Tradiciones

Pixar lo ha puesto tan difícil que cualquier película de animación comparada con Toy Story, Buscando a Nemo y demás, parece un pequeño desastre. Por eso quizá resulte injusto enfrentar los mastodontes presupuestarios estadounidenses a obras como la española Olentzero y el tronco mágico, dirigida por Juanjo Elordi, el autor de Los balunis (2004). Sin embargo, los críos poco saben de dinero y sí mucho de entretenimiento, algo que se notaba en el gélido ambiente de un cine madrileño, una tarde de Navidad donde el aburrimiento parecía campar entre la prole.

Dotada de una modestia técnica muy visible (fondos poco trabajados, expresividad mínima en los rostros humanos), la película muestra una llamativa libertad de vestuario y se ambienta en un tiempo indeterminado en el que buena parte de los protagonistas viste como a principios del siglo XX; los niños, con ropa moderna, y los que ejercen de guardianes de la ley no se sabe bien si son los ertzainas actuales o los guardias forales de 1936. Aunque lo que realmente la diferencia es su demanda de las tradiciones, acogiendo como protagonista a Olentzero, un carbonero que baja de la montaña para traer juguetes a los niños.

Más allá de estos pequeños detalles y del mérito que supone fabricar una obra de animación en España, Olentzero y el tronco mágico no acaba de cubrir el primero de los dos objetivos de este tipo de cintas: que los niños lo pasen bien durante un rato y que salgan del cine al menos igual de listos de lo que entraron.