_
_
_
_
_

Cuba, la transición que nunca llega

La UE y EE UU constatan los reiterados fracasos de sus respectivas estrategias frente a Fidel Castro durante casi cinco décadas y sólo coinciden en dar protagonismo al pueblo

Fidel Castro acaba de celebrar los 47 años de su entrada triunfal en La Habana, una conmemoración sentida como un fracaso en EE UU y en la Unión Europea, cuyas respectivas políticas para acabar con el régimen o hacerlo más transigente han resultado rotundamente frustradas. Lejos de ser asfixiado, el castrismo recibe nuevos apoyos y vuelve a crecerse con los triunfos electorales de la izquierda latinoamericana, mientras en Naciones Unidas nunca tantos han condenado el embargo norteamericano. Washington y los Veinticinco piensan ya en la Cuba sin Castro y sólo coinciden en que debe ser el pueblo cubano quien tome el destino en sus manos.

Castro cumplirá 80 años en agosto y no ha hado muestras de ceder. Al contrario, tras unos años de titubeo y tímida reforma económica, el régimen cerró el puño de nuevo en 2003. La Venezuela de Hugo Chávez ha sido crucial en el reforzamiento del régimen al proporcionarle el alivio económico que antaño le ofrecía la Unión Soviética: Chávez envía a la isla más petróleo del que necesita Cuba, que exporta el excedente para obtener divisas.

Oswaldo Payá: "Cuba somos todos los cubanos, incluyendo el Gobierno"
El petróleo venezolano ha sido crucial en el reforzamiento del régimen castrista

Fidel está para quedarse y se siente cada vez más seguro. Otra cosa es su régimen. "El cambio sólo podrá producirse tras la muerte de Fidel Castro", dice Marifeli Pérez-Stable, una cubana de la diáspora, colaboradora de la Fundación Elcano, el centro de estudios políticos de Madrid. Cubanos del exilio y no cubanos, altos funcionarios de la UE y de Washington, profesores y representantes de ONG, rupturistas y pactistas se reunieron recientemente en Bruselas para discutir sobre el futuro de Cuba y el papel de EE UU y la UE en la inevitable transición. Todos acudieron al llamamiento de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (Fride), con sede en Madrid.

En las discusiones emergió la complejidad de la relación de la comunidad internacional con La Habana, plagada de paradojas y contradicciones, quizá la primera de ellas que EE UU sea el primer vendedor a Cuba, pese al añejo embargo. La UE es el segundo inversor en la isla, tras Canadá. España es la que rige la política comunitaria frente a La Habana. "Cuba es un país con escaso interés estratégico para la UE", explica Susanne Gratius, de Fride, "y por eso se deja en manos de España la política a seguir". La consecuencia ha sido una desconcertante serie de vaivenes, desde los vanos intentos de aproximación de Felipe González a la mano dura del aznarismo y la vuelta al llamado diálogo crítico de José Luis Rodríguez Zapatero.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

La estrategia europea no ha hecho la menor mella en Castro, que ha respondido a cada envite con un órdago que desarmaba a la otra parte. "No previmos que Castro fuera a congelar las relaciones con las embajadas de la Unión", confiesa Karl Buck, alto funcionario comunitario, en referencia a la represalia de La Habana por las minisanciones de la UE en respuesta a la detención de 75 disidentes en 2003.

Las sanciones fueron levantadas hace un año porque "parecían inútiles, al no contribuir a la puesta en libertad de los detenidos, y contraproducentes, al impedir el diálogo entre embajadas y Gobierno cubano", señala Javier Sandomingo, director general de Política Exterior para Iberoamérica del ministerio español de Exteriores. La flexibilización de los Veinticinco fue adoptada pese a la resistencia de algunos países, en especial la República Checa, que siente en carne viva los efectos de las dictaduras, y del Parlamento Europeo. "No hemos dado legitimidad ni oxígeno al tirano", responde Sandomingo a las críticas. Otra fuente del ministerio, que prefiere guardar el anonimato, reconoce que el gesto no ha dado frutos: "Hay que mantener el diálogo, pero las expectativas deben ser bajas, porque el régimen es el que es".

