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Columna
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'Uribiato': 2ª parte

¿Tan apurado está el presidente Uribe que, como la esfinge, tiene que hablar en jeroglífico para intrigar a sus partidarios y confundir a sus adversarios? Sólo ha aclarado, de momento, que el "secreto de Estado" -como lo calificó- que encerraba la anunciada liberación de cientos de guerrilleros de las FARC, consistía en que uno de ellos era Rodrigo Granda, conocido como el canciller, porque alguna vez ha hablado en nombre de la guerrilla. Y que lo hacía a petición del presidente francés, Nicolas Sarkozy, de lo que habría que deducir que París confía en que, así, la tropa de bandoleros dizque marxistas se avendrá a soltar a la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, de nacionalidad también francesa, lo que constituiría un gran éxito para un presidente recién inaugurado en el Elíseo, a la vista de las elecciones legislativas del domingo. Pero las FARC insisten, con su truculencia característica, en que todo es una farsa para tapar el problema de la complicidad del uribiato con los paramilitares.

Lo verdaderamente decisivo, sin embargo, es que Uribe vuela mañana a Washington, en lo que es el viaje más importante de su segunda presidencia; aquel que puede definir el juicio para la historia de su doble mandato.

El presidente tiene dos negocios que atender en Washington: la ratificación del TLC -el acuerdo de liberalización comercial con Estados Unidos- y la prórroga del Plan Colombia -la ayuda para combatir a los narco-bandoleros-, ambos fruto del extremo amigamiento con el presidente Bush y el Partido Republicano. Pero ocurre que en el último año el Partido Demócrata, mucho menos amistoso hacia el presidente colombiano, ha pasado a controlar ambas cámaras, con lo que Washington ya no es para Uribe lo que era. Al mismo tiempo, el gran éxito del presidente, la desmovilización de 30.000 paramilitares -en buen número, asesinos, secuestradores y narcos-, ha entrado en coma con la detención de docenas de legisladores y altos cargos uribistas, acusados de connivencia y coima reincidente con los paras, lo que se conoce como el caso de la parapolítica. Y, paralelamente, el pacto con la contraguerrilla -reinserción de los paras en la vida civil, sin pasar por la cárcel- se basaba en un compromiso tácito: los jefes nunca serían extraditados a EE UU. Pero no parece que Washington pueda renunciar hoy a la extradición de los que llama narco-criminales, ni que siga financiando la erradicación de la coca y la guerra en el monte, teniendo que lidiar con un Congreso demócrata, que critica en Uribe lo que considera manga muy ancha en la defensa de los derechos humanos.

Pero mientras el presidente defiende su asignatura en tierra extraña, las inminencias negativas se acumulan a domicilio. La más grave de ellas apunta a un personaje clave en el caso de la parapolítica: Jorge Noguera, antiguo director del DAS -servicio de información nacional dependiente de la presidencia- contra el que podrían dictarse en breve medidas de aseguramiento -procesamiento- por su implicación en el enjuague de los paras. Como advirtió el ex embajador norteamericano en Bogotá William Wood antes de dejar el cargo a primeros de año: "Si detienen a Noguera, Uribe tiene graves problemas". Y, por añadidura, la ex mano derecha de Noguera, Rafael García, que fue jefe de informática en el citado organismo y purga 18 años de cárcel, es el acusador principal contra los para-políticos, y de rebote, pero cortito, contra el propio presidente Uribe.

La situación macroeconómica parece, en contraste, muy satisfactoria con un crecimiento del 7% anual, mérito que hay que atribuir muy especialmente al propio Uribe, porque ¿qué es lo que auténticamente ha cambiado en Colombia, en cinco años de Uribiato? El clima, con el calentamiento progresivo de la confianza, exterior e interior, que atrae nueva inversión, anima a parte de la población a volver a salir de casa, y revaloriza la alianza de Bogotá con Washington, en tiempo de exabrupto chavista, pero que surte escaso efecto más allá de las clases medias.

¿Van las FARC a hacerle a Uribe el bendito favor de soltar a la franco-candidata a cambio de un guerrillero que no pasa de jefecillo? Sarkozy parece pensar que sí. Pero el Uribiato tiene otros muchos problemas.

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