El crimen de Faluya
La victoria militar de las fuerzas de EE UU en una arrasada Faluya se puede rápidamente saldar en una derrota política. Las sospechas de que soldados estadounidenses han violado el derecho humanitario de la guerra en esta ofensiva que ha destrozado una ciudad, han quedado confirmadas en al menos un terrible caso que ha podido contemplar el mundo entero: las imágenes, grabadas por una cadena de televisión, de un marine rematando a un iraquí herido y aparentemente desarmado en una mezquita. Tras las atrocidades en la cárcel de Abu Ghraib, estas violaciones del derecho internacional harán perder aún más apoyos a EE UU entre la población, los regímenes árabes y la opinión pública mundial. Al horror de la probable ejecución de la rehén británica Margaret Hasan no se puede replicar con más horror.
La alta comisaria de la ONU para los Derechos Humanos, Louise Arbour, y Amnistía Internacional han lanzado la alarma ante las posibles violaciones, por todas las partes, de las convenciones que rigen la guerra. El Ejército ha abierto una investigación por este caso, pero no, como piden estas organizaciones, por posibles ataques contra los civiles que quedaban en Faluya, acciones desproporcionadas o indiscriminadas y ejecuciones de heridos que no plantean amenaza o la tardanza en socorrerlos. Los muertos por parte iraquí se calculan en más de un millar.
Al arrasar Faluya, EE UU quería acabar con uno de los focos de resistencia suní. Ya ni siquiera habla de la excusa inicial de ir a por el jordano Al Zarqaui y sus extranjeros, que hace tiempo debieron irse de la ciudad. Y como era de esperar en una resistencia guerrillera, han surgido nuevos focos en Mosul y otras ciudades, mientras la violencia sigue en Bagdad. Los suníes conforman la minoría que gobernó sobre la mayoría chíi con Sadam Husein y que ahora se resiste a perder el poder. Ayer mismo, sin mediar explicación, el Ejército estadounidense detuvo a Nasir Ayef, vicepresidente del Consejo Nacional iraquí, que se había mostrado contrario a la ofensiva militar contra Faluya y cuyo Partido Islámico había anunciado su retirada del Gobierno provisional de Alaui.
Así, con estos métodos, EE UU no asegurará una paz mínima que cree unas mínimas condiciones aceptables para las elecciones previstas el 27 de enero. En Faluya, EE UU ha demostrado que sigue empecinado en su gran error: creer que la fuerza militar lo puede todo.
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