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Una nueva etapa para Francia

Villepin, inculpado de conspirar contra Sarkozy

El ex primer ministro francés afronta un proceso por "complicidad en denuncia calumniosa"

Los jueces instructores Jean-Marie d'Huy y Henri Pons le comunicaron a Dominique de Villepin ayer por la mañana que figura como inculpado en el sumario relativo al llamado asunto Clearstream. Le consideran sospechoso de "complicidad en una denuncia calumniosa". Y no sólo eso, sino también de haber ocultado "un robo, abuso de confianza y complicidad en la utilización de documentos falsos". El ex primer ministro (2005-2007) declinó responder a cualquier pregunta de los jueces antes de haberse podido leer el sumario y saber si tiene derecho, como él cree, a ser juzgado por una jurisdicción especial: "Los actos que se me reprochan los realicé en el marco de mis actividades como ministro", manifestó Villepin.

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Esa inculpación es una victoria para Nicolas Sarkozy, que un día le dijo a Villepin: "Yo, cuando disparo, es a matar, no a herir". El hoy presidente de la República comentó el pasado 19 de julio que, "a medida que avanza la investigación, se hace evidente que Cleastream era una trampa destinada a destruirme, que Jacques Chirac no es ajeno a esa manipulación, que Villepin estaba totalmente dentro de su dinámica y que Alliot-Marie [actual ministra del Interior], como mínimo, estaba al corriente de lo que se tramaba".

Para Sarkozy, el asunto Clearstream es "una bala que se transforma en bumerán". Y él quiere aprovechar la extraña trayectoria del proyectil para derribar a todos cuantos quisieron impedirle llegar a la presidencia. El 7 de julio del año 2004, a la salida de un Consejo de Ministros, Villepin le dijo al entonces jefe de Gobierno, Jean-Pierre Raffarin: "Nicolas está cocido: hay un asunto muy turbio en el que va a pringar". Unos meses después, hablando con Franz-Olivier Giesbert, director de Le Point, Villepin soltó: "Sarkozy está acabado. Si la prensa hace su trabajo, si tiene huevos, no sobrevivirá a ese asunto". En septiembre de 2006, en el transcurso de un almuerzo privado en Matignon, Villepin aún se expresaba con la misma confianza: "El enano [Sarkozy, conocido con ese adjetivo por toda la familia Villepin] no será nunca presidente de la República. Yo y el presidente se lo impediremos. Es alguien muy inteligente, pero no tiene la estabilidad psicológica y emocional que requiere el cargo".

Dominique de Villepin ha escrito libros sobre poesía e historia. En uno de ellos quiso interesarse por el Napoleón de los 100 días, el héroe que tiene que resolver lo irresoluble a plazo fijo, pero el resultado es que el relato se centra mucho más en Fouché, el ministro del Interior, que en el emperador.

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Fouché es el creador de la policía moderna, el inventor de técnicas de seguimiento y, sobre todo, un experto en inventarse y construir falsas conspiraciones con las que destruir a los rivales políticos. "Cuando se cree que una persona no tiene un lado oscuro, ése es el signo de que se está mal informado", le gustaba comentar a Villepin. Y él creyó -¿o inventó?- haber encontrado el punto flaco de Sarkozy, poder implicarlo en un caso de enriquecimiento ilegal.

Sarkozy sabe que la política es una cuestión de relaciones de fuerza y que la fuerza la dan el dinero, los contactos y la maquinaria del partido. Villepin cree en las ideas y en la convicción con que se expresan. Sarkozy es un pragmático, un liberal atlantista que ha sabido rodearse de gaullistas sociales y europeístas. Pero que, sobre todo, él no dejó pasar la oportunidad de apoderarse de la Unión para un Movimiento Popular (UMP), el partido que Jacques Chirac había creado para sí mismo y Alain Juppé. Son millones con los que pagar una campaña, millones para ganar amigos.

Durante cinco años, Sarkozy y Villepin han convivido en un mismo gobierno. Al principio, casi todos estaban contra el enano y esperaban ver de qué era capaz el hombre de la melena plateada. Al final, hoy día, todos son sarkozystas, y a Dominique de Villepin nadie le respalda cuando tiene que acudir ante el juez, que le pide una fianza de 200.000 euros. Es más, los jueces entraron en su piso y abrieron su coche aprovechando que estaba de vacaciones, a principios de julio.

Ayer, el bronceado y elegante Dominique de Villepin no tuvo el buen humor que demostró el pasado diciembre, cuando, para hacer más corta la espera de 17 horas de interrogatorio, se lanzó a hacer flexiones ante los periodistas. En su momento, Sarkozy no quiso renunciar a la cartera de Interior. Ahora, todo el mundo sabe por qué.

Dominique de Villepin, a su llegada al juzgado ayer en París.
Dominique de Villepin, a su llegada al juzgado ayer en París.REUTERS

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