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LA CRÓNICA

Un tracólogo de Barcelona

Ruja Popova, historiadora, miembro del Instituto de Tracología de la Academia Búlgara de las Ciencias, es la chófer. Conduce por carreteras de bosques y ríos, y le enseña su país de cúpulas de oro y de barrios de hormigón a Gregorio Luri, tracólogo, profesor de Filosofía en un instituto de enseñanza secundaria de Montgat (Maresme). Ruja Popova va cantando canciones de Nino Bravo, las ha aprendido de un disco que compró en Madrid. "Cuando el mar girado a la miel, el pobre perdió su cuchara", Popova se traduce literalmente del búlgaro al castellano, y esta vez ha querido decir que si la mar fuese de miel, los pobres se quedarían sin cuchara.

Gregorio Luri es ahora, junto al antropólogo Alberto Costa y la historiadora búlgara Valeria Fol, uno de los tres comisarios de la exposición Los tracios. Tesoros enigmáticos de Bulgaria, que se exhibe en Caixafòrum. A los tracios, Gregorio Luri llegó hace 15 años, mientras preparaba su tesis doctoral sobre la República, la de Platón, por supuesto. Este diálogo de Platón empieza con Sócrates a la vuelta de unas fiestas celebradas en honor de la diosa Bendis. "Fíjate, Javier: para hablar de su República, Cicerón se ambientará en la casa de unos patricios, de los más nobles de Roma, y elegirá también el día más noble del año, el consagrado a Júpiter Lacial; sin embargo, Platón había preferido bajar al tumulto del Pireo, el puerto de Atenas, un lugar donde se confundían todas las lenguas y todos los olores, un sitio como la ciudad de Blade Runner; pero, además, en vez de escoger a la diosa Atenea, la patrona de Atenas, Platón va y prefiere para su República a Bendis, una diosa extranjera, llegada de la Tracia". La Tracia es una región de los Balcanes de donde proceden Bendis, Orfeo y Espartaco. A la Tracia llegó Gregorio Luri con una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores, en 1989, con el muro muriendo en Berlín, y allí, en la universidad Kliment Ohridski de Sofía, participó en un congreso de tracólogos con una ponencia sobre Bendis y Platón. "El régimen comunista no era muy amigo de fomentar lo que tenía que ver con los tracios. La doctrina oficial pretendía que todo lo búlgaro fuese de origen eslavo. Ahora la Tracia se ha convertido en un refugio ideológico. Sirve para demostrar que los búlgaros no son eslavos".

A los tracios, Gregorio Luri llegó hace 15 años, mientras preparaba su tesis doctoral sobre la 'República', la de Platón, por supuesto

Gregorio Luri especula acerca de un fragmento de loza de la exposición datado hacia el año 4500 a. de C. Tiene unos signos inscritos y explica que algunos investigadores creen que se trata de los primeros trazos de escritura de la humanidad. "Estudié magisterio, pero a mi madre, la mujer, le parecía poco. Quería que fuera, por lo menos, perito. Al llegar a Barcelona empecé pedagogía y se lo conté, pero ella no lo sabía pronunciar. Una vez me dijo: 'Hijo, estudia algo que yo se lo pueda decir a la vecina'. Si ahora se enterase de que estoy con la tracología...". El agua va siempre a lo hondo; Gregorio recuerda este refrán en boca de su madre, y se ríe saboreando la palabra: "tra-co-lo-gía", y remata: "¡a ver cómo se pronuncia eso!". Luego se gira y se reacomoda en el banco, y los dos nos quedamos mirando al Palau Nacional de Montjuïc, y entonces aparta la vista, y la pierde, y sigue hablando con el mismo tono de voz, pero yo ya no sé si se dirige a mí: "Una vez, mi madre me contó que se le apareció mi padre en sueños y que le dijo: 'Oye, Gloria, ¿es verdad que tenemos un hijo maestro?', y ella le respondió: 'Sí, Juanito, sí', y se quedó con ganas de decirle: 'pero no es perito".

En 1976, Gregorio Luri se instaló en Barcelona con la carrera de magisterio recién terminada. "Tenía 21 años y venía de Azagra, un pueblo de Navarra. Salí de un ambiente muy politizado. Lo que no era política era alienación. Al llegar a Barcelona me impresionó el underground, sus consignas contraculturales, La Rambla... Viví al principio en la plaza de Sant Agustí. Con el underground supe que no hay que hacer las cosas pensando en un rendimiento futuro, sino por el placer que se obtiene al hacerlas". Y a continuación Gregorio cuenta que aquí, junto a la fuente mágica de Montjuïc, vio en 1980 a los Ramones, en una fiesta del PSUC. "Hubo protestas porque salieron al escenario con el escudo de Estados Unidos. Ahí se vio que el PSUC no tenía futuro".

Orfeo es el mito tracio que cantó y bajó a los infiernos, y desde entonces muchos músicos y muchos poetas han seguido sus pasos. Para los tracios, dice Gregorio Luri, Orfeo era "el ruido del viento entre las hojas". Orfeo es un mito tracio creado por los griegos: "los griegos llamaron Orfeo a algo que los tracios no necesitaban explicar", detalla. A Orfeo se le representa con una lira, y a su lira, que tenía siete cuerdas, Orfeo le va a poner nueve cuerdas, acaso en honor de las nueve musas. De la lira de Orfeo viene lo lírico; la tradición dice que Homero era descendiente suyo. Orfeo desciende al mundo de los muertos en busca de su mujer muerta, y la diosa de los infiernos le deja que se la lleve a condición de que no vuelva la vista atrás. Orfeo es el poeta al que le prohíben mirar atrás y que prefiere perderlo todo. Con Orfeo se aprende que el poeta no lo es porque canta, sino porque canta y baja al infierno para escuchar el ruido del viento entre las hojas.

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