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Quien improvisa no es traidor

El programa oficial de Barcelona Poesia y su extensión off reúnen esta semana en las calles de Barcelona a más de 130 poetas, rapsodas, músicos y, por primera vez, también glosadores. El glosat (también llamado canto improvisado) no es una cosa nueva, pero ha ganado muchos adeptos en los últimos tiempos. Carles Hac Mor y Esther Xargay, organizadores del recital peripatético que abrió el jueves las actividades poéticas de la semana en el Museo de Zoología, invitaron a tres glosadores para que comentaran con sorna los versos y lecciones de poeciencia que poetas y científicos iban leyendo entre las vitrinas llenas de aves disecadas. El talento del glosador consiste en comentar, atacar o responder a una provocación al son de una tonadilla, y siempre en estrofas rimadas. Caterina Canyelles, glosadora y miembro del colectivo Cor de Carxofa, explica: "Existen muchas tonadillas para acompañar la improvisación. En Lleida se cantan garrotins. En el Empordà cantamos nyacres. En Menorca los glosadores tienen mucha tradición". Lo primero que se le exige al glosador es que improvise sobre el terreno y que rime con gracia. "El glosat tiene un punto competitivo", explica Canyelles. "A finales de mayo se celebra en Granollers la primera jornada de la Liga Nacional de Glosa con equipos comarcales de todo el país". Los que quieran iniciarse en este deporte poético tienen a su disposición el Manual del glosat y más información en la página web cordecarxofa.org.

David Castillo presentó eufórico el recital inaugural en la noche del jueves

bajo los arcos del Museo Marès mientras al fondo se oían los petardos de los aficionados periquitos. Francesc Parcerisas, el joven granadino Luis Muñoz, el leridano Pere Pena, Luis Antonio de Villena y Joan Margarit recitaron ante 150 personas que desafiaron la lluvia y el fútbol para escuchar sus versos. Parcerisas leyó tres poemas inéditos de muy diverso registro. Luis Antonio de Villena cantó a los jóvenes gays de Persia, ahorcados por homosexuales. Y Joan Margarit leyó poemas de su último libro, Casa de Misericòrdia, con una voz atronadora y una gravedad apasionada que arrancaron los aplausos del público.

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