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Columna
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Miserables

Un amigo le recomienda al cronista que busque en Google la palabra miserable. El cronista lo hace y encuentra en primer lugar a Ángel Jesús Acebes. Pero no se desboquen los de la derecha extrema, porque el segundo lo ocupa el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. Si bien el tercero, le corresponde de nuevo a Acebes; y el cuarto y muchos más son del dominio de George W. Bush, y de otros figurantes de diversos bandos y bandas. Miserable tiene varias acepciones: desgraciado, abatido, mezquino, perverso, abyecto. Que cada quien se quede con la que considere más adecuada. Pero si, al hilo de la amistosa recomendación, en el mismo buscador escribimos "miserable failure" (miserable fracasado), Bush es una galaxia. El cronista ha leído también que este cúmulo de descréditos se consigue -además de torturar en Guantánamo y en agujeros secretos y de arrasar Irak y tantos países- a base de manipular links, o sea, no solo es cosa de industriales del genocidio, sino particularmente de piratas informáticos. En la Comunidad Valenciana, como en Google, se manipula también, pero el suelo, con ladrillos y recalificaciones

-para qué los PGOU-, que es cosa de piratas inmobiliarios y de algunos otros supuestamente disfrazados de cargos públicos, bien comidos y mejor sobornados. Por fin, aleluya, tan sustanciosa piratería ha sido descubierta por el Consell, cuando ya la Comunidad Valenciana, vista desde el mar, es una plaza amurallada. Y vista por dentro, un saqueo desaforado de ciertos promotores y constructores, que son quienes mandan y destruyen el paisaje y todo el territorio autonómico, de acuerdo con sus intereses, y el disimulo que se gastan tirando de los hilos de las marionetas, que -paradójica, y con frecuencia desafortunadamente- saca de las urnas la soberanía popular, es decir. Y bien que lo lamenta el cronista, una ciudadanía que en su mayor parte anda de consumo de barraqueta, ajena a sus exigencias de participación y responsabilidad que le corresponden, en asunto tan principal. Qué lástima. El dicho descubrimiento del Consell se produjo, como una prodigiosa iluminación, en tiempos de censura y varapalo. Quizá, con ánimo de recuperar una credibilidad hecha añicos, la dureza del castigo cayó sobre Catral, a cuyo Ayuntamiento le ha retirado las competencias urbanísticas, y además Catral tiene alcalde socialista. Se ve que la iluminación que tuvo el Consell y el conseller del ramo, en especial, fue tan fugaz que le impidió descubrir lo que tantos saben -imputados de por medio- y que viene sucediendo en Castalla, Oropesa, Orihuela, San Miguel de Salinas y toda una larga lista de desmanes publicada en este diario. Semana de circo y faroles. La moción de censura -ya se sabía- no prosperó en números, pero marcó al Gobierno del PP. Y aún lo marcó más el presidente Camps, en su intervención en el debate de política general. Ay, este hombre. Si hubiera seguido ausente... quizá el Consell no estaría ni a los pies de los caballos ni, lo que aún es más expuesto, entre Freud y Edipo.

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