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Reportaje:CUMBRE DEL COMERCIO MUNDIAL

Hong Kong, en estado de alerta

Las autoridades movilizan a 9.000 policías para hacer frente a los activistas antiglobalización

Hong Kong vive bajo el síndrome de Seattle (1999), cuando las manifestaciones de los activistas antiglobalización sumieron en el caos la cumbre de la OMC. O de las protestas de la reunión de Cancún, en 2003, cuando un campesino surcoreano se suicidó a navajazos. Temeroso de que la violencia pueda estallar entre los 10.000 oponentes a la globalización que se calcula que se reunirán en la ex colonia británica, el Gobierno ha puesto en marcha un fuerte dispositivo de seguridad. Las autoridades han movilizado a 9.000 policías, casi uno por activista, en el mayor despliegue realizado en el territorio desde que fue recuperado por China en 1997.

Las medidas comienzan en el mismo aeropuerto, donde ha sido desplegado un gran número de agentes; siguen en la autopista, donde los policías vigilan sobre los pasos elevados, y alcanzan su máximo en las proximidades del centro de convenciones, convertido en una fortaleza. Los alrededores del palacio de congresos, situado al borde de la bahía, fueron clausurados. Vallas metálicas negras recién pintadas de tres metros de altura aíslan el complejo. En el mar, vigilan las patrulleras.

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Hoy está prevista la segunda de las tres grandes manifestaciones convocadas por las ONG para esta semana. Los organizadores esperan congregar a entre 5.000 y 7.000 participantes, tras los más de 4.000 que desfilaron el pasado domingo entre los rascacielos de la isla. "Creemos que la inmensa mayoría serán pacíficos, pero no se puede descartar la posibilidad de que unos pocos recurran a una actitud menos disciplinada", explica Annissa Chan, portavoz de la Fuerza de Policía de Hong Kong.

La ciudad vive en estado de alerta. En las calles, la presencia de los agentes es constante. Y los preparativos para evitar posibles destrozos, también. Las cuadrillas de obreros han sellado los adoquines sueltos y han cubierto las pasarelas sobre las autopistas que tejen la ciudad con redes de nailon, para impedir que se arrojen objetos desde ellas. Varias sucursales bancarias han cerrado hasta que finalice la reunión, mientras los hospitales están en alerta. Algunos hoteles han colocado arcos de detección de metales, y en el Marriott -donde se aloja la delegación estadounidense-, los camareros piden a los clientes que escriban su nombre y número de teléfono cuando consumen en el bar o en el restaurante.

Los organizadores de las protestas -incluidos los de los 1.500 surcoreanos que se esperan- han prometido mostrar su rechazo de forma pacífica. "Tenemos un equipo de voluntarios para mantener la seguridad, uno por cada 20 manifestantes", dice Mabel Au, representante de Alianza Popular de Hong Kong para la OMC, la organización que coordina las protestas. "Informamos a los activistas que vienen de otros países de que la tradición en Hong Kong es que las manifestaciones sean tranquilas, y les animamos a que contacten con nosotros. Pero no podemos decir que no habrá gente que vaya por libre y que emprenda sus propias acciones", afirma.

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Las ONG acusan a las autoridades de acosar a unos activistas e interrogarles a su llegada, en el aeropuerto, mientras a otros la Embajada china en sus países les ha denegado el visado. El militante agricultor francés José Bové fue retenido ayer y no pudo entrar hasta que intervino el cónsul francés. Las autoridades parecen temer más la furia potencial de los activistas que la posibilidad de un atentado.

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