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Reportaje:

El ratoncito valiente

La inactivación de un solo gen hace que los roedores pierdan el miedo y se lancen a explorar tierras incógnitas

"El verdadero valor nace de la razón", dijo Mencio, y se equivocó, porque el verdadero valor sólo nace de la incapacidad para aprender el miedo. Lo acaba de demostrar el genetista Gleb Shumyatsky, de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey, Estados Unidos). Ha hecho los experimentos en ratones, pero los fundamentos genéticos y neurológicos del miedo son idénticos en el ser humano, y su mal funcionamiento es la explicación más probable de la valentía o de la temeridad.

Cada función mental está localizada en una región cerebral, y el miedo no es una excepción: surge de una pequeña estructura llamada amígdala (nada que ver con las amígdalas de la faringe), situada en la zona central del cerebro, tanto en el ratón como en el ser humano.

Shumyatsky ha buscado genes que sólo estén activos en la amígdala, y se ha concentrado en uno de ellos llamado stathmin. Para saber cuál es la función de un gen, lo ideal es destruirlo y ver qué pasa. Esto no se puede hacer en una persona, naturalmente, pero sí en un ratón.

Los ratones que tienen destruido el gen stathmin son viables y normales a simple vista, como si ese gen no sirviera para nada. Pero Shumyatsky estaba buscando alteraciones en el aprendizaje del miedo, así que les sometió a una prueba típica en ese campo de estudio: se hace sonar una campana y, acto seguido, se inflige al animal una inocua, pero desagradable descarga eléctrica.

Los ratones normales aprenden enseguida a asociar el sonido con el calambrazo, y esa asociación no se les olvida en toda la vida. Si tiempo después vuelven a oír el sonido, se quedan paralizados de miedo esperando una descarga que nunca llega.

El ratón que lleva destruido el gen stathmin también se queda paralizado cuando vuelve a oír el sonido, pero sólo momentáneamente. Después se comporta como si pensara: "Venga, hombre, a mí con ruiditos", y sigue haciendo su vida normal. Un héroe con bigotes.

La prueba anterior muestra que los ratones sin stathmin son defectuosos en el aprendizaje del miedo. Pero también hay miedos, como el temor a las alturas o a los predadores, que son innatos y más o menos característicos de cada especie. Los ratones, por ejemplo, tienen un miedo innato a adentrarse en territorios desconocidos como una caja que nunca hayan visto antes.

Los ratones sin el gen stathmin no sólo se adentran en la caja, sino que se planta en los medios para no perderse detalle en caso de que ocurra algo. "Nuestros resultados muestran que el gen stathmin es necesario tanto para el miedo innato como para el aprendido", afirma Shumyatsky, que presentó ayer sus resultados en la revista Cell, junto a investigadores de Harvard, Columbia y el Albert Einstein, College of Medicine de Nueva York. Shumyatsky cree que sus ratones valientes son una buena herramienta para estudiar la ansiedad humana, y para buscar nuevos fármacos ansiolíticos.

Mencio se equivocó al pensar que el valor nace de la razón. El que sí dio en el clavo, como de costumbre, fue Goethe, que dejó escrito: "Valor y modestia son las virtudes menos inciertas, porque son las únicas que la hipocresía no puede imitar". Llevará tiempo hallar el gen de la modestia: pocos genetistas están familiarizados con ese campo.

Grupo de ratones en un laboratorio.
Grupo de ratones en un laboratorio.

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