ciudad de las bombas

"Explicamos una historia sobre la historia de Barcelona", destacó en la inauguración la comisaria de la muestra, Teresa M. Sala, de la Universidad de Barcelona. El recorrido propone, en efecto, un "paseo" por distintos espacios simbólicos que convergen en la época. Está así la Barcelona industrial y próspera, la llamada "Manchester catalana", pero junto a ella se halla también representada la miseria que tal prosperidad generaba en el reverso de la medalla. Así, en la primera sala, ante los egregios bustos de los condes de Güell, grandes industriales y mecenas, aparece el cuadro sobrecogedor La nena obrera (1882), de Joan Planella, una tejedora que no llega a los 10 años sumisamente anclada a la máquina. La exposición, que cuenta con varios documentales de la época, se mueve siempre sobre contrastes. En las tres décadas apuntadas, Barcelona no es sólo un centro industrial, sino que además se siente la París del sur, la perla del Mediterráneo, la rosa de fuego o la ciudad de las bombas, por la intensa actividad anarquista que registran sus calles. Naturalmente, toda esa insurgencia necesitaba un órgano intelectual que aglutinara esfuerzos y lo halló en la editorial y revista L'Avenç, que fue dónde se acuñó la palabra "modernismo" y que publicó, traducidos al catalán, autores contemporáneos como Ibsen o Maeterlinck.

Luego, por supuesto, está el arte. Tratándose de modernismo, no podían fallar los dos célebres carteles de Ramón Casas, el del champagne Codorniu -por entonces todavía no era cava- y el del Anís del Mono, con la chula del mantón dando la mano al simio. Naturalmente, tampoco falta Picasso. Aparte de los pequeños retratos, procedentes del Metropolitan de Nueva York, de artistas que frecuentaban Els Quatre Gats, el bar de la calle de Montsió donde se reunían, de Picasso puede verse una obra rara de su época azul, La familia Soler (Déjeuner sur l'herbe, 1903), conservado en el Museo de Arte Moderno de Lieja.

Pero la exposición va más allá de la pintura. Hay por ejemplo un espacio dedicado al Liceo, donde se exhibe un elegante vestido de señora procedente del Museo Textil de Terrassa junto a una bomba Orsini igual a la que cayó en la fila 13 del teatro en 1893, y también una bellísima colección de joyas modernistas.

No podía faltar la arquitectura, siendo Barcelona, como dijo el director del Museo Van Gogh, Axel Rüger, uno de los destinos de final de semana "más populares" entre los holandeses. Hay una sección dedicada a los grandes edificios públicos: el hospital de Sant Pau y el Palau de la Música, de Domènech i Montaner, o el Park Güell, de Gaudí.

La exposición concluye con una serie de postales digitalizadas sobre la Semana Trágica, de 1909, cuando en la ciudad ardieron centenares de iglesias y conventos. "Nos parecía que era una forma humilde de acabar el recorrido", destacó Teresa M. Sala. En efecto: el delirio modernista se encuentra en esa indefinible mezcla de refinamiento y miseria, de poesía y violencia, de progreso y culto a la tradición, de fe en la ciencia y cierto irracionalismo esteticista y decadente procedente del simbolismo. Esa zozobra está magníficamente explicada en la exposición.

El consejero de Cultura de la Generalitat, Joan Manuel Tresserras, anunció ayer durante la inauguración en Ámsterdam que ha remitido una carta al ministro de Cultura, César Antonio Molina, pidiéndole que fije un calendario para la devolución de las 1.200 cajas con documentos incautados todavía en poder del Archivo de Salamanca y que tienen que regresar a Cataluña.

Estatua de Josep Llimona en la exposición <i>Barcelona 1900 </i>en el Museo Van Gogh de Ámsterdam.
Estatua de Josep Llimona en la exposición Barcelona 1900 en el Museo Van Gogh de Ámsterdam.EFE
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