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Columna
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Supertaxi

El taxista ha colgado del respaldo de uno de los asientos delanteros de su vehículo un pasquín plastificado en el que, en tono casi apocalíptico, se informa al usuario del nuevo reglamento del sector que se teje y desteje estos días en la Comunidad de Madrid y de las perniciosas consecuencias que su implantación podría acarrear para los profesionales del gremio y para su clientela. El cliente recuerda haber leído algo recientemente sobre la retirada del borrador del reglamento a causa de las presiones de los taxistas, pero el conductor dice que él no ha retirado su cartel porque sabe que en el próximo, o en los próximos borradores, volverán a las andadas y tratarán de hacer pasar de una u otra forma los tres puntos más polémicos que llevaron a las asociaciones y sindicatos gremiales a oponerse frontalmente al proyecto y a convocar varias jornadas de paro.

El taxista, joven y experto callejeador, que ha reconocido, sin más explicaciones, la ubicación en el plano de una pequeña y poco concurrida vía del distrito de Tetuán, piensa que el objetivo fundamental de la reforma se resume precisamente en esos tres puntos en discordia que podrían resumirse en uno, terminar con la autonomía de los profesionales y favorecer la creación de empresas con flotas de vehículos tripulados por subcontratados y subsalariados insuficientemente preparados y necesitados de un puesto de trabajo. Como alternativa al sistema actual, una licencia por persona y vehículo, los reformadores proponen, insistentemente, en borradores y proyectos, la concesión de hasta seis licencias por persona física y jurídica y la autorización para revenderlas al día siguiente de ser adquiridas.

Este punto y el que se refiere a la posibilidad de compaginar el trabajo en un taxi con otros empleos son los caballos de batalla de los taxistas en su pulso con la Administración autonómica. "Gallardón", dice el taxista, "ya intentó algo parecido y tuvo que dar marcha atrás ante la oposición de los afectados, por eso nos sorprende que Esperanza Aguirre se haya dado tanta prisa para volver a ponerlo sobre la mesa".

Escéptico y desconfiado, el taxista apunta que otro de los caballos de Troya que pretenden colarles por la puerta falsa como un regalo envenenado es la supresión del carnet de conducir profesional para pilotar un taxi, una presunta ventaja que en su criterio servirá para dar entrada en el sector a conductores inexpertos o insuficientemente preparados con la consiguiente merma de la seguridad para los usuarios del servicio. "Si les dejan hacerlo", comenta, "esto va a ser como en esas películas de Nueva York, donde los taxistas nocturnos son siempre extranjeros recién llegados que ni siquiera hablan inglés, que no conocen las calles y que cobran sueldos de hambre, tipos pirados como el de Taxi driver o frikis colocados hasta las cejas, borrachos y psicópatas... aunque quizás aquí utilicen becarios".

Tiembla el usuario ante tan estremecedor panorama mientras el automóvil transita a trancas y barrancas entre vehículos en doble fila, camiones y furgonetas de reparto, vallas de obras, zanjas y barreras, tiembla pensando qué podría suceder si cualquiera de estos energúmenos convulsos y crispados que asaltan las aceras, burlan los semáforos y realizan arriesgadas maniobras a su alrededor accediera al volante del servicio público.

Pero la indignación no afecta el pulso del taxista, que se toma con calma la conducción y con ardor su encendida diatriba y sus negras visiones de un Madrid controlado por las mafias del transporte en el que políticos corruptos y capos insaciables intercambian favores y luchan codo con codo para acabar con los últimos mohicanos autónomos. El guión está pidiendo a gritos un super héroe, Super Taximan, contras las fuerzas del mal.

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"No será para tanto", trata de calmarle el pasajero, "si ya lo han retirado dos veces, volverán a hacerlo, siempre que ustedes sigan unidos y presionando". Pero el conductor no se deja consolar: "Mire lo que dijo el otro día Granados, el consejero de Transportes de la Comunidad, cuando retiraron el borrador, dijo que a veces para avanzar más rápido hay que retroceder y tomar impulso. Lo que yo le diga, éstos nos la acaban jugando, por eso yo no quito el cartel".

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