Andalucía, país de ciudades
Andalucía es nuestro lugar; el lugar en el que seguimos la estela que han dejado los hombres y mujeres que han habitado esta misma tierra a lo largo de la historia; el lugar en el que los andaluces hemos construido una simbología propia y un sentimiento de pertenencia e identidad. Andalucía es nuestro territorio, el soporte físico de nuestras relaciones sociales y de nuestra experiencia vital; precisamente por ello el territorio de Andalucía se funde con nuestro cuerpo social, participando de la economía, de la simbología, de la educación y la cultura de los andaluces. Disponer de una identidad local, de un territorio físico, pero también simbólico y afectivo, nos permite a los andaluces, social e individualmente, actuar con personalidad propia en el complejo escenario de la globalización; y controlar nuestras vidas y nuestros entornos. Es el poder de la identidad, cuestión que ha sido analizada magistralmente por Manuel Castells. Una identidad andaluza que se engloba en la española, en la europea, en la occidental, con las que comparte universos culturales sin por ello perder su autonomía y especificidad propias; y sus relaciones con culturas no occidentales.
Conscientes del poder de la identidad, los andalucistas pioneros, y luego Blas Infante en sus escritos; Ortega y Gasset -en negativo- con sus histriónicas afirmaciones sobre Andalucía; Domínguez Ortíz, en sus valiosos estudios sobre historia y antropología de Andalucía, y tantos otros, han tratado de perfilar los trazos más sobresalientes de esta identidad andaluza. Incluso el Defensor del Pueblo Andaluz editó en 2001 un sugerente estudio resultado de la invitación a una serie de pensadores de distintas disciplinas para que aportasen su particular visión respecto a la identidad andaluza.
Andalucía es un lugar abierto, universal, humanista, complejo, diverso, mediterráneo, atlántico, marítimo, montañoso. Desde el punto de vista geográfico -no soy yo el primero que esto afirma-, encaja en la catalogación de País con mayor motivo que el Vasco o el Valenciano; por su historia -Tartesos, la Bética romana, el esplendor de Al-Andalus, los reinos mediavales de Córdoba, Sevilla, Jaén y Granada; y por fin la conquista y castellanización de la Baja y la Alta Andalucía; y su papel en la configuración de la España que hoy conocemos; y en la concepción del mundo moderno y sus mapas del continente americano; por su cultura-milenaria, de síntesis, de crisol, de integración y asimilación-; por su dimensión, casi 90.000 kilómetros cuadrados, más del doble de la de Países Bajos, Bélgica, Suiza o Dinamarca; superior a la de Austria, Irlanda, y la República Checa, similar a la de Hungría y Portugal; en Andalucía caben 12 países vascos; u 11 comunidades madrileñas; o cuatro comunidades valencianas; o tres cataluñas; o tres galicias. Y más allá de conceptos geográficos, la Constitución de 1978 distingue entre nacionalidades y regiones, y el Estatuto de Andalucía define esta comunidad como nacionalidad, y no como región. Por todo ello digo que Andalucía es un país.
Y es un país de ciudades porque otro carácter diferenciador e identitario de Andalucía es su fuerte y temprana urbanización y la distribución del sistema de ciudades. Hoy día Andalucía cuenta con 770 municipios, de los cuales 70 tienen más de 20.000 habitantes, esto es, el 9,1%. España cuenta con 8.109 municipios, de los cuales 353 tienen más de 20.000 habitantes, esto es, el 4,4%. Esta es la realidad. Y es una realidad que Andalucía ha de poner en positivo, porque es otro hecho que las ciudades constituyen, hoy día, los centros nodales de la sociedad de la información.
Específicamente, resulta esencial constatar que la evolución de las sociedades -en lo económico, lo institucional, lo cultural...- se ha producido y, sobre todo, se produce ahora en torno a las ciudades. Las ciudades son el espacio de crecimiento y cambio estructural. El mayor o menor desarrollo socioeconómico de Estados y regiones se explica hoy por la presencia o no en su territorio de urbes con capacidad para generar dinamismo económico, iniciativa empresarial e innovación.
La Junta de Andalucía reconoce explícitamente este hecho en el modelo territorial de Andalucía, sometido en este momento a información pública, y establece el sistema de ciudades y las estructuras urbanas intermedias como el primero de los cuatro sistemas básicos que determinan la ordenación del territorio regional y, por ello, básico para satisfacer los objetivos de cohesión social y equilibrio, integración y solidaridad territorial.
Se trata del sistema conformado por las áreas metropolitanas de Sevilla (Híspalis) y Málaga (Malaca), decisivas para la integración exterior de Andalucía, pero también las de Bahía de Cádiz-Jerez (Gades), Granada (Lliberis), Córdoba (Corduba), Huelva (Onuba), Campo de Gibraltar (Carteia), Jaén (Aurgi) y Almería (Abdera). Y también la red de ciudades medias, tanto en el litoral como en el interior, la mayor parte también con más de dos mil años de historia como la vieja Astigi -conocida hoy como Écija- o Carmo -hoy Carmona- o Marchena -antigua Martia- , u Osuna -antigua Urso-.
Son las viejas ciudades de Andalucía, que hoy día continúan expresando nuestro mestizaje histórico compartido, nuestro sistema de valores y actitudes, y nuestra particular y universal identidad cultural.
En este tiempo nuevo es de nuevo la hora de las ciudades. Ciudades que se construyen con nuevas formas y nuevos procesos, que adquieren nuevas funciones, nuevas habilidades y nuevas atribuciones. Esta permanente reinterpretación de la ciudad y de sus símbolos es lo que la hace posible impulsar, acompañar y participar en la evolución de los tiempos. Andalucía es un país de ciudades. Siempre lo ha sido. Es hora de poner este hecho en positivo. Esta es una de las bazas que hemos de saber jugar.
Alfredo Sánchez Monteseirín es alcalde de Sevilla.
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