Domingo sin fútbol
El Gobierno italiano ha tomado finalmente el toro por los cuernos. La liga italiana de fútbol se jugará a partir del próximo fin de semana a puerta cerrada, a excepción de los estadios que cumplan con la normativa vigente destinada a una mejor prevención de la violencia. Los equipos que deseen jugar ante sus seguidores se verán obligados a realizar a toda prisa las obras a las que estaban obligados ya desde 2001 en los estadios para evitar la entrada incontrolada de gamberros y su libre actuación en las gradas. La muerte el pasado viernes del policía Filippo Raciti, asesinado por un seguidor del Catania en los alrededores del estadio, ha obligado a un gesto de autoridad por parte del Gobierno, ante la negligente actitud de los clubes y de las autoridades federativas de un deporte en el que se juegan cifras millonarias a la hora de los fichajes y remuneraciones y en cambio no se gasta dinero en la seguridad de los estadios.
El presidente de la Liga de Fútbol Italiana, Antonio Matarrese, ha encontrado la fórmula más tajante y también cínica para explicar la actitud de los responsables de este deporte: "Los muertos forman parte del sistema. Estamos apesadumbrados pero el espectáculo debe continuar. El calcio tiene un precio". Sus palabras han recibido un amplio reproche, pero la mejor respuesta es esta decisión del Gobierno que obliga a los clubes a encarar definitivamente la cuestión de la seguridad. El pasado ya ha sido un domingo sin fútbol en Italia, pero si los clubes no toman medidas urgentes tampoco lo habrá en muchas ciudades las próximas semanas. La liga italiana ya sufrió la pasada temporada un duro golpe con la sentencia judicial por amaño de partidos por parte de directivos y jugadores que obligó a descender de categoría al campeón y castigó a otros con pérdida de puntos. La victoria sobre Francia en el Mundial de Alemania pareció redimir al calcio de su mala imagen. Pero la gangrena estaba dentro, y ha aflorado con estrépito. No es que no hubiera normas, sino que se consideraba normal no cumplirlas.
Hace una década, durante su anterior periodo en el Madrid, Fabio Capello comentó con admiración que en España todavía era posible que un padre fuera al fútbol con sus hijos pequeños, cosa, dijo, "que ya no es posible en Italia". No pudo estar más inoportuno el entrenador del Madrid al agradecer el domingo, tras el partido, el apoyo de los ultras del Bernabéu frente al resto del graderío. Fanáticos los hay en muchas actividades, pero no en todas gozan de la paternal benevolencia que les conceden con frecuencia los responsables.
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