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El asesino y pirómano de la Hacienda guipuzcoana escribió "no me arrepiento"

En otro escrito dice que pensó incendiar su domicilio y no lo hizo por sus vecinos

El vigilante de la Hacienda foral de Guipúzcoa, Manuel Ignacio Apaolaza, que se quitó la vida el pasado 14 de junio después de haber asesinado a su compañero, Florencio Parra, y prendido fuego a las oficinas fiscales de la torre de Errotaburu llevaba consigo dos notas manuscritas. En una de ellas decía: "13-11-62. 13-06-05. Gora ETA. No me arrepiento. Era una mala persona. No me arrepiento, como vosotros, lapurrak [ladrones]".

El levantamiento del secreto de las diligencias de este suceso ha permitido conocer que la autopsia realizada a Apaolaza certifica que éste se quitó la vida con el arma hallada junto a él a las 12 del mediodía del 14 de junio, tan sólo tres horas antes de que unos niños hallaran su cuerpo en las proximidades del Museo Kutxaespacio, en Miramón.

Las dos fechas que encabezan la nota del vigilante corresponden, según la investigación, al día de su nacimiento y al que decidió quitarse la vida.

Manuel Ignacio Apaolaza tenía en el interior de la chaqueta verde del uniforme que vestía dos escritos de su puño y letra, según los análisis grafológicos realizados por la policía judicial. Son dos mensajes escuetos y rotundos cuya interpretación no deja duda sobre la naturaleza del suceso -asesinato, destrucción y suicidio- que él protagonizó en exclusiva. Algunos de sus actos fueron recogidos también por las cámaras de seguridad del edificio, que consignan lo que hizo en su interior durante aquel domingo hasta que salió de la torre después de prenderle fuego.

La segunda nota arroja luz sobre el día y medio que Apaolaza vivió desde que marchó con su bicicleta la noche del 13 de junio, hasta que se quitó la vida, a las 12 del mediodía del martes 14 de junio. Y corrobora que en esas erráticas horas, en las que hasta estuvo tentado de dar fuego a su propia casa, Apaolaza siguió a través de los medios de comunicación las incidencias y las reacciones que provocó su acción. Así lo evidencia el hecho de que conteste en la nota a la observación que esa misma mañana hizo a la prensa el diputado general, González de Txabarri, sobre el carácter "rudimentario" del incendio.

Apaolaza escribe: "Si hubiese querido habría volado la casa nuestra de la Amatxo. Sólo era darle al mechero como en Errotaburu (perdón a los vagos funcionarios). No lo hice pues son gente inocente. No como otros. Decidle al ladrón de Txabarri que rudimentario sí, pero genial y efectivo. Gora ETA". Según el informe de la Ertzaintza, este escrito constata que Apaolaza tuvo la tentación de quemar su casa, algo que ya sospecharon los investigadores que acudieron a su domicilio de San Sebastián, donde encontraron sustancias inflamables, además de asumir la autoría del incendio y mostrar que conocía los comentarios que provocaba su acción.

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Son, sin embargo, las cámaras las que muestran con precisión cómo se desarrollaron los trágicos acontecimientos. Según consta en las diligencias, Apaolaza inició a las 2.08 de la mañana del domingo, 12 de junio, el turno de un compañero al que sustituyó. A las 6.48 llegó Florencio Parra al edificio. Una vez en el interior del búnker de vigilancia, ambos hablan y "parece que discuten durante unos minutos puesto que ambos hacen diversos aspavientos con los brazos." recoge el informe policial.

A las 7.01, Apaolaza le dispara en la nuca con un revólver a su superior, que estaba sentado frente a la mesa de las cámaras y dándole la espalda. Una hora después, Apaolaza trató de desplazar el cuerpo de Parra hacia el vestuario, asiéndole de los tobillos, para limpiar la mesa del ordenador. A las 12 del mediodía, el vigilante escribió en un folio y lo mostró a la cámara del video para que pudiera leerse el siguiente mensaje: "Me dijo, me cago en la puta madre que te parió, pringao, riéndose. Ya no lo hará más".

Este mensaje, junto con la nota hallada en el cuerpo de Apaolaza, "explican en cierta medida el motivo por el que se produce la muerte de Parra", apunta el informe policial. Desde ese momento, Apaolaza, con un martillo en la mano, se dedicó a entrar en los distintas pisos de Errotaburu destrozando las pantallas de ordenador y el mobiliario.

Su frenética carrera le lleva arriba y abajo por el interior del edificio, incluidos los garajes, donde rompió los cristales de los vehículos aparcados, termina a las 22.32. A esa hora abandonó la torre en bicicleta por una puerta lateral. Momentos antes, había estado en varias plantas de la Hacienda foral: la segunda, la cuarta y la séptima. "Instantes después de que las abandonara se puede observar que comienza un incendio", señala el informe.

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