Si Europa ofrece zanahorias que Castro desprecia, tampoco el palo de EE UU le amedrenta. "Las diferentes estrategias elegidas por EE UU y la UE hacia Cuba no han hecho más que contribuir a consolidar el sistema cubano", subraya Gratius. "Las inversiones europeas han servido a Castro para estabilizar su régimen y la política de sanciones de EE UU le ha servido para justificarlo políticamente con la existencia de un enemigo externo".

La encarnación del enemigo externo es ahora mismo Caleb McCarry, a quien Washington ha nombrado coordinador de la transición de Cuba. "Mi misión es pensar en cómo ayudar al pueblo cubano a liberarse de la dictadura", dice el portador de ese título controvertido.

Los europeos de las distintas mesas redondas reconocen que tanto la estrategia comunitaria como la de Washington han fracasado. Gratius atribuye el fracaso europeo a la falta de una política común de la UE que Sandomingo explica porque "de los Veinticinco, no más de cinco tienen una política específica para Cuba". Pérez-Stable considera que "no ha habido éxito porque el Gobierno cubano no suscita el mismo consenso de repudio que el régimen del apartheid".

McCarry, optimista, asegura que "la hora del cambio ha llegado". De lo que discrepa Lawrence Whitehead, politólogo de Oxford. "No sabemos cuándo ni cómo va a comenzar la transición. Podría ser una ruptura con dramáticas consecuencias", advierte. Whitehead cree que Europa está "demasiado centrada en el presente, mientras que Washington está demasiado fijado en cómo debe ser el futuro". Para McCarry el futuro de la isla es el modelo americano: "Los que tienen menos de 46 años en Cuba deben saber que se puede construir una sociedad como la que van a buscar en EE UU".

"Los cubanos que quieren el cambio no quieren que nadie les diga cómo debe ser, lo que nos obliga a ser cuidadosos. Quieren el cambio, pero no cualquier cambio", matiza Christian Freres, del Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Los testimonios expresados en Bruselas dan cuenta del miedo en Cuba al cambio violento. "Hay que reducir el temor a un cambio no pacífico y que produzca un mayor empobrecimiento", dice Margaret Crahan, de la City University de Nueva York. La preocupación que suscita el fantasma de la venganza hace más inquietante la tranquilidad con la que Dennis Hays, ex coordinador para Asuntos Cubanos en el Departamento de Estado, evoca la posibilidad. "Ya hay violencia del régimen contra su gente. Slobodan Milosevic cayó gracias a la violencia", dice, antes de citar a John F. Kennedy: "Los que hacen imposible la evolución pacífica hacen inevitable la revolución violenta".

Hays está en minoría, aunque no se encuentra aislado cuando dice que "a Fidel no le importa el futuro y no hay que hablar con él". Hay consenso en que hay que contar con los cubanos para hacer la transición, pero nada más. No hay estrategia conjunta ni identidad de criterios sobre el camino a seguir. "Nuestros enfoques, el europeo y el de EE UU, no han dado resultado", apunta Tomás Duplá del Moral, director general para América Latina de la Comisión Europea. "La solución para Cuba corresponde encontrarla a los cubanos y nosotros apoyaremos lo que ellos quieran". Europeos y americanos hablan de la necesidad de potenciar los contactos con la sociedad civil y se recuerda a Washington que tampoco hay que desdeñar a los escalones inferiores del aparato del Estado porque "todavía hay que ver quién es quién en el régimen cubano", según Dan Erikson, de Diálogo Inter-Americano, un foro de Washington.

Oswaldo Payá, destacado disidente que fue galardonado con el premio Sajarov por la Eurocámara, envió un texto al congreso. "Cuba somos todos los cubanos, incluyendo el Gobierno, y hay que dialogar con Cuba", escribía Payá a falta de no poder decirlo de viva voz por no haber sido autorizado a viajar.

Fidel Castro, con trabajadores sociales en la noche de fin de año en La Habana.
Fidel Castro, con trabajadores sociales en la noche de fin de año en La Habana.REUTERS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_