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Reportaje:AULAS

La imposible magia contra las barreras

Un grupo de discapacitados recorre los colegios de Cádiz para concienciar sobre sus dificultades en las aulas

El mago Cleo es capaz de hacer cumplir los sueños con su varita. Marta, Ernesto, Susana y Javier, cuatro amigos discapacitados, han probado su poder. Querían hacer una excursión y un golpe mágico con la varita de Cleo eliminó todas las barreras arquitectónicas que impedían su viaje. Es el cuento con final feliz que ha escrito Yolanda Ortiz, acogida a un plan de formación de la Federación Gaditana de Discapacitados (Fegadi). Su historia es, de momento, una fantasía. Porque su silla de ruedas sigue sin poder acceder a muchos lugares a los que le gustaría ir. Entre ellos, a algunos de los colegios de Cádiz, donde Fegadi ha comenzado una actividad para que los estudiantes tomen conciencia de que el cuento de Yolanda está todavía muy lejos de hacerse realidad.

Es el segundo año que la asociación realiza estas visitas. Este curso visitarán 11 colegios. Monitores y discapacitados disponen un aula con un teatro de títeres que escenifica el cuento escrito por Yolanda. Una marioneta representa a Marta, una joven ciega. Otra a Susana, quien nació con seis dedos. Otro muñeco es Ernesto, un chico sordo y otro más a Javier, pegado a su silla de ruedas. Los cuatro han planeado un viaje pero los preparativos resultan un desastre. No hay guía para Marta. Ni autobús especial para Javier, ni un intérprete para Ernesto. La aparición estelar del mago Cleo, un títere con su tradicional traje azul de estrellas y medias lunas, soluciona todos los problemas enseguida. Basta un simple toque de varita mágica para hacer desaparecer todos los inconvenientes.

El sencillo teatrillo introduce a los alumnos en las dificultades de los discapacitados, contadas en primera persona por ellos mismos. La presencia de Yolanda -quien es narradora de su propio cuento- y su silla de ruedas, tiene otras utilidades. Al acabar la función de títeres, los monitores de Fegadi reparten cuadernos y una regla entre los estudiantes. Su misión es tomar medidas a su colegio para saber qué partes son límites insalvables para Yolanda. En una de sus últimas visitas, en el colegio Santa Teresa, Estefanía Sáinz, Agustín Expósito y Ainhoa Pacheco, de entre 10 y 11 años, estudiantes de 5º de Primaria, no tardaron mucho en encontrar las primeras barreras. Un bordillo de 25 centímetros impediría a Yolanda entrar en el servicio de niñas. Otro similar le hace infranqueable la casa del portero. Tampoco llegaría a la fuente del patio.

Al final, todos los alumnos comparten sus apuntes y, en esa enumeración, encuentran los obstáculos que separan a Yolanda de hacer realidad su cuento. "Algunas barreras son muy visibles, como los bordillos o las escaleras. Otras están ahí pero no se observan tan fácilmente, como la altura de la pizarra, las ventanas o los tablones en las paredes", explica Ana Pedreño, una de las responsables de Fegadi. Yolanda se encarga también de mostrar a los niños los límites de su clase. Basta con estirar el brazo y tratar de apagar la luz. No llega al interruptor.

Las visitas a los centros escolares sirven a Fegadi para dar a conocer a los más pequeños la realidad de la discapacidad pero también como tirón de orejas a los colegios, donde, a pesar de los avances conseguidos en los últimos años, las barreras siguen existiendo con una frustrante invariabilidad. "Hemos visitado muchos centros y nos encontramos con problemas comunes, sobre todo, en los edificios de construcción antigua. No hay ascensor, por lo que los discapacitados no pueden acceder a los pisos de arriba. Hay escalones en algunas clases y los pomos de las puertas no pueden ser alcanzados por quien vaya en silla de ruedas".

Algunas veces la realidad les ha golpeado con crudeza. "En un colegio, Yolanda no pudo ni entrar porque ni siquiera tenía la cuesta reglamentaria de acceso". En mejor situación, se encuentran los inmuebles de reciente construcción, que han tenido que nacer adaptados por ley a las necesidades de los discapacitados. Pero, incluso en los edificios más modernos, hay carteles y tablones a demasiada altura o escalones que se convierten en bruscos frenos.

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Los responsables de Fegadi quieren que el cuento de Yolanda sea realidad algún día. Han oído muchas veces, por parte de las escuelas y de las administraciones, anuncios de proyectos, pero también excusas presupuestarias y de plazos. En su visita al colegio Santa Teresa, descubrieron un servicio adaptado a discapacitados en la planta baja. Una obra realizada para cubrir las necesidades de un antiguo alumno. Sólo era un aislado golpe de varita del mago Cleo en medio de una larga lista de barreras.

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