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Plano y contraplano

Eduardo Madina

Se trata de Notre Musique. Es una película increíble. En un momento de la misma, aparece una escuela de cine en la que un profesor sentado -el propio Jean-Luc Godard- habla de las líneas que conforman una realidad en formato audiovisual utilizando un ejemplo concreto. Tanques israelíes, dice Godard, entran en la franja de Gaza y nos ofrecen el plano. En la siguiente secuencia, los cadáveres palestinos darán el contraplano. Una misma realidad quedará conformada por dos dimensiones interrelacionadas que, a su vez, pertenecerán a dos estilos distintos.

El plano de los tanques entrando a matar, por real que resulte, se desarrolla en los fundamentos de la ficción porque los protagonistas aparecieron ahí después de haber interiorizado una historia sobre mandatos divinos que terminó por convertirles en los actores principales de un acto inhumano.

¿Han dejado caer la duda de una posible autoría compartida para provocar un cambio de Gobierno?
El protagonista tenía que elegir entre obstaculizar a la justicia o asumir ante un Tribunal sus propias mentiras

La realidad de las víctimas pertenece al ámbito del documental. Con toda su crudeza serán, ya para siempre, un documental de dolor y de sangre.

Plano y contraplano. Ficción y documental. Un modelo de ínter actuación que, a la hora de la narración, se observa en muchas situaciones desarrolladas entre nosotros en los últimos tiempos.

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Se puede aplicar, por ejemplo, a la tragedia del 11-M. Varios personajes construyen un relato en el que España es "enemiga del Islam". Deciden buscar un paraíso situado a la sombra de una nueva guerra santa y, en la mañana del 11 de marzo del año 2004, entran en los trenes de cercanías de Madrid. Ya tenemos el plano.

Instantes después, los muertos en los andenes nos darán el contraplano. Los asesinos vivieron, y algunos murieron, como protagonistas principales de un relato de ficción, de un sueño de muerte, que terminó por ficcionar su propia vida y su obra. Las 192 personas que fueron asesinadas aquella mañana, los cientos de heridos de aquellos atentados ya forman parte del documental más doloroso que hemos visto en este país en los últimos años.

Desde aquellos días, hemos podido ver la búsqueda de justicia por parte de las diferentes instituciones judiciales por un lado y, por otro, la prostitución de aquella tragedia, trasportada por algunos a los registros de la ficción.

El Partido Popular, que dirigía el Gobierno cuando sucedieron los atentados, trató de encontrar y colocar a ETA como autora de la matanza en los días posteriores para llegar a las Elecciones Generales del 14-M con ese relato de, una vez más, pura ficción.

En la actualidad, se está celebrando el juicio contra los presuntos autores de aquellos asesinatos y ninguno es de ETA. Los tres años de constante sombra producida por el Partido Popular contra la tesis de trabajo judicial se demuestran como una nueva secuencia de ficción que ha terminado por envolver a sus principales protagonistas. ¿Cuántas intervenciones hay de Ángel Acebes creando dudas sobre el trabajo de la Fiscalía en la elaboración del sumario? ¿Cuántas de Rajoy, que llegó a solicitar la suspensión y reiniciación del sumario por una noticia del periódico El Mundo sobre la famosa mochila de Vallecas? ¿Cuántas páginas dedicadas por ese periódico a ensuciar la investigación judicial y a sugerir la posibilidad de autorías colaterales? Y finalmente los talibanes, los que no siendo del PP ni de El Mundo, orbitan alrededor, ¿Cuántas veces han dejado caer la duda de una posible autoría compartida entre "los moritos de Lavapiés", ETA y el PSOE para provocar un cambio de Gobierno?

Son los mismos que, en el último año, apuntaron la posibilidad de que "el proceso de rendición" con el que Zapatero traicionaría a España, tenía relación con los atentados de Atocha porque obedecía a una deuda de Zapatero con ETA. Esta ficción demencial llevó a que, en benditas tertulias, algunos terminaran pidiendo al Presidente del Gobierno que explicara esa deuda, si no lo hace -señalaban- será porque algo oculta.

Esta última semana, en el juicio celebrado en la Audiencia Nacional, ha entrado en escena Agustín Díaz de Mera, Director General de la Policía Nacional en el momento de los atentados y actual Diputado del PP en el Parlamento Europeo. Su gran aportación en todo lo relativo al esclarecimiento de lo sucedido, había consistido en señalar, en una tertulia de la Cadena COPE, que existía un informe policial que vinculaba a ETA con el 11-M.

En su declaración ante el Tribunal que juzga a los supuestos terroristas del 11-M, no pudo probarlo. Dijo que no podía revelar sus fuentes. Pero si realmente estaba convencido de la existencia y contenido de ese informe, su actuación en el juicio supuso tanto como decir, "sé quién es el asesino, Señor Juez, pero no se lo cuento". El protagonista de esta secuencia tenía que elegir entre obstaculizar a la justicia o asumir ante un Tribunal sus propias mentiras. Plenamente ficcionado, eligió lo primero.

El plano, Díaz de Mera como metáfora de todo un tiempo de desprecio a la democracia y de obstrucción a la justicia. Frente a ello, un contraplano de víctimas viendo como la mano derecha de Ángel Acebes, el que dirigía la Policía Nacional el día de los atentados, introducía la ficción en la Audiencia Nacional para dificultar el trabajo de la justicia.

Todo esto sucede en nuestro país, en la joven, y todavía claramente incomprendida por algunos, democracia española. Es una película increíble. Se trata de nuestra música.

Eduardo Madina es diputado del Partido Socialista de Euskadi.

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