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Acoso a la oposición en Bielorrusia

Uno de los aspirantes que desafiaron a Lukashenko en las elecciones de marzo, el ex rector universitario Kozulin, ha sido condenado a más de cinco años de cárcel por "gamberrismo"

Pilar Bonet

En menos de cuatro meses, Alexandr Kozulin ha pasado de ser candidato a presidente de Bielorrusia a recluso, condenado a cinco años y medio de cárcel por "gamberrismo". Kozulin, que fue rector de la Universidad Estatal, es la víctima de un proceso a todas luces político. En una entrevista con EL PAÍS, Irina Kozúlina, la esposa del encarcelado, afirma que "se trata de una venganza personal del presidente Alexandr Lukashenko" y se confiesa "decepcionada" por la escasa reacción internacional ante la situación política en Bielorrusia, que ni siquiera figuró en el comunicado final de la pasada cumbre del G-8. La protesta de Alexandr Milinkevich, el otro candidato de oposición a Lukashenko en las elecciones del 19 de marzo, le parece "insuficiente".

"Se trata de una venganza personal del presidente", dice la esposa del procesado

La conversación con Irina Kozúlina se produce en la redacción de Narodnaya Volia, un periódico independiente, reprimido por el régimen. "Mi marido no es culpable y el hecho de que lo hayan condenado a una pena tan larga de prisión indica que las autoridades le temen y le valoran como contrincante político, ya que lo único que pueden oponerle es la fuerza", señala Kozúlina, una experta en matemáticas y programación, que acaba de recurrir contra la sentencia publicada el 13 de julio. Kozulin no llegó a escucharla. El juez, Alexéi Rybakov, lo había sacado de la sala, cuando denunció el juicio como "una farsa" y al magistrado, como "verdugo".

Kozulin y Milinkevich competían por separado contra Lukashenko, pero se unieron para exigir unos comicios democráticos y denunciar el fraude electoral, que dio más de un 80% al actual presidente. Los dos, organizaron concentraciones de protesta que fueron disueltas en la madrugada del 25 de marzo. Ese día Kozulin fue encarcelado durante una marcha por la ciudad. El proceso, que le ha condenado por "gamberrismo contumaz", se ha basado en aquella marcha y otros dos episodios. Invocando testimonios policiales, el juez lo consideró culpable de pegar a agentes, destrozar un retrato de Lukashenko y alterar el orden público. Los testimonios de la defensa, que registraban las agresiones contra Kozulin y la obstaculización del ejercicio de sus derechos como candidato presidencial, fueron ignorados.

"Mi marido está seguro de sí mismo. Esperaba una condena larga y la ha aceptado con tranquilidad, porque sabía que se trata de una venganza personal del jefe del Estado y que éste no se contentaría con poco". Cree Irina que a la severidad del tribunal contribuyó la alocución electoral que Kozulin llegó a formular por televisión, y en concreto, la referencia a la vida privada de Lukashenko y a su supuesta convivencia con una dama que no es su esposa legal. Una segunda alocución, en la que acusaba a Lukashenko de nepotismo por colocar a sus hijos en cargos de responsabilidad, fue censurada. Irina asegura que no era partidaria de abordar la vida privada de Lukashenko por televisión, pero Kozulin no quiso oírla.

"La arbitrariedad ha llegado al límite. Tras la imagen de un país bello y pintoresco y gente sonriente, vive una sociedad triste y oprimida, dominada por el temor", señala. La gente no se atreve a criticar a Lukashenko y ni siquiera se atreve a expresar su respeto a Kozulin por miedo a perder su trabajo. "No me enfado, porque hay quien encuentra la posibilidad de ayudarme, pero el clima es de mezquindad y de temor".

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Irina ha dejado su empleo para ayudar al hombre con quien se casó cuando él tenía 23 años y ella, 19. Ambos tienen dos hijas, una de 26 y otra de 20. La mayor, dice, ha tenido dificultades para encontrar trabajo debido a su apellido. Milinkevich ha criticado enérgicamente la condena de Kozulin, pero en los medios democráticos bielorrusos su apoyo se considera demasiado tibio, aunque nadie quiere criticarle abiertamente. Milinkevich, señalan, viaja por el extranjero como si representara ya de forma permanente a toda la oposición de Bielorrusia, sin haberse ganado todavía el apoyo de sus conciudadanos.

Hoy por hoy, los bielorrusos, con fraude electoral o sin él, siguen dando una mayoría a Lukashenko y la situación económica y social es estable, según revelan los sondeos del sociólogo Oleg Manáiev. El profesor, por cierto, se queja de que sus encuestas no complacen ni al régimen ni a la oposición. El mayor factor desestabilizador en lontananza es Gazprom, el consorcio del gas ruso, por su capacidad de subirle los precios del gas que vende a Bielorrusia.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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