_
_
_
_
Reportaje:ARQUEOLOGÍA

El último enigma del primer emperador

La tumba del fundador de la dinastía Qin guarda fabulosos tesoros e información histórica de primer orden. Es el yacimiento arqueológico más importante del mundo. Pero Pekín impide excavarlo. ¿Por qué?

La pirámide se yergue perezosa, cubierta de cipreses y granados, en medio de la llanura. Verde bajo un cielo gris. Una escalinata conduce hacia la cima truncada, a unos 50 metros sobre el nivel del suelo, en el distrito de Lintong, 35 kilómetros al este de Xian (capital de la provincia de Shaanxi). Al sur del promontorio se levantan las montañas Li. Al norte cruza el río Wei. Alrededor se extiende un paisaje anodino de viviendas, campos de cultivo y fábricas.

Este lugar, elegido por su feng shui (el arte de posicionar las edificaciones en armonía con la energía cósmica vital), esconde desde hace 2.200 años uno de los mayores misterios arqueológicos del Imperio del Centro: la tumba del emperador Qin Shihuang (259-210 antes de Cristo), el unificador de China.

Sima Qian describió un lugar fantástico, con ríos de mercurio y perlas como estrellas
Para abrir tumbas de emperadores se necesita que lo autorice el Comité Permanente del PCCh
La posición de los restos en una de las tumbas sugiere que los ocupante fueron enterrados vivos
La estructura se parece a la de Halicarnaso, una de las siete maravillas del mundo antiguo
La policromía que decoraba los soldados desparece al entrar en contacto con el aire

Se conoce la existencia del mausoleo desde siempre, debido a la pirámide artificial de tierra que lo cubre. Y se tiene una idea del tamaño del palacio subterráneo que alberga -15 metros de altura- y de su contenido, gracias a las tareas de prospección y a los textos del historiador Sima Qian (145-90 antes de Cristo), que describió un lugar fantástico, con ríos de mercurio y perlas como estrellas, diseñado a semejanza de los dominios de Qin Shihuang en vida.

Pero no se sabe exactamente qué hay en su interior o cuánto de leyenda viste su historia. El Gobierno niega el permiso para excavar, argumentando que hoy por hoy no existe una tecnología que permita conservar lo que pueda encontrarse. La mayoría de los arqueólogos chinos coincide con esta opinión, aunque regularmente surge la polémica sobre la conveniencia de abrir la que se considera la más importante de las tumbas imperiales del país asiático.

El debate ha vuelto a vibrar después de que Duan Qingbo, investigador del Instituto de Arqueología de Shaanxi y responsable de los trabajos en la tumba de Qin Shihuang, asegurara recientemente que en el interior de la pirámide, sobre el palacio subterráneo de piedra, existe otro edificio de 30 metros de altura cuya función era servir de tránsito al alma del emperador en su viaje al más allá.

La cámara, con cuatro paredes en forma de escaleras ascendentes, organizadas en nueve plataformas, ha sido identificada con equipos de detección remota. "Los científicos han utilizado radares y otros instrumentos, y los arqueólogos hemos interpretado sus datos", explica Duan. Además, se ha verificado la existencia de un complejo sistema de drenaje que ha evitado que el agua penetre en la tumba, situada 30 metros bajo el nivel del suelo.

La investigación con sensores a distancia comenzó en 2002, y los resultados ya se conocían parcialmente. Pero ha sido ahora cuando han salido a la luz nuevos detalles sobre esta necrópolis, que ocupa en total una superficie de 56 kilómetros cuadrados, y que, según el investigador, "no tiene parangón en la historia de la arqueología en China".

"La estructura subterránea se parece a la del mausoleo de Halicarnaso (351 antes de Cristo), una de las siete maravillas del mundo antiguo, aunque difieren en el contexto cultural, la idea y el arte", afirma Duan.

Las exploraciones remotas, sumadas a los análisis del terreno, que han revelado un alto nivel de mercurio junto al palacio, y los importantes vestigios que han sido encontrados en los alrededores han convencido a los expertos de que lo que relató Sima Qian puede ser cierto.

