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Columna
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En pelotas

El pasado 21 de mayo, en este mismo diario, realizaba unos comentarios con motivo de los actos de gamberrismo por los que parlamentarios del PP provocaron la suspensión del pleno del Parlamento de Andalucía. Aquel mear fuera de tiesto determinó que el consejero de Presidencia realizara unas declaraciones, por las que identificaba este comportamiento con otros de HB en el Parlamento vasco. Declaraciones por las que el PP-A se querelló contra Gaspar Zarrías. Entendió -dijo- que se le estaban atribuyendo hechos que eran constitutivos de delito.

El TSJ ha archivado la querella esta semana. Dice: "...sin que la asociación con la fuerza política ilegalizada alcanzase desde la perspectiva del ciudadano medio a las razones que fundamentaron la ilegalización de HB". Total, que ha dejado en pelotas la querella, pues cualquier ciudadano con dos dedos de frente sabía que no estaba diciendo que el PP y HB fueran lo mismo. Sólo que los parlamentarios de un partido democrático y constitucional habían empleado formas antidemocráticas para paralizar una institución democrática. Pues, bien, si esto lo entiende el ciudadano medio, por la misma razón lo deberían saber los querellantes y no llevar el juego político a los tribunales, para seguir con el deterioro de la vida pública y democrática.

Sin embargo, como no lo hicieron, parece que es lo que les interesa. No se quiere que esta sociedad sea gobernada por quiénes legalizan el matrimonio gay -manifestación en contra- y desean que la enseñanza pública no sea de menos calidad que la privada -manifestación en contra-. Son manifestaciones, pues, que pretenden retrasar por la vía de los hechos el progreso social. De ahí que no puedan identificarse a estos fines con otras -sin Iglesia y sin PP- que consiguieron parar una guerra injusta y llevar a la oposición a quiénes nos llevaron a esta guerra.

En fin que, cuando algunos dejen de añorar la España de la piel de toro y no llamen indocumentados a todo un Gobierno elegido por esta sociedad aunque critiquen sus actos concretos, la oposición será tan necesaria como el propio Gobierno. Ambos estarán al servicio de la sociedad. Mientras tanto, sólo sirve para quedar en pelotas ante unos ciudadanos que hace tiempo dejaron de creer en los cuentos para mandar y escribir su propia historia.

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