Luis Landero pisa Júpiter
El escritor termina su última novela y presenta en Lisboa 'O guitarrista' con un relato humorístico de su vida
Lo primero que hizo fue pedir perdón por no hablar portugués. Luego contó su vida en un español espléndido durante 15 minutos. Y para despedirse dejó una noticia: acaba de terminar una nueva novela, la ha escrito a mano como siempre, la entregará en octubre y se publicará en primavera (Tusquets). Se titula Hoy, Júpiter. "El título lo encontré durante un viaje a Santiago de Chile con el escritor catalán Miquel de Palol. Llegamos a una plaza y allí había un viejo pobre pero vestido con decoro. Junto a él había un telescopio más viejo aún que él. Y en un cartelito, el hombre había escrito: Hoy, Júpiter. Tú le dabas unas monedas, él enfocaba el telescopio, tú te asomabas, veías un resplandor y aquello era Júpiter. Unos días Júpiter, otros días otro planeta. Me pareció tan bonito que lo atesoré. Y ahora lo he usado. Son dos novelas independientes pero relacionadas que al final confluyen en una".
Fue el jueves por la tarde en el Instituto Cervantes de Lisboa. Luis Landero presentaba la traducción portuguesa de El guitarrista (Texto Editores). Llegó de comer con los poetas Ramón Fonte (gallego y director del Cervantes) y Ángel Campos (extremeño como él y profesor de lengua en el Instituto Español de Lisboa), se sentó, escuchó la elogiosa semblanza del escritor José Jorge Letria y pidió perdón por no hablar portugués.
"Yo, que debería hablar portugués porque nací en Alburquerque y me crié al lado de la frontera. Mi padre tenía una finca que estaba a uno o dos kilómetros de la frontera, y mi madre siempre me decía: 'Tienes que hacer las cosas con jeito'. Jeito, qué palabra. Era un mundo esa palabra. Las personas jeitosas saben hacer las cosas bien. Siempre quise ser una persona jeitosa. Pero jeito no tiene traducción al español".
La Coca-Cola
El colegio de Alburquerque era de curas. Un día Landero estaba en clase, el cura estaba hablando de la espigadora Ruth, fuera se oyó un ruido insólito -"conocíamos perfectamente todos los ruidos del pueblo"- y el cura dio una palmada y dijo: "Ha llegado la Coca-Cola".
"Salimos y allí estaba el camión. El conductor llevaba una máscara de Mickey Mouse, el ayudante una del pato Donald. La Coca-Cola acababa de llegar a España. Aquello era la promoción. Pero el cura dijo: 'Sólo tomarán Coca-Cola los que estén libres de pecado. Los demás, a confesión'. Yo no estaba, porque andaba dándole vueltas a lo de la espigadora Ruth. Así que cuando me confesé, la Coca-Cola ya se había acabado. No la probé hasta muchos años después, cuando emigramos a Madrid. Aquello sí que fue un trauma".
"Pero lo que nunca se me olvidará de aquel día fue otra cosa. Cerca del camión había gallinas, y un perro. Y lo que nunca olvidaré fue la cara de pasmo y de asombro que se le quedó al perro mirando al pato Donald y al ratón Mickey. Había visto muchos patos y muchos ratones, pero ninguno tan grandes como aquellos".
Esas historias resumen bien aquella época en la que Landero se crió como narrador. "Oía las palabras, las historias, la música en español, la letra en portugués, las historias de los zahoríes y de los contrabandistas".
Al poco de llegar a Madrid, el padre de Landero se murió, él tuvo que empezar a trabajar, se colocó en las oficinas de Clesa, salía muy pronto de casa, volvía muy tarde, luego iba a la academia nocturna, vivía agotado, y un día llegó su primo que quería ser torero y tenía una guitarra. "Allí vi la salvación. Empecé a tocar la guitarra, aprendí bien, íbamos a acompañar a bailaores, ganábamos dinero, salíamos de gira. Era un mundo fabuloso, la farándula flamenca fue una experiencia única, pero jamás pude escribir nada sobre ella, salvo un artículo en EL PAÍS. Hasta que muchos años después, escribí El guitarrista. Las conexiones entre la vida y la literatura son misteriosas. Simbad el Marino viajó de la vida a la literatura. El Quijote hizo el camino inverso, fue de los libros a la vida".
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