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Crónica:LO QUE HA LLOVIDO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Resulta que Franco leía

Entre las grandes ñoñerías y problemas patrios heredados del franquismo, el sexo era, sin duda, uno de los más sabrosos (con perdón). Quiero decir que la estrechez social y la pacatería burocrática daban mucho juego informativo, en unos años en los que todavía en Semana Santa no se exhibían en los cines, y no digamos en la televisión, más películas que las que tuvieran que ver con mucho mandamiento, mucha sábana santa y mucho cristiano en el circo.

De lo anterior daban fe una columna de Ángel Sánchez Harguindey reflexionando sobre la maldita manía del Ministerio de Información y Turismo de confundir pornografía con erotismo -al fin y al cabo, habían permitido exhibir Iconockout, de José María Nunes, y no Garganta profunda, como escribía el compañero- y una noticia en Gente, de cuyo protagonista publicábamos sólo la inicial del apellido, quizá considerando lo suyo como delito especialmente vergonzante del que no queríamos acusarle en público: el súbdito alemán Henrikh H. había sido detenido por la policía en Valencia por "tomar el sol completamente desnudo" en la terraza privada de su vivienda. Los vecinos, en encomiable acto como centinelas de la moralidad pública, le habían denunciado, uno tras otro, para que se enterara de que en Valencia, por más que sea en privado, uno sólo se broncea con meyba de cuello vuelto.

En la última página contábamos la apertura al público, convertido en museo, del palacio de El Pardo, ex residencia de Franco. Hubo noticia de que de muchas pinturas valiosas se ocupó cumplidamente Villaverde, el yernísimo, hábil siempre en los terrenos crematísticos. Agujeros en las paredes no se percibían, pero sí se veía el hueco donde estuvo el brazo incorrupto de santa Teresa, que tanto paseamos por España, y que fue devuelto por Carmen Polo a la muerte del marido, quizá por entender que los favores de la andarina abulense les habían abandonado.

Quien esto firma, autora de aquel reportaje, no pudo con el pasmo cuando el guía le indicó -"todo está como él lo dejó, con lo último que utilizó"- el supuesto postrer libro que estaba leyendo el caudillo. Me alejé del grupo, salté el cordón que separaba la mesa del despacho del itinerario público y pude ver el título del tomo, encuadernado en azul, que, según el devoto cicerone, devoraba Franco cuando se agravaron sus males: Reseña estadística de la provincia de Lugo. Pedazo de best seller.

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