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Reportaje:

Bush, ante su última oportunidad

La Casa Blanca necesita que funcione la nueva estrategia en Irak para evitar que el Congreso bloquee los fondos para la guerra

Antonio Caño

La masiva manifestación del lunes en Nayaf, en la que decenas de miles de personas quemaron banderas norteamericanas y exigieron la retirada de las tropas invasoras, ha sido, paradójicamente, catalogada por la Casa Blanca como la última prueba de que su nueva estrategia en Irak está ofreciendo resultados positivos. "Irak es ahora un lugar en el que la gente puede reunirse libremente y expresar sus opiniones, y veremos muchos más progresos en el futuro", ha declarado Gordon Johndroe, portavoz del Consejo Nacional de Seguridad.

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Ése era el objetivo confesado por los ideólogos neocon que diseñaron esta guerra: hacer de Irak un modelo de democracia para todo Oriente Próximo. Un objetivo rápida y brutalmente abortado por una violencia incontenible.

Aunque la mayoría de aquellos ideólogos han abandonado ya la Administración, su doctrina sigue estando vigente en la Casa Blanca, con algunas correcciones y rectificaciones que la fuerza de los hechos ha obligado a hacer. A menos de dos años del final de la gestión de George W. Bush, éste agota su última oportunidad de reconducir esta guerra por una vía que no le condene hacia una de las peores presidencias de la historia.

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Esa última oportunidad es el refuerzo de 21.500 soldados iniciado este año, a cuyo frente está el prestigioso general David Petraeus, y que debe estar completado al comienzo del verano. Es lo que en el lenguaje político de Washington se conoce como the surge, un concepto que resume una estrategia básicamente diseñada para hacer más seguros los barrios de Bagdad, manteniendo tropas estadounidenses e iraquíes permanentemente estacionadas en áreas en las que anteriormente sólo actuaban de forma quirúrgica. Esa estrategia, ese surge, a la que se opone la mayoría demócrata del Congreso, es, sencillamente, la última y remota posibilidad que tiene EE UU de ganar la guerra de Irak. El propio Bush salió ayer a explicarla y a defenderla.

El presidente dijo en un discurso en Virginia que, tras el éxito militar de la invasión, del que ahora se cumplen justo cuatro años, EE UU se encontró en Irak con "una minoría de extremistas violentos que quieren convertir a ese país en una plataforma desde la que lanzar una guerra ideológica en todo Oriente Próximo". Frente a ellos, añadió Bush, "una gran mayoría del pueblo iraquí ha dado muestras suficientes de que quiere vivir en paz".

Una serie de atentados y provocaciones, según la versión de la Administración estadounidense, desató después de la invasión una espiral de violencia que hizo pensar que el objetivo inicial de la guerra no era viable y que no existían las condiciones para imponer la democracia en un país condenado a la división y a la guerra civil.

Frente a esa escalada de la violencia, EE UU tenía dos opciones, según manifestó ayer Bush: "Irnos de Bagdad y esperar a que los enfrentamientos sectarios acabaran, o enviar refuerzos para reducir esa violencia y crear las condiciones para el juego político".

Bush admitió que había -hay- en Washington diferentes puntos de vista sobre qué hacer, pero él consideró: "No podíamos irnos hasta que los mismos iraquíes no fuesen capaces de asegurar Bagdad". "Si no lo hacemos, una legión de extremistas suníes y chiíes ocupará el vacío que dejemos".

Bush es consciente de que, desde la victoria demócrata en las legislativas de noviembre pasado, no puede seguir adelante con su nueva estrategia sin conseguir un acuerdo con el Congreso, a quien ayer volvió a pedir que apruebe la financiación que se requiere para el despliegue de las tropas.

Uno de los pocos argumentos con los que cuenta la Casa Blanca para vencer la oposición del Congreso a esa financiación es el de demostrar que su nueva estrategia, the surge, está, en efecto, funcionando. Pocos datos, aunque algunos, confirman esa impresión. Un estudio del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales publicado ayer asegura que el número de asesinatos que pueden catalogarse como ejecuciones sectarias se han reducido en un 50% desde el pasado mes de febrero, aunque todavía superan los 400.

En otro artículo publicado el pasado fin de semana en The Washington Post, el senador y candidato presidencial republicano John McCain, el mejor aliado de Bush en esta batalla paralela que libra ante la opinión pública estadounidense, citaba otras razones para el optimismo: "Los suníes de la provincia de Al Anbar están ahora combatiendo a Al Qaeda; más de 50 bases conjuntas iraquíes-norteamericanas han sido establecidas en Bagdad; Múqtada al Sáder está huido y sus seguidores no están combatiendo a las tropas norteamericanas". McCain ha decidido jugarse sus posibilidades electorales en la defensa de la nueva estrategia, y el lunes declaró a la CNN que prefiere "perder una campaña a perder una guerra".

Ni McCain ni la Casa Blanca mencionan que, aun dando por ciertos los signos del relativo éxito de the surge, esto se ha producido al precio de un mayor número de atentados suicidas, un aumento del número de muertos estadounidenses en Bagdad, probablemente debido al mayor compromiso de las tropas en el patrullaje callejero, y a un incremento también del tiempo que los soldados pasan en el frente, lo que está provocando protestas entre sus familiares.

El Pentágono anunció el lunes el próximo envío a Irak de cuatro brigadas de la Guardia Nacional que regresaron del frente hace menos de un año. Con signos a favor y en contra, el propio secretario de Defensa, Robert Gates, ha advertido, en todo caso, que aún hay que esperar para hacer un diagnóstico serio sobre la nueva estrategia en Irak, y el general Petraeus ha reconocido que "los tiempos en Bagdad y en Washington son distintos", y que mientras en la capital de EE UU todo va muy deprisa y se requieren éxitos pronto, en la capital iraquí las cosas van muy despacio.

George W. Bush habla sobre Irak durante un discurso ante miembros de la Legión Americana ayer en Virginia.
George W. Bush habla sobre Irak durante un discurso ante miembros de la Legión Americana ayer en Virginia.REUTERS

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