Y esto es lo que escribió: "Los obreros construyeron en la tumba palacios a escala, pabellones y estancias oficiales, y la llenaron de finas vasijas, piedras preciosas y otras rarezas. Los artesanos recibieron orden de instalar ballestas accionadas mecánicamente para disparar a cualquier intruso. Se reprodujeron las vías fluviales, los ríos Yangtsé y Amarillo, e incluso el gran océano, y por ellos circulaba mercurio. En el techo se emplearon perlas brillantes para representar las constelaciones, y en el suelo se plasmó la tierra con figuras de pájaros de oro y plata, y árboles grabados en jade. Las lámparas se colmaron con aceite de ballena para que ardieran hasta la eternidad".

Qin Shihuang ascendió al trono del reino Qin cuando tenía 13 años, y convirtió los llamados siete reinos combatientes (Qi, Chu, Yan, Han, Zhao, Wei y Qin) en un país unificado, en el 221 antes de Cristo, estableciendo la primera dinastía imperial china. De ahí su nombre, que significa literalmente primer emperador de la dinastía Qin.

"Sus logros no tienen igual en la historia de China. Existe una vieja tradición que dice que hay que dar a los muertos lo mismo que tenían en vida. Fue un hombre único, así que es de esperar que su tumba también sea única", afirma Liu Qinzhu, arqueólogo de la Academia de Ciencias Sociales.

Pero quizá la mejor prueba de la magnificencia de la tumba llegó hace 33 años. Un día de marzo de 1974, una cuadrilla de campesinos estaba cavando un pozo 1,5 kilómetros al este de la pirámide, cuando se topó con varios fragmentos de cerámica de gran tamaño.

Lo que pudo ser un hallazgo más, como los muchos que aparecían en esta región, conocida como el valle de los reyes chino -en referencia al de los faraones en Egipto-, despertó inmediatamente el interés de los arqueólogos. Porque aquello era distinto.

La exploración y las excavaciones que siguieron identificaron tres grandes fosas en las que dormía desde hacía dos milenios un extraordinario ejército de 8.000 soldados y caballos de terracota de tamaño natural, destinados a servir de protección a Qin Shihuang en la otra vida. Miraban hacia el Este, de donde el emperador pensaba que podía llegar el enemigo.

El hallazgo sorprendió a los arqueólogos, ya que no había referencias que indicaran que en las cercanías del mausoleo latía un ejército de terracota en formación de batalla. Ni siquiera Sima Qian, conocido como El Gran Historiador de China, había hablado de él.

Desde aquel día de marzo, los expertos han extraído una cuarta parte de las 8.000 figuras, han identificado el trazado de la muralla doble que cercaba el mausoleo imperial y han sacado a la luz miles de objetos de cerámica, bronce, oro y jade.

Pero la conservación de los hallazgos sigue siendo un quebradero de cabeza. La policromía que decoraba los soldados ha desaparecido al entrar en contacto con el aire. Para evitarlo, los responsables del museo de los guerreros de terracota, que agrupa las tres naves construidas sobre los fosos, han creado nuevas técnicas para mantener la pintura pegada a la cerámica. "Pero el resultado no es muy exitoso, a pesar de que trabajamos con expertos alemanes", afirma desde su despacho Liu Zhancheng, director del Departamento de Arqueología del museo y responsable de la excavación y la reconstrucción de los soldados.

La vista sobre el foso número 1 impacta. Once galerías paralelas, en su día cubiertas con vigas de madera, ocupan una superficie de 230 metros por 62 metros. Guardan unas 6.000 figuras, la mayor parte sin desenterrar. La vanguardia está formada por 204 soldados, originalmente dotados con arcos y ballestas. Detrás, siguen 30 cuadrigas de combate (los carros han desaparecido, porque eran de madera), y después, soldados con armadura y sin ella, inicialmente con lanzas y alabardas.

