Éxodo animado
De los múltiples intentos de asimilación de los modos y maneras de Pixar para fabricar productos animados destinados a toda la familia, el de Chris Wedge y Carlos Saldanha con Ice Age (2002) quizá haya sido uno de los más logrados. Su espíritu travieso, la técnica afinada, el ritmo vivo y los regocijantes destellos convirtieron esta producción de la Fox (una de las muchas rivales de Pixar y, por tanto, de Disney, su casa madre) en un éxito de público y en una agradable labor para la crítica.
Cuatro años después llega Ice Age 2: el deshielo, con algunas de las virtudes de la original, pero con una sensación de ya vista que no se producía, por ejemplo, con la única secuela creada por Pixar: Toy Story 2.
ICE AGE 2: EL DESHIELO
Dirección: Carlos Saldanha. Intérpretes (voces): John Leguizamo, Denis Leary, Queen Latifah, Ray Romano. Género: animación. EE UU, 2006. Duración: 90 minutos.
Saldanha y Wedge (esta vez sólo en tareas de producción) han optado por esquivar la capacidad de riesgo y la base de su nueva historia es prácticamente un calco de la anterior: antes se huía de la congelación del planeta en busca de un recóndito lugar sin hielo y ahora se huye de la descongelación para no morir sepultados por el agua. Por desgracia, nos estamos malacostumbrando a que en las segundas partes de las películas de éxito se nos hable, más que de una evolución de los personajes inmersos en nuevas situaciones, de aventuras casi idénticas a la original, quizá por miedo a que los giros argumentales no sean bien aceptados por el gran público.
De nuevo, la película acude a las clásicas situaciones provocadas por largos y peligrosos éxodos en busca de una tierra más o menos prometida y, así, se suceden las desconfianzas entre los miembros del grupo, los encontronazos con otras especies tendentes a la supervivencia y hasta frases con inquietantes paralelismos en la actual vida social, religiosa y política de ciertos grupos: "¡Yo nací en este agujero y moriré en este agujero!", clama un hurón que se niega a la marcha y que bien podría ser un colono en un asentamiento judío.
Como en la primera entrega, y esta vez con más presencia temporal, lo mejor siguen siendo las desventuras de la desternillante ardilla en busca de la bellota; unas situaciones más basadas en el alma del genio Tex Avery o de los Looney Tunes que en las tácticas de Pixar. Aun así, resulta descorazonador que el personaje más recordado sea uno completamente ajeno a la trama principal de una película digna pero con cierta tendencia al tedio.