A la sombra de su marido
Eligió estar en la sombra, pero aquella primera opción se transformó en una trampa. María Lejárraga (1874-1974) es una de las figuras de la II República inicialmente olvidada y luego rescatada, entre otros por Antonina Rodrigo. Una recuperación necesaria, aunque Lejárraga fuera en su tiempo la primera en ocultarse. Algo inexplicable tratándose de la autora de Canción de cuna y de la libretista de El amor brujo y de El sombrero de tres picos de Falla, además de muchas otras obras. ¿Por qué alguien con un nombre y una biografía tan potentes como María Lejárraga prefirió firmar sus obras como Gregorio Martínez Sierra, su marido, coautor teatral de algunas de sus piezas? Antonina Rodrigo aporta nueva documentación en esta reedición que actualiza las anteriores (Círculo de Lectores, 1992; VOSA, 1994). En los comienzos de su relación, Gregorio Martínez Sierra, cinco años menor que Lejárraga, introdujo a ésta, maestra de profesión, en los ambientes literarios. Gracias a actuar como tándem y firmar como Gregorio Martínez Sierra, se atribuyó la autoría genérica de su obra al marido. Al tiempo que firmaba las obras de su esposa, Martínez Sierra, más volcado en la dirección de escena, inició una segunda convivencia con la actriz principal de sus producciones, Catalina Bárcena, con quien tuvo un hijo. Fue a raíz de separarse de María Lejárraga cuando su producción literaria empezó a menguar. Sólo entonces, en torno a 1916, se desveló el misterio: Lejárraga había trabajado de negra en una sociedad que encarnaba su marido. Pero éste no reconoció hasta los años treinta que la autora era su mujer. Para entonces, Lejárraga había entrado en la política y era diputada socialista. Exiliada en la Costa Azul tras la Guerra Civil, su casa fue requisada durante la ocupación nazi y tuvo que ocultarse en el domicilio de su doméstica francesa. "Vivimos miserablemente. Yo, casi ciega, catarata doble. Sin dinero, sin noticias de nadie. ¿Sabéis el paradero de Gregorio?", escribe apresuradamente a Matilde de la Torre cuando ésta, desde México, la busca a través de la Cruz Roja. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se trasladó a América. En Argentina reanudó su actividad literaria con la firma de María Martínez Sierra, una ambigua manera de reivindicar su autoría. Rodrigo sugiere que fue por amor por lo que cedió el protagonismo de su obra. Es posible que permanecer en un segundo plano fuera también más cómodo. Sólo al separarse comprendió que la gloria que había regalado a su esposo era ya irrecuperable. Libros como el de Rodrigo se la devuelven.
MARÍA LEJÁRRAGA. Una mujer en la sombra
Antonina Rodrigo
Algaba Ediciones
Madrid, 2005
364 páginas. 23,95 euros
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