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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nunca más

Treinta años después del golpe militar y la más cruenta dictadura de su historia, los argentinos han dejado atrás la posibilidad de que tal tragedia se repita, y han ganado casi todas las batallas contra aquellos criminales. Casi todas, pues falta la derogación de los indultos firmados por Carlos Menem en 1989 y 1990, que libraron de penas a muchos responsables de las atrocidades, proyecto que se estrelló de nuevo contra el oficialismo en la Cámara baja. El presidente Néstor Kirchner consideró en su discurso de ayer que esta cuestión deben dirimirla los tribunales, pero algo tiene que decir el Parlamento.

Bajo el lema de "nunca más", los argentinos, aunque no de un modo unitario, salieron ayer a las calles en esta triste conmemoración. No deja de resultar polémico que el Gobierno haya declarado festivo tal día, en una jornada que tenía que haber sido esencialmente didáctica para las nuevas generaciones argentinas y de otros países vecinos que sufrieron similares golpes de Estado. La Escuela de Mecánica de la Armada, el centro más emblemático de detención clandestina, tortura y asesinato, pasará a ser un museo de la paz, que sirva para conservar la memoria colectiva de aquellos horrores. La sociedad ha madurado y se ha modernizado, así como sus representantes políticos. El desbloqueo judicial se produjo al anular el Parlamento las leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, y hoy, salvo la cuestión de los indultos, no hay restricciones a la acción judicial respecto de unos crímenes que no tienen fecha de caducidad.

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Llegar hasta aquí ha costado, y hay que reconocerle a Kirchner lo logrado al restablecer plenamente la primacía del poder político democráticamente elegido sobre unas fuerzas armadas que han quedado disminuidas. Pero conviene recordar, como hizo ayer el presidente, que, como en casi todos los golpes de Estado y dictaduras, no fueron sólo los militares los responsables, sino también un sector de la sociedad civil que les apoyó y participó en aquella tropelía. Ahora Argentina debe mirar al futuro y acometer las reformas necesarias para mejorar la calidad de su democracia.

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