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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ciencia del desguace

Javier Ocaña

Las películas basadas en videojuegos son un cáncer para el cine. Hay que ser fiel al original, con todo lo que ello conlleva, ya que si no es así los fanáticos se sienten defraudados, lo que provoca una absurda metodología alejada del medio: luchas a mansalva, carreras por doquier, cabezas destrozadas, adrenalina siempre en el límite, es decir, tan arriba que el ritmo termina siendo un tostón de acción desmadrada sin descanso.

Historias de encefalograma plano cuyos giros de guión suelen consistir en que se pasa de una pantalla con un escenario a otra con uno distinto. Apasionante. Quizá sí con un mando en la mano demostrando habilidades psicomotrices por encima de la media (¿pero a quién quieren engañar los vendedores de estudios sobre las supuestas virtudes de pasarse el día agarrado a la play station?). Pero no, desde luego, en la butaca de un cine. Doom, última demostración de por dónde van los tiros en una parte de Hollywood respecto de sus fuentes artísticas, es algo más soportable que estupideces como Resident evil o Tomb Raider, pero no va mucho más allá de un carrusel de tópicos sobre las películas de zombis ambientadas en una galaxia lejana.

DOOM

Dirección: Andrzej Bartkowiak. Intérpretes: The Rock, Karl Urban, Rosamund Pike, Raz Adoti. Género: ciencia-ficción. EE UU, 2005. Duración: 100 minutos.

Dirigida por el veterano Andrzej Bartkowiak (otrora excelente fotógrafo de grandes películas como Veredicto final o El honor de los Prizzi, hoy reciclado como realizador de productos de acción como Romeo debe morir), Doom se atreve incluso a filosofar sobre la condición humana con una trama en la que la base para su resolución es nada menos que el descubrimiento del ¡código genético del alma! Así, protagonizada por un grupo de marines y abarrotada de persecuciones por oscuros pasillos metálicos (deberían pagar derechos a los creadores de Aliens, el regreso), la película despliega una risible ciencia de taller de desguace y acaba pareciendo una especie de Rambo VII. Misión: salvar la Tierra. Todo ello bajo la atenta mirada de una guapísima doctora que trabaja ante el microscopio ataviada con una ajustada camiseta sin rastro de sujetador alguno.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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