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¿No es la economía...?

Desde que sabemos que "el futuro ya no es lo que era" y recordando la famosa frase de la campaña de Clinton, seguramente deberíamos preguntarnos lo que puede ser (o lo que queremos que sea) la economía del país de aquí a unos 15 o 20 años. Nos jugamos el bienestar material de nuestros hijos y el de nuestros nietos, y también la posibilidad de consolidar nuestro incipiente Estado de bienestar. Eso es válido para Cataluña y para España, pero también para la pervivencia del modelo europeo que ha logrado hacer compatible economía competitiva y Estado de bienestar, a diferencia de otros países de América y de Asia.

La diferencia para Cataluña, y para el resto de España, es que nuestra situación de partida es menos favorable que la de la mayoría de países europeos. Es como si estuviéramos preparando los Juegos Olímpicos de Pekín y constatáramos que no llegamos a las marcas mínimas que nos exige la economía global. Pero además, como que en general vivimos bastante bien, no tenemos muchas ganas de entrenarnos. Finalmente, nos pasamos el día ocupados en debates de tipo institucional porque estamos metidos de lleno en una nueva fase constituyente.

Que no llegamos a las marcas mínimas es una evidencia empírica, avalada por todos los indicadores. Desde los recursos dedicados a I+D hasta nuestro potencial innovador, pasando por nuestro sistema educativo o nuestra adaptación a la sociedad de la información. En todos estos terrenos y en otros muchos que son determinantes de la capacidad competitiva de un país, estamos peor que la media de la UE a 15. En algunos casos, bastante peor.

Que vivimos bastante bien es otra evidencia. Durante el periodo 1994-2003, la economía catalana ha crecido más que la media europea -pero menos que el conjunto de la española- y esto significa que, en términos de renta per cápita, nos hemos acercado a Europa. Sabemos que los indicadores de futuro no son buenos, pero estamos instalados en la conciencia de que vivimos muy bien con unos niveles de consumo nunca soñados por las generaciones anteriores. Somos un poco los nuevos ricos de Europa, con todo lo que ello implica de peligro de desvarío o de falta de conciencia de la propia realidad que es común a todo atracón consumista.

Algunos expertos avisan de que el modelo no es sostenible y que los números indican que no vamos bien, pero ya se sabe que "qui dies passa, anys empeny". También la realidad económica puede ser algo ambigua. ¿Por qué nos tenemos que preocupar si las cosas siempre acaban funcionando más o menos bien? Y si no funcionan, ya le daremos la culpa a alguien. Al Gobierno catalám, a todos los gobiernos, o a alguna conspiración multinacional.

Resumiendo lo dicho hasta aquí, podríamos decir que "estamos bien, pero vamos mal", o si alguien lo prefiere al revés, "vamos mal, pero estamos bien". Y todos contentos.

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Finalmente, estamos en plena etapa constituyente. Queremos reformar la Constitución y queremos un nuevo Estatuto para Cataluña. Eso está muy bien, después de 25 años ya tocaba. Pero seguramente esta reforma debería servir para poder realizar políticas más próximas a las necesidades de la gente y el riesgo evidente es olvidarnos de la economía. En toda España sucedió cuando la primera transición, cuando el deterioro de todos los indicadores condujo a una situación límite y a los Pactos de la Moncloa.

Cataluña y el resto de España tienen un grave problema económico por resolver si se quiere mantener el nivel alcanzado y si se pretende profundizar en nuestro actual modesto Estado de bienestar. Para ello, para resolver el problema, es preciso orientar todas las energías hacia un mismo objetivo: mejorar la capacidad competitiva de la economía catalana y española, y conseguir que ocupe una posición razonable en el marco de la economía global del conocimiento.

Para lograrlo es imprescindible un compromiso consciente y responsable de toda la sociedad. De todos, no sólo de los poderes públicos. Los trabajadores, los empresarios, el sistema educativo -con las familias en primer lugar-, las universidades -profesores y alumnos-, los investigadores, las asociaciones empresariales y profesionales. Al final este país acabará siendo el resultado de los méritos de todos sus miembros.

¡Es la economía...!

Miquel Barceló Roca es presidente del 22@.

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