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Columna
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Kirchner-Fernández

Mejor Kirchner-Fernández que Kirchner y Cía o que el kirchnerismo, para lo que es un poco pronto, aunque exista un evidente afán de que todo esto acabe en un kirchnerato. Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner, senadora, 54 años bien llevados con ayuda de la ciencia, candidata a la presidencia de la república por el partido peronista, es la primera piedra de un intento de ocupación a largo plazo de la jefatura del Estado por un matrimonio político, que puede llegar a rivalizar con otra pareja histórica, la del coronel Juan Domingo Perón y su esposa, la ex actriz y pasionaria de los descamisados, Eva Duarte.

Como señala el analista hispano-argentino Carlos Malamud, son 16 años de gobernación en el sillón de Rivadavia a los que verosímilmente aspira el matrimonio: los cuatro años que en diciembre se cumplen de Néstor Kirchner, al que se acredita como autor de la recuperación económica; los cuatro hasta 2011 que Cristina -como la llama universalmente el argentinato- puede obtener en las elecciones del próximo 28 de octubre y para lo que las encuestas la sitúan muy en cabeza; otros cuatro de nuevo del hombre del factor K, y los siguientes cuatro de su señora. Sin reforma constitucional, un nuevo ser político bifronte unido por el santísimo sacramento aspira a gobernar el país hasta 2019. Entonces ella sólo tendrá 66 años y él, 69; a punto de todo menos de jubilación.

Clase media de provincias, procedencia radical, abogada, militante de la izquierda peronista, la senadora por Buenos Aires casó con Kirchner en 1975, con quien había coincidido en la facultad de Derecho, y con quien pronto formó un equipo hasta ahora imbatible, cuyo primer gran peldaño fue Santa Cruz, cuando él era gobernador provincial y ella presidenta de la legislatura. Oradora intensa, resume en fórmulas de un tecnicismo, con todo, percutante, su visión del mundo. Para la señora Fernández -no usa nunca el Kirchner- la continuación de la obra de su esposo consiste en "institucionalizar el modelo económico de acumulación social", morse político que significa dirigismo estatal, y su abominación personal es "el modelo de transferencia y exclusión", o neo-liberalismo anglosajonizante.

Si la candidata llega a la Casa Rosada, esas creencias habrán de verse sometidas a fuertes tensiones, tanto exteriores como interiores. La crisis energética obligará a encarecer el suministro a los consumidores, y la lucha contra la inflación y los conflictos que ésta genere podrían, asimismo, estrangular las políticas sociales de la señora presidenta. Y si la generosidad del presidente Chávez en algo puede aliviar esta situación, el venezolano no dejará por ello de exigir contrapartidas, ante las que ni Kirchner, ni menos aún Cristina como mujer, pueden permitirse aparecer en posición de debilidad. Al fin y al cabo, a San Martín nunca le cayó bien el Libertador, que le parecía un fantasmón estragado de gloria. La presidenta Fernández, más aficionada que su esposo a lo internacional, puede ser, sin embargo, la persona adecuada para poner las cosas en su sitio.

Se especula en Argentina con que una de las formulaciones para deslindar papeles en esa eventual gobernación de la esposa, consistiría en que, mientras la presidenta lidiaba con la economía ahorrándole a Néstor el consiguiente desgaste, el marido se ocuparía de formar un nuevo partido, al margen del peronismo o como renovación del mismo. Así trabajarían cada uno simultáneamente para el futuro del otro. Cristina Fernández de Kirchner puede ser, así, la primera presidenta elegida de su país, puesto que la segunda esposa de Perón, María Estela Martínez, sucedió al fundador, pero lo hizo desde la vicepresidencia, donde la había instalado sin consulta popular la iconolatría peronista y las desconfianzas del militar hacia su propio partido.

¿Qué queda de aquel peronismo, en la actual versión de Cristina Fernández? ¿Una social democracia europeizante en un conventillo? La izquierda latinoamericana se ilustraría, de esa forma, con una segunda presidenta, tras Michelle Bachelet en Chile, y sin duda recibiría un grueso refuerzo, aunque no sabemos todavía cuál. ¿La de Lula o la de Chávez? El esposo Kirchner no acabó de aclararlo.

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