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Espíritus ancestrales

Estamos rodeados de espíritus. Lo prueba la reencarnación de Aznar en un sujeto cabreado, con ideas peregrinas sobre el Mundo y España. Nada que ver con el gran líder carismático, aquel gigante de la política que lo mismo viajaba a las Azores que insultaba a las multitudes. Seguramente un espíritu se ha apoderado del cuerpo humano del dirigente preclaro. Pero le falta aquella prestancia. Es lo malo de los espíritus, que van a los suyo.

Aquí en México hay cantidad. El otro día, sin ir más lejos, vino el Diablo por la noche. Todo el mundo le esperaba. Para precaverse y que no entre en casa -llega en fecha fija- hay que colocar en puertas y ventanas unas raras flores amarillas. Yo, por novato, me arriesgué, no las puse y a primera vista no pasó nada.

Para que el diablo no entre en casa hay que colocar en puertas y ventanas unas raras flores amarillas

Sí al día siguiente, que estaba yo al mediodía en el Zócalo (Plaza Mayor) y se me acercó un señor muy amable para ofrecerme una escultura de Don Quijote preciosa, enorme. Me aseguró que estaba hecha con hueso de res. Me quedé de un aire. Las reses mexicanas deben ser inmensas. Qué huesos. Seguía yo estupefacto por tal desmesura dinosáurica cuando el gran vendedor sacó un Spiderman de la misma naturaleza. Confirmó el gigantismo que ataca a las reses locales.

De mi perplejidad el hombre coligió que el negocio estaba hecho y me ofreció la pareja a precio de ganga. "Es que son a juego, señor, le quedará bien lindo la parejita en la recámara". Aquí llaman recámara al dormitorio. No compré, me estremeció lo de despertarme todos los días viendo junta la pareja en hueso de res. Fue un error. El vendedor era un profeta. Don Quijote y su escudero Spiderman es lo que nos viene. Al tiempo.

Así renuncié al futuro. Quizá por culpa del Diablo. Menos mal que, acto seguido, vino el espíritu bueno. En la televisión del bar se veía un partido de fútbol cuando, en el descaso y sin avisar, salió el resumen del Athletic-Real Madrid. 2-1. El grito familiar de entusiasmo se oyó en todo el zócalo, ante la extrañeza del mesero -camarero- convencido, como cualquier mexicano, de que en España todos somos furibundos del Real Madrid.

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¿Fue tan venturoso suceso fruto del azar? Pues no. Algo de espíritus había. Por si acaso, me he traído una bandera del Athletic -lo más parecido a la idea de patria que uno conoce: el único espacio de común identificación social-, que despliego con solemnidad los días de partido. Hasta el del Real Madrid tanto afán patrio estaba resultando frustrante.

Pero por aquí hay más espíritus. También está La Llorona. Llaman así al de una viuda, a la que se le fueron muriendo sus ocho hijos. Su espíritu vaga por los cerros y las barrancas -hay varias- y por las noches se le oye llorar.

Gabriela, una mexicana, asegura que ha oído varias veces los lloros, y que son amargos, fuertes y nítidos. Da miedo, dice. A veces, su lamento atrae algún borracho, que amanece muerto junto a la barranca, con rictus de experiencia mística. Imagino que el marido de La Llorona le daría al frasco y ella se venga.

Para acabar con los espíritus. El Athletic-Trabzonspor me cogió fuera de juego, por el cambio de hora; uno no se acostumbra a que las tensiones futbolísticas sean matutinas. Peor: ni habíamos desplegado la bandera, en un olvido de lesa patria. Pusimos internet, para ver cómo iba el partido. Minuto 10, 2ª parte. Internet informa del resultado. 1-1; en vías de eliminación.

Desolación: es lo malo de tener un equipo de fútbol como patria, los sofocones que te llevas. Para levantar la moral, sacamos la bandera, pusimos a tope el himno -sale por el ordenador, si uno acierta-. Tras unos minutos de entusiasmo, volvimos al resultado. Asombroso: 1-0. Al parecer, el 1-1 fue error de la página Web, pero tal y como lo vivimos, la conversión de 1-1 en 1-0 fue milagro. Lo atribuimos a bandera e himno.

O sea, que he hecho 10.000 kms. para descubrir que los espíritus que funcionan son los del país. ¿Los de qué país? Los del nuestro.

Manu Montero es Catedrático de Historia Contenporánea de la UPV.

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