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Crisis en el Partido Laborista

Gordon Brown, el 'canciller prudente'

La llegada de Gordon Brown al número 10 de Downing Street no supondría un cambio radical en las actuales políticas del Gobierno laborista. Llamado el canciller prudente por la manera moderada con que ha regido la economía del país desde que el 2 de mayo de 1997 fue nombrado canciller del Exchequer (ministro del Tesoro), Brown ha sido junto a Tony Blair un gran impulsor de las políticas reformistas del nuevo laborismo y sus visiones sobre la economía, el mundo y la pobreza, aunque presentados a veces como diferencias irreconciliables, son más de matiz que de fondo.

Brown, hijo de un ministro de la Iglesia de Escocia, nació en febrero de 1951 y es políticamente un laborista mucho más consistente que Blair. Más concentrado en la sustancia que en la presentación, ha sido siempre el cerebro del tándem, en el que Blair era el motor. Su visión política está algo más a la izquierda que la del primer ministro. Mientras Blair está sobre todo obsesionado por premiar la meritocracia, a Brown le preocupa más la redistribución y el igualitarismo.

Menos europeísta que Tony Blair, Gordon Brown ha sido desde siempre mucho más cercano que el primer ministro al modo de vida de Estados Unidos, país en el que pasa a menudo sus vacaciones. La política exterior de Reino Unido, si Brown fuera primer ministro, no sería sustancialmente distinta, aunque el hecho de que el férreo apoyo de Blair al presidente George W. Bush esté en el origen de su declive político, hace pensar que Brown preferiría tomar ciertas distancias y mantener las buenas relaciones con menos sometimiento. Ardiente defensor de la lucha contra la pobreza en África, las posiciones de Brown sobre Irak o el conflicto palestino son hasta cierto punto una incógnita, porque ha guardado siempre silencio en tiempos de crisis.

Rivalidad personal

El canciller del Exchequer ha discrepado con Blair sobre los ritmos y profundidades de la reforma de los servicios públicos, pero sus diferencias han parecido a menudo más producto de su rivalidad personal que de verdaderas diferencias políticas. Aunque más próximo que Blair a las bases sindicales del partido, ha impulsado la financiación privada de los servicios públicos y es un decidido defensor del libre mercado y la no intervención del Estado.

Las implicaciones macroeconómicas de su eventual llegada al poder "serían mínimas", según Global Insight, un grupo independiente de analistas, que ayer sólo veía un problema en el horizonte: el peligro de que si Blair sigue muchos meses en el poder se pueda acabar fraguando una alternativa que impida a Brown ser el próximo primer ministro.

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