Héroe en la catástrofe
El madridismo descubre en Riazor que Sergio Ramos juega de todo
Jugó de defensa central, de medio centro y de delantero centro en el mismo partido. Se resistió a la derrota cuando a su alrededor se contagiaba la resignación. Le hizo una bicicleta a Manuel Pablo y tiró el centro como un extremo. Se convirtió en el central más elástico en el marcaje, el que más balones robó. Subió a rematar al área de Molina como un nueve. Por un momento, pareció como si todo el Deportivo no bastase para contenerlo. El Madrid perdió por 3-1. Pero, en su noche más desastrosa, el madridismo se sintió honrado por un joven de 19 años. Se llama Sergio Ramos García. Es sevillano de Camas, como Curro Romero. Y eligió el peor momento posible para ser un gigante.
Cuando subió al área de Molina para rematar como un delantero centro, Sergio Ramos no estaba tomando una decisión apresurada. Su ex entrenador en el Sevilla, Joaquín Caparrós, ahora es el técnico del Deportivo. A la mañana siguiente del partido, mientras leía los periódicos, Caparrós reveló el secreto: "Yo, el curso pasado, estaba convencido de que Sergio rendiría donde lo pusiera. Y hubo un momento en que nos planteamos seriamente con el cuerpo técnico ponerlo de nueve. Estuvimos a punto. Teníamos las bajas de Makukula, Darío Silva y Carlitos y necesitábamos un delantero centro. Si al final no lo hicimos fue por temor a las reacciones que podría haber en el entorno. Pero él tiene buena técnica, le pega bien al balón y va bien de cabeza. De hecho, cuando llegó al Sevilla con nueve años, siempre había sido delantero".
Caparrós: "La pasada temporada, estuve a punto de colocarle de delantero centro"
Sergio Ramos no tuvo una entrada fácil en el Madrid. Irrumpió en un vestuario dividido. Por un lado, los brasileños; por otro, los españoles. Se encontró en el medio. Algunos veteranos, españoles, al verle tan seguro de sí mismo, tan a sus anchas, resolvieron ponerlo a prueba. Lo ignoraron. Le hicieron el vacío. A ver qué pasaba. El sevillano no perdió los nervios. Siguió sonriendo, mirando al futuro con optimismo. Siempre ha jugado en categorías superiores a las que le correspondían por su edad y está acostumbrado a la intimidación. El vestuario del Sevilla le había enseñado. Había aprendido, curiosamente, de Javi Navarro y Pablo Alfaro. Dos mitos del antimadridismo. Dos futbolistas demonizados.
"Sergio", explicó Caparrós, "ha tenido muy buena escuela. Ha aprendido de Javi Navarro y Pablo Alfaro, dos profesionales comprometidos con su profesión y con su club. Gente que vive para el fútbol, como él. Se fijaba mucho en los veteranos. Con ellos aprendió a ser futbolista, a entrenarse bien, a trabajar en el gimnasio cada día, a cuidarse, a ser metódico". "A Navas yo le llamaba Niño y es un año mayor que él", recuerda; "a él no le podía llamar Niño porque, con 18 años, era otra cosa. Parecía un hombre maduro".
Ya lo dijo Ronaldo: "Yo a Pablo Alfaro le querría en mi equipo". El miércoles, en Riazor, los aficionados supieron a qué se refería. Y lo supo Caparrós, de algún modo, desde el banquillo local, cuando vio la prominente nariz de su ex pupilo rebelarse contra el destino. "Me recordó a Camacho cuando llegó al Madrid. Yo tuve la oportunidad de conocerle en aquella época y era igual a Sergio. Por su carácter ganador, por su personalidad, por su madurez. Por cómo arrastraba a los compañeros. Lo que hizo en Riazor forma parte de su manera de ser. Es innato. Por eso tenía esa cara de cabreo. Estaba enrabietado".
Al final del partido, Sergio Ramos le brindó la camiseta a Caparrós, el técnico que lo subió al primer equipo del Sevilla con 16 años. Y ayer el jugador se presentó en una conferencia de prensa para decir algo que quizá Vanderlei Luxemburgo debería tomarse muy en serio: "Me extrañó un poco que el míster me pusiera de medio centro. Pero, si me quiere poner de punta, yo, encantado". El jugador también se mostró contrariado con lo sucedido en Riazor: "Hay que reflexionar por la imagen que dio el equipo. No faltaron ganas, porque salimos al ciento por ciento, pero hay que exigirse más".
A él, vista su actitud, no hará falta motivarle de modo especial. Y mucho menos ante el encuentro de mañana contra el Betis, el eterno rival de todo sevillista. "Cuando salto a su campo, voy con una motivación extra. Me gusta que me piten y se metan conmigo".
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