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CUMBRE DE LA UE

La UE da a Turquía un 'sí' condicionado

Los líderes europeos proponen que las negociaciones de adhesión comiencen el 3 de octubre de 2005

Carlos Yárnoz

Turquía vio anoche cumplido su largo sueño de ver entreabiertas las puertas hacia la Unión Europea. Los 25 jefes de Estado y Gobierno de la UE fijaron la fecha del 3 de octubre del año próximo -justo el día en que se cumplirá el 15º aniversario de la reunificación alemana- para iniciar las negociaciones de adhesión con Ankara. Dieron así un paso de enorme trascendencia para la Unión, al aceptar la probabilidad de que ese gran país de 70 millones de musulmanes pueda ser en 10 o 15 años el de más peso y poder en una Europa que demuestra no ser "un club cristiano" para apostar por "el diálogo de civilizaciones". Los 25 aún discutirán hoy si endurecen aún más o rebajan las leoninas condiciones que Ankara debe superar para llegar a la meta.

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"Podemos empezar las negociaciones de adhesión con Turquía", anunció poco antes de la pasada medianoche el presidente de turno de la UE, el holandés Jan Peter Balkenende. Como estaba previsto, los líderes europeos pactaron que en las conclusiones finales de la cumbre que hoy concluye se diga expresamente que las negociaciones tienen por objetivo "la adhesión de Turquía la UE", aunque nunca antes de 2014, y que no se mencione la opción de una "asociación privilegiada" si las conversaciones no llegan a buen puerto, una alternativa defendida hasta última hora por Austria, Dinamarca y buena parte del Partido Popular Europeo (PPE).

"Se trata de negociaciones de adhesión", había destacado el canciller alemán, Gerhard Schröder, al llegar a Bruselas. "Se establece como meta la adhesión", confirmó por la noche el presidente de la Comisión, Jose Manuel Durão Barroso. Sin embargo, y como confirmó Balkenende, "el final de las negociaciones no se puede prejuzgar, no hay garantías". O sea, que el inicio de negociaciones no presupone "automáticamente" la futura entrada en la Unión. Eso sí, en caso de fracaso, la UE se compromete a hacer todo lo posible para que Turquía "quede anclada, asentada, en las estructuras europeas".

Balkenende comunicó de madrugada estos acuerdos al primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, quien había esperado el resultado en un hotel próximo. "Es una excelente oferta, equilibrada, que seguro que aceptará Turquía", pronosticó Barroso. Seguramente, aunque Erdogan ya había advertido que la idea de "anclar" a Turquía en Europa si fracasan las negociaciones le suena a un Plan B que le disgusta. La respuesta se conocerá hoy.

Los líderes europeos llegaron a la cita bruselense con la seguridad de que ninguno de ellos vetaría la decisión. Incluso el primer ministro chipriota, Tassos Papadopoulos, rechazó tal opción pese a que Turquía no reconoce a su país. Por eso, Erdogan esperó con relativa tranquilidad la buena nueva, pero bajo la tensión de ver qué condiciones le serían impuestas para cruzar un muro que los turcos intentan saltar desde 1963.

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Frenética actividad

Erdogan desplegó ayer una frenética actividad para ablandar a los dirigentes europeos, a quienes recordó en un artículo difundido en Alemania y Turquía que los turcos aspiran a vivir "bajo el mismo techo" europeo. Por la mañana, visitó en Roma al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, quien le prometió que "lucharía" a su favor. Ya en Bruselas, se entrevistó con Costas Caramanlis, el primer ministro de Grecia, histórico enemigo de Turquía, y vio por separado al canciller alemán, Gerhard Schröder, y al primer ministro británico, Tony Blair, su principal valedor en la UE.

Fue el litigio chipriota el que enturbió el arranque de la cita y sólo esta mañana se sabrá si queda resuelto. Los líderes piden a Erdogan que, antes de abandonar hoy la capital comunitaria, tenga "un gesto público" hacia Chipre y apunte su disposición a firmar con todos los socios de la Unión el acuerdo aduanero que Turquía suscribió en 1963 con la UE. Reconocería así, de facto, a Chipre.

Antes de ver a Erdogan, el griego Caramanlis hizo de intermediario de oro y se entrevistó con el chipriota Papadopulos, su protegido. Ahí se fraguó el posible arreglo, pero Erdogan se negó a mover ficha antes de conocer con detalle los acuerdos de Los 25.

Hay otras condiciones extra que se cerrarán hoy, como la amenaza de suspender las negociaciones si Turquía incumple principios democráticos o la vigilancia especial que ejercerá la UE sobre la aplicación real de las reformas legales. Con todo, la más importante consiste en que la UE se reserva una cláusula de salvaguardia "permanente" para no aplicar a los trabajadores turcos el sagrado principio de libertad de movimiento en toda la Unión.

O sea, que Turquía corre el riesgo de no ser jamás un socio como los demás. Barroso, pese a defender siempre la entrada de Turquía, lo explicaba así: "Seamos francos. No es una ampliación más. Plantea problemas específicos. En muchos países, las opiniones públicas son reticentes. Se trata de un desafío de gran magnitud".

Esas reticencias, en uno u otro grado, condicionan a los líderes. Blair, Berlusconi o el español José Luis Rodríguez Zapatero prefieren reducir y hasta eliminar las salvaguardias permanentes, mientras el canciller austriaco, Wolfgang Schüssell, encabeza el grupo opuesto. "Negociación no quiere decir adhesión", había dicho la noche anterior a TF1 el presidente de Francia, Jacques Chirac, para calmar también a ese 55% de franceses que rechaza a Turquía. "Europa no es una fortaleza cerrada", aseguró Javier Solana, secretario general del Consejo.

Pero lo ocurrido ayer en Bruselas asusta a los europeos, aunque aún falten al menos diez años para la adhesión. Ese lapso de tiempo es la última esperanza de algunos para asistir al fracaso de un proceso de difícil marcha atrás. En juego está la capacidad de dos culturas para demostrar que el diálogo de civilizaciones es factible. En el actual contexto internacional, sólo la UE puede lanzar iniciativas de tal calibre para un mundo mejor.

De izquierda a derecha, Silvio Berlusconi (Italia), José Manuel Durão Barroso (presidente de la Comisión), Jan Peter Balkenende (Holanda), Wolfgang Schüssell (Austria) y Kostas Karamanlis (Grecia), ayer al comenzar la cumbre.
De izquierda a derecha, Silvio Berlusconi (Italia), José Manuel Durão Barroso (presidente de la Comisión), Jan Peter Balkenende (Holanda), Wolfgang Schüssell (Austria) y Kostas Karamanlis (Grecia), ayer al comenzar la cumbre.EFE

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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