Las armas fueron saqueadas poco tiempo después de ser enterrados los guerreros. Pero aquellas que han sido encontradas denotan un alto conocimiento de metalurgia. Los fosos resultaron dañados a causa del fuego declarado durante un ataque al mausoleo ejecutado por un rebelde llamado Xiangyu en el año 206 antes de Cristo. Los techos de las galerías, cuyo color negro por las cenizas puede verse aún en algunas zonas, se hundieron sobre las figuras, rompiéndolas en pedazos. Ninguna ha sido recuperada entera. Todos los flancos, incluida la retaguardia, incluyen una fila de ballesteros mirando hacia el exterior. La luz cenital de los tragaluces y los rostros serenos de los guerreros imprimen al hangar un aire mágico.

El segundo foso consta de algo más de 1.000 figuras, de las que sólo se ha extraído un pequeño número; y el tercero, de cerca de 70. Este último era el cuartel general. Los fosos 2 y 3 fueron descubiertos en 1976. A diferencia del primero, están en semipenumbra, y la iluminación es artificial.

Las figuras, una vez reconstruidas, son devueltas a su lugar original. Otras, rotas en fragmentos, yacen semienterradas. Las demás velan aún bajo tierra el sueño del primer emperador de China.

Los guerreros fueron fabricados en serie, utilizando partes iguales, según su rango militar. Pero las caras fueron terminadas a mano, son distintas, y muestran una gran delicadeza en su ejecución.

Unas 720.000 personas, según fuentes históricas -170.000, según Liu Zhancheng-, trabajaron en la construcción del mausoleo, que se extendió durante 38 años, desde el ascenso al poder de Qin Shihuang hasta un año después de su muerte, a los 50 años.

¿Sigue el cuerpo del unificador de China en el sarcófago de cobre en el que se cree que fue introducido? Liu Zhancheng no está seguro. "Qin murió en junio en lo que hoy es la provincia de Hebei, y su cuerpo fue transportado, en pleno verano, hasta Xianyang

[antigua capital de su reino, cerca de lo que hoy es Xian]. Fue enterrado en septiembre. Si el féretro fue bien sellado, podría quedar algo; si no, seguramente no. El clima aquí no es seco como en Egipto", explica.

Alrededor de 600 fosos, túmulos y restos de edificios han sido identificados en las cercanías del mausoleo. Han sido descubiertos aves y carros de caballos de bronce. También han aparecido tumbas con los restos de príncipes, princesas, damas de la corte y las concubinas del emperador, que no tuvo descendencia. Fueron sacrificados para acompañar a Qin Shihuang.

Además, han sido encontradas fosas comunes con más de 100 esqueletos humanos. La posición de los restos en una de las tumbas sugiere que fueron enterrados vivos. Según textos antiguos, miles de obreros fueron asesinados para mantener la tumba secreta.

Los arqueólogos, sin embargo, discrepan sobre el contenido del mausoleo. "La detección a distancia no es muy fiable. La tecnología para este tipo de exploraciones con radar no está madura. Por ejemplo, antes de construir la presa de las Tres Gargantas, se creyó haber localizado en la zona la tumba del rey de Chu. Enviamos un equipo de arqueólogos y vieron que no había ninguna estructura subterránea", dice Liu Qinzhu.

"A cualquier arqueólogo le gustaría excavar para saber lo que hay. Yo dudo de que exista un segundo edificio dentro de la pirámide. Pero aún no existe la técnica que garantice la conservación de lo extraído, los colores, los tejidos. Y para abrir cualquier tumba de un emperador se necesita la autorización del Comité Permanente del Partido Comunista Chino (PCCh) [el máximo órgano de poder país]", señala Liu Zhancheng.

Otros expertos creen que detrás de la negativa del Gobierno central puede haber motivos políticos y económicos. "Lo más fácil es dejar las cosas como están. Los responsables en Pekín tienen miedo de tomar una decisión y que, si la cosa va mal, les pueda perjudicar. En China no son los expertos quienes deciden, sino el Gobierno, como ocurrió con la presa de las Tres Gargantas, a la cual se oponían los científicos", señala otro experto que pide el anonimato.

"El Gobierno puede tener otras razones, pero la preocupación sobre la preservación es razón suficiente para no excavar", afirma Jeffrey Riegel, especialista estadounidense en las dinastías Qin y Han y profesor en la Universidad de Sidney.

Mientras tanto, el secreto del mausoleo imperial parece seguir intacto. Aunque referencias históricas señalan que los saqueadores podrían haber robado algunos de sus tesoros, como ocurrió con las 17 tumbas de la dinastía Tang y muchas de la Han. En este valle de los reyes, las prospecciones indican que las principales salas del enterramiento no han sido profanadas.

A los habitantes de Lintong les gustaría que se abriera. Miles de personas viven en la región del turismo. Restaurantes, hoteles y talleres donde se fabrican copias de los guerreros de terracota -algunas, para la exportación- flanquean las carreteras. Más de dos millones de turistas visitaron el museo el año pasado.

Al caer la tarde, Qin continúa su reinado bajo las tierras ocres de Shaanxi, sobre las que comienza a caer una lluvia torrencial. Turbar el sueño de los muertos no parece ser un inconveniente para la población local. "Sé que hay muchas cosas en la tumba, y me gustaría verlas. Pero creo que jamás tendré esa oportunidad", dice Pang Juhua, de 47 años, una vecina que se queja de que antes de tres años, 1.000 familias tendrán que desalojar sus casas, porque se encuentran en las proximidades del mausoleo. "Me gustaría ver qué hay allí dentro, aunque molestemos al alma del emperador", dice bajo un toldo a la entrada del parque en el que se yergue la pirámide. De repente, un trueno rasga el cielo con un fuerte estallido. Pang se detiene y susurra: "Es Qin Shihuang, que está enojado".

Vista de los guerreros y los caballos de terracota (derecha) de Xian  en el mismo lugar en el que se encontraron en 1974.
Vista de los guerreros y los caballos de terracota (derecha) de Xian en el mismo lugar en el que se encontraron en 1974.AP

El tirano cruel que unificó China hace 23 siglos

EL EMPERADOR QIN SHIHUANG nació en el año 259 antes de Cristo, bajo el nombre de Zhao Zheng, que más tarde pasaría a ser Ying Zheng. Cuando sometió al último de los reinos combatientes en los que entonces estaba dividida China -gracias al poderío de su ejército, el espionaje y el soborno- y unificó el país (221 antes de Cristo), adoptó el nombre con el que sería conocido en adelante: Qin Shihuang, literalmente, Primer Emperador de la dinastía Qin.

Su papel en la historia está rodeado de controversia. Es recordado por su extrema crueldad y tiranía; por haber ilegalizado el confucianismo, quemado libros y mandado enterrar vivos a muchos académicos que le criticaron. Y por haber iniciado la construcción de la Gran Muralla, a costa de miles de vidas. También es reconocido por haber creado una extensa red de carreteras; estandarizado el lenguaje escrito, las monedas, los pesos y las medidas, y por haber realizado profundas reformas de la Administración -estableció un Estado centralizado-, sobre las cuales se asentaron las siguientes dinastías. Pero, sobre todo, es reconocido como el unificador de China. "Cambió toda China, la dirección de su desarrollo y su sistema político. Ejerció un gran impacto que se puede sentir aún hoy", asegura Duan Qingbo, del Instituto de Arqueología de Shaanxi.

Durante toda su vida, Qin Shihuang buscó el elixir de la inmortalidad. Su obsesión por la vida eterna le llevó, según algunas fuentes, a consumir píldoras con mercurio fabricadas por los alquimistas de la corte, que acabaron causándole la muerte por envenenamiento.

Siempre quiso unir y hacer fuerte el imperio de manera despótica; en gran parte, impulsado por su culto al legalismo, una de las principales escuelas filosóficas de la época, que se basaba en el gobierno a ultranza de las leyes, que podían ser elegidas y utilizadas a voluntad por el emperador. Denostado durante el maoísmo, la imagen de Qin Shihuang ha mejorado en los últimos años, y ha pasado a ser considerado una figura clave en la historia de China.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_