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Ilusionado y más cabezota

Unai Basurko espera que su aventura contribuya a popularizar un deporte que en Francia y en el Reino Unido no está tan asociado con el lujo. "No tiene sentido quedarse en lo que he hecho yo. Hay que recuperar la relación con la mar, porque en Euskadi todos somos parte de ella. Espero que lo que hemos conseguido suponga un antes y un después. No hay que tener veinte millones de pesetas para disponer de un pequeño velero", aseguró el marino, que hizo repaso de lo aprendido en la regata, tanto en la esfera profesional como personal.

"El Unai Basurko que salió era ilusionado y algo cabezota. Ahora, sigue ilusionado e incluso más cabezota. Una cosa así te sirve para madurar, porque consigues superar cosas que ni tú mismo sabías que eras capaz de hacer", indicó el navegante. A los momentos duros, Basurko les hacía frente con "pensamientos positivos". "Pero no quiero que la gente crea que soy un masoquista. Aquí hay muchos más momentos buenos que malos", añadió. ¿Y como era uno de esos instantes de felicidad sobre el Pakea? "Por ejemplo, una mañana de sol, después de una tormenta, cuando puedes comer algo caliente con calma, tu ropa se puede secar y el barco avanza con rapidez".

Con todo, es la mente la que soporta el mayor esfuerzo. "El cansancio físico, pese a que se duerma en turnos de media hora o de una hora, es superable; cualquier persona puede hacerlo con entrenamiento. Pero lo más pesado es el cansancio que se deriva de la responsabilidad, porque hasta que el barco no atraca, no se descansa. Por eso ahora me toca un mes para celebrar lo que he hecho", agregó.

El futuro abre ahora otras posibilidades para Basurko, que ha ingresado en la élite de la navegación deportiva. "Creo que es lógico que este proyecto tenga una continuidad. Debería ser un punto y aparte para otros retos, y yo estoy dispuesto a sacrificarme, pero será necesario planificar las cosas", puntualizó Basurko, que baraja tomar parte en el futuro en la Vendée Globe, la vuelta al mundo en solitario pero, a diferencia de la Velux 5 Oceans, sin escalas. José Luis de Ugarte, que acudió ayer a la recepción de Basurko, tenía 64 años cuando participó en esta prueba, en 1992. Lo más seguro es que su discípulo no tenga que esperar tanto.

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