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EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España

¿Quién mueve esa cámara?

Antonio Jiménez Barca

El presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, maneja tres botones blancos. En uno pone "acusado" y sirve para silenciar instantáneamente el micrófono al procesado o testigo que habla. Gómez Bermúdez sólo lo ha empleado una vez, cuando declaró Rafá Zouhier, el verborreico confidente de la Guardia Civil acusado de servir de enlace entre los islamistas y José Emilio Suárez Trashorras, el ex minero que les vendió la dinamita. El presidente del tribunal, cansado de los rodeos atropellados de Zouhier, intentó, con una frase educada, que éste dejara de hablar. No lo logró. Luego le gritó: "¿Quiere callarse de una puñetera vez?" Tampoco. Después apretó el botoncito hasta que el otro se tranquilizó.

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En el segundo botón no pone nada y se usa para silenciar el micrófono de la "jaula", el habitáculo acristalado desde donde siguen el juicio los procesados. No se ha utilizado.

En el tercero pone "prensa" y pulsarlo equivale a conectar o desconectar la señal televisiva del juicio que es retrasmitida en directo a las cadenas que lo solicitan.

Cuando empieza el juicio, el juez manda silencio y acto seguido conecta la retransmisión. Entonces comienza el trabajo de Roberto Gallego, el técnico de Fujitsu encargado de manejar las cuatro cámaras con que cuenta. Gallego opera desde un cuarto anexo a sala del juicio, separado de ésta por un falso espejo. El técnico maneja las cámaras según su criterio pero siguiendo varias instrucciones del presidente del tribunal: no saca planos del público para proteger la intimidad de las víctimas ni de los policías que custodian a los procesados.

Ayer fue un día difícil desde el punto de vista televisivo: declaró un testigo protegido, un alto mando policial, que habló desde una esquina, detrás de la fiscal, oculto a todos. No se le podía enfocar. Así que el operario de Fujitsu se vio obligado a ilustrar su relato -de por sí pausado, lento y algo monótono- con tomas variadas o planos generales de los procesados, de los abogados o de los fiscales.

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Si el testigo se refería a alguno de los procesados, la cámara lo buscaba y lo enfocaba. El procesado se veía proyectado en la televisión y, por lo general, cambiaba de postura y gesticulaba, o se ocultaba, o dejaba de tomar notas o de charlar con el de al lado. O seguía igual: Suárez Trashorras se pasa el día royéndose las uñas o hurgándose la nariz. "Más de una vez le hemos quitado el plano porque no es muy agradable verle con el dedo dentro todo el tiempo", explica la empleada de la Audiencia Nacional.

La cámara juega malas pasadas a algunos protagonistas. Ayer, el abogado de Zouhier fue enfocado en plena sesión mientras leía el periódico. El presidente del tribunal lo vio y le llamó la atención: "Les ruego que mantengan el decoro en la sala".

El abogado dobló rápidamente el periódico y miró para delante, observando de reojo a la cámara que lo observa todo.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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