Un 'culé' en Carabanchel
El público, entusiasta, se quejó cuando el líder sugirió que el Barça ganará la Champions
No es frecuente escuchar pitos en un mitin político. Sólo sucede cuando el que está en la tribuna habla bien del rival. El público político acude a aplaudir a los suyos. Y ayer no pararon hasta que, casi al final, José Luis Rodríguez Zapatero se olvidó de que estaba en Madrid, en Carabanchel, un barrio muy castizo, y dejó escapar su afición por el Barça: "Este año, un equipo español va a ganar la Champions", auguró con una gran sonrisa. Podía referirse al Villarreal, pero todo el mundo pensó en el Barça y hubo bastantes pitos. El presidente se dio cuenta enseguida de que debía cambiar el tercio: "Y un partido socialista, obrero y español ganará las municipales, autonómicas y generales". Volvieron los aplausos y quedó olvidado el desencuentro.
El momento dulce del socialismo español se deja ver en el entusiasmo de los militantes, capaces de recorrer en autobús media España para escuchar al líder. Toda la avenida General Ricardos, próxima al Palacio Vistalegre, era una fila de autobuses de Torrelavega, Albacete, León, Valencia, y zonas tan alejadas como A Baña (A Coruña), que está en todos los actos. Llegaron hasta 350 autocares, 260 de fuera de Madrid. "Habéis venido de todas partes, y seguro que no habéis dormido en hoteles", les dijo con cariño Zapatero.
Efectivamente, los autobuses salieron de madrugada para volver por la tarde a los pueblos. Y encima, muchos militantes no pudieron entrar, porque la plaza se desbordó (14.000 personas en las gradas, aforo oficial, a las que la organización suma 6.000 en el coso. La plaza, desde luego, estaba repleta).
El PSOE inauguró un sistema para enviar mensajes de texto con el móvil que aparecían en las pantallas gigantes de la plaza. Todos ellos entusiastas -si había alguno que no lo fuera la organización se encargó de censurarlo-, y con una palabra repetida: "Valiente".
La militancia socialista agradece a su líder que no le tiemble el pulso a la hora de tomar decisiones que no le gustan a EE UU, a la derecha o a la Iglesia. "Zapatero, te quiero, bambi de acero", se leía en uno de ellos. "Valiente, cojonudo, como ZP ninguno", decía otro. La mayoría, sin embargo, eran muy políticamente correctos y parecían enviados desde los aparatos locales: uno incluso invitaba a los asistentes a un acto de Trinidad Jiménez en Murcia.
En el mitin estaban casi todos los que son o han sido alguien en el PSOE en los últimos años. El público aplaudió a todos, pero las diferencias se hicieron notar. Los ministros, por ejemplo, recibieron cordiales bienvenidas, pero la plaza reventó cuando se anunció la presencia del de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Cuanto más lo critica el PP, más le gusta a su gente. Todo el público, puesto en pie, aclamó a la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega. Pero sobre todo las señoras, las más entusiastas, las que con mayor facilidad soltaban desde las gradas improperios contra el PP. Y las más satisfechas a la salida, cuando una muchedumbre colapsó el barrio para tratar de salir de allí. En el metro se veía a varios diputados.
Los clásicos, especialmente Manuel Chaves y Juan Carlos Rodríguez Ibarra, siempre tienen una gran acogida. José Bono no apareció. Pero el que sigue arrastrando un incondicional entusiasmo, casi nueve años después de dejar la secretaría general del PSOE, es Felipe González. En pleno debate sobre quién es más de izquierdas, si él o Zapatero, este último hizo un guiño cómico. Se quejaban a la derecha del escenario porque se alejaba del micrófono al hablar y no se le escuchaba. "Es que siempre me voy hacia la izquierda", se rió.
Dos años después del triunfo socialista, aún colean algunas cosas que llevaron a lograrla. Cuando el presidente reivindicó la retirada de las tropas de Irak, la plaza tronó como en enero de 2003: "¡No a la guerra!, ¡No a la guerra!".
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