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Reportaje:

Vencer la distrofia muscular

Primeros ensayos clínicos de una posible terapia para combatir la rara y grave enfermedad de Duchenne

Unas pruebas médicas revelaron a dos jóvenes deportistas asintomáticos que tenían alta la creatinasa, un indicador de sufrimiento muscular. El diagnóstico final fue que sufrían distrofia muscular o miopatía de Becker, una forma benigna que puede pasar inadvertida hasta los 70 años de edad. Afortunadamente, no estaban afectados por la miopatía de Duchenne, la forma más frecuente y grave de este tipo de patologías, en la que la esperanza de vida no suele superar los 20 años.

La terapia génica podría hacer recuperar la capacidad del organismo para proteger los músculos
Las técnicas con células madre no han mostrado ningún beneficio real en la distrofia

Eso, por ahora. Porque la miopatía de Duchenne no tiene cura, pero en la larga batalla contra esta enfermedad ha aparecido un rayo de esperanza: varios equipos de investigación están realizando los primeros ensayos clínicos para encontrar un tratamiento eficaz.

La atrofia muscular es un trastorno genético hereditario que debilita los músculos del cuerpo, los degenera y con el tiempo, son sustituidos por depósitos de grasa. Los afectados pierden progresivamente la fuerza, aumenta su discapacidad y, a veces, sufren deformidades. Se empieza a manifestar a partir de los tres años con síntomas como espalda torcida, hipertrofia en la pantorrilla y debilidad progresiva de los miembros.

Dentro de las enfermedades raras, la miopatía de Duchenne es la más frecuente: afecta a uno de cada 3.500 varones nacidos vivos y suele tener un final trágico a una edad temprana, aunque la fisioterapia y los esteroides consiguen que algunos afectados alcancen los 35 años. Lo peor de todo es que han de pasar un vía crucis cruelmente pautado: "A los 10 años de edad irá en silla de ruedas y a los 12 años no podrá darse la vuelta en la cama", explica Luis García Sánchez, investigador francés del Instituto de Miopatías de París, con 15 años de experiencia en distrofias musculares, en particular la de Duchenne.

Los afectados son portadores de mutaciones en el gen que codifica la distrofina, una proteína que se encuentra bajo la membrana muscular. En ausencia de distrofina, las fibras musculares se vuelven frágiles y se dañan espontáneamente al someterlas a esfuerzo. La repetida degradación de esas fibras ocasiona una pérdida progresiva de la capacidad regeneradora natural del tejido muscular. ¿Cómo escapar de este círculo vicioso? La terapia con células madre, dice, "no ha mostrado ningún beneficio real". En cambio, la terapia génica, con la que se intenta modificar o reemplazar el gen anómalo, ofrece esperanzas. Los detalles de esta terapia fueron expuestos extensamente por Luis Garcia en una sesión del Centro de Regulación Genómica de Barcelona. "Es algo dinámico, no es una cura para siempre, cada ARN hay que modificarlo y se realiza mediante secuencias de ARN antisentido o sintéticas", dice Luis García. De momento, un ensayo clínico en fase 1 que se realiza en Holanda en una zona intramuscular de milímetros ha abierto esperanzas. Los resultados, todavía no publicados, son "buenos en ratones y en humanos" afirma García. En 2008 lo extenderán a todo el cuerpo.

El grupo de Terry Partridge en Washington (EE UU) ha demostrado que la molécula antisentido es eficaz en perros distróficos. "¿Qué efectos secundarios tendría en humanos?", se pregunta García. "Nuestras enzimas no la reconocen, así que es indestructible y no biodegradable: es una descarga salvaje y no se sabe todavía si se eliminará del organismo. En las primeras tomas el paciente consigue sintetizar distrofina, pero, ¿y dentro de 10 años? ¿Se envenenarán?".

En París, Luis García ha logrado los mismos resultados que Partridge, pero clonando el gen U7, un ARN natural y de pequeño tamaño que se encuentra en todos los humanos, e inyectándolo en ratones.

Antes de ensayar en humanos, el grupo de García trabaja para distribuir el gen terapéutico a través de una perfusión por todo el cuerpo de ratones y perros (con un peso similar al de un niño con Duchenne cuando pierde la capacidad de caminar). En las pruebas con perros, la distrofina creada resiste al movimiento natural y en sólo dos meses la fuerza del costado del perro tratado pasa del 60% al 80% de la que sería normal.

Una terapia con células madre consigue mayor fuerza, "pero sólo para unas pocas miles de células", dice. Tiene mejores perspectivas, pero a cambio, la terapia génica inunda el cuerpo con virus (se inyectan 10 virus elevados a la 14 por kilogramo): "Hace falta una biotecnología adaptada y trabajar en el sistema inmunitario, porque aunque el virus está desactivado, para el cuerpo humano sigue siendo un virus".

¿Qué significa? Con la primera vacuna será necesario inyectar medicamentos inmunosupresores para evitar que el organismo bloquee el virus. Los científicos creen que dos o tres meses más tarde no hay restos de virus en el cuerpo y por eso es necesario continuar inyectando más.

Hasta ahora es posible crear distrofina en ratones, perros y en células humanas. Si obtienen los permisos, el próximo año el grupo de Luis García realizará un ensayo clínico fase 1 con pacientes. "Idealmente sería una inyección que lleve el virus a todo el cuerpo, para comprobar que realmente produce beneficios en los pacientes con Duchenne" dice.

Una dolencia vinculada al cromosoma X

La historia de la patología de Duchenne es larga, ya que se describió en 1860 y desde entonces no se ha logrado "ninguna cura ni tratamiento, únicamente los corticosteroides mejoran algo los síntomas", asegura el investigador francés Luis García Sánchez.

La miopatía de Duchenne suele afectar sólo al sexo masculino porque está ligada al cromosoma X. Algunas mujeres portadoras también pueden estar afectadas con cardiopatías e incluso tener algún desequilibrio muscular (tienen un lado del cuerpo normal y otro más flojo), "pero en general viven casi normalmente", dice Luis García.

Por el momento, en familias sin antecendentes no es posible conocer si un niño nacerá con esta patología. Se ha dado el caso de padres que han llegado a tener tres hijos con Duchenne, porque el primer bebé no mostró los primeros síntomas hasta la edad de cinco años. Sin embargo, el 40% de los casos no están relacionados con la transmisión hereditaria. Se deben a mutaciones espontáneas, dice Luis García.

El descubrimiento de la alteración de la distrofina es relativamente reciente: en 1983 se descubre el gen de la distrofina en el cromosoma X y en 1986 se encuentra la parte del gen que codifica la distrofina (CDNA), la estructura del gen y también la proteína (que se extiende a lo largo de 2,5 millones de pares de bases e incluye 79 exones, cada uno de los cuales codifica una porción específica de la proteína